Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La promesa de Dios de tener una familia

Del número de noviembre de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Acaso No Todos anhelamos estar incluidos en una familia? Por cierto, anhelamos que se nos ame, comprenda y acepte. Y todos necesitamos el amor de una madre y de un padre, sin tomar en cuenta la edad que tengamos.

Por lo general, pensamos que las familias son relaciones sanguíneas. Esto sería magnífico si todas las familias fueran afectuosas, amables y tolerantes. Pero no todas las familias son así, y tampoco están siempre con nosotros. A algunas personas ya no les queda vivo ningún miembro de su familia. Otras familias viven demasiado lejos para hacer más de una visita ocasional. Estas son situaciones humanas muy difíciles y frecuentes que dejan a muchos fuera del afectuoso círculo familiar. ¿Tenemos que aceptar esto como la manera en que es la vida a veces? ¿O hay acaso una respuesta espiritual para este problema humano?

La Biblia se refiere a Dios como Amor y también como Padre. Cristo Jesús habló con frecuencia de su Padre divino, incluso empieza la oración del Señor con "Padre Nuestro". El habló y actuó como si siempre hubiera sentido la presencia de su Padre divino, incluso en cierta ocasión dijo: "Yo y el Padre uno somos."Juan 10:30

Como hijos de Dios, siempre estamos ante la presencia de nuestro Padre, o Amor infinito. De hecho, el hombre es la expresión misma del Amor infinito. Podríamos decir que el hombre es el Amor expresado. Si, como Jesús enseñó, nuestro Padre, el Amor, está presente siempre, entonces nosotros, en realidad, tendríamos que estar siempre conscientes de nuestro Padre divino. La paternidad de Dios siempre tendría que estar presente e infinitamente expresada. De hecho, le sería imposible a Dios, el Padre, estar ausente de alguna manera. Simplemente, pensemos en ser continua y paternalmente amados y guiados.

¿Y qué decir acerca de maternidad maternidad de Dios? La Sra. Eddy se refirió a Dios como Padre-Madre. En Ciencia y Salud escribe: "Padre-Madre es el nombre de la Deidad que indica Su tierna relación con Su creación espiritual."Ciencia y Salud, p. 332

¿Acaso no sentimos la necesidad constante de tener esta "tierna relación"? ¿Acaso no todos anhelamos y necesitamos la maternidad divina? Nuestra comprensión de la presencia de la Madre divina, Dios, nos consuela y sostiene en todo sentido y en todo momento.

Estas ideas no son abstractas y están relacionadas con nuestra vida. A medida que esperamos que nuestro Padre-Madre Dios sea una presencia constante en nuestra vida, buscamos la paternidad y maternidad de Dios en toda forma y no como si viniera sólo de nuestros padres humanos. De esta manera empezamos a ver que estamos incluidos en una familia espiritual que jamás esperamos que pudiera existir.

Esta promesa de estar incluidos en una familia puede hallarse en la Biblia, ese maravilloso libro de promesas. Dice: "Dios hace habitar en familia a los desamparados."Salmos 68:6

¡Qué promesa! Y esta promesa es para nosotros: para usted y para mí. La experiencia que tuvo una joven nos muestra cómo puede cumplirse esta promesa.

A través de situaciones que tuvieron que ver con un divorcio y la muerte, esta joven se quedó sola, sin nadie y con una ruptura en las relaciones con su familia. En su desesperación y soledad, y en su búsqueda de alguna respuesta más elevada, empezó a estudiar la Ciencia Cristiana.

Un día, cuando estudiaba la Lección BíblicaEn el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, se encontró con la cita de la Biblia antes mencionada. Las lágrimas le rodaron por las mejillas al pensar acerca de la maravilla de esta promesa bíblica.

Recapacitó sobre este versículo por mucho tiempo. No estaba muy segura de cómo podía ocurrir esta experiencia de habitar en una familia, pero sí sintió una poderosa seguridad de que, como dice el Evangelio según San Mateo, "para Dios todo es posible."Mateo 19:26

Gradualmente, empezó a darse cuenta de que la gente que venía a su vida expresaba afecto y cualidades maternales. No sólo una persona, sino varias. Empezó a sentirse más consolada y segura. Había otras personas en su vida a las que podía estimar y quienes le daban un sentido de integridad y dirección. A medida que se daba más cuenta de esto, comprendió que esa gente realmente representaba la presencia, en su vida, de la paternidad y maternidad de Dios. El darse cuenta de esto la ayudó a comprender que en verdad era su Padre divino que la trataba paternal y maternalmente, y que este hecho espiritual se estaba expresando en su vida.

Alentada y fortalecida por esta evidencia, se hizo miembro de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, del lugar donde vivía. Cada culto religioso la hacía sentir cada vez más incluida, y empezó a percibir que esta pequeña iglesia era una familia para ella. Era obvio que los miembros de la iglesia se interesaban por ella, la amaban, y se regocijaban por tenerla en su familia de iglesia.

Con el correr de los años, tuvo más confianza en que estaba incluida en una familia espiritual donde era amada, apoyada y consolada; se dio cuenta de que su concepto de familia se había ampliado. Tenía ahora "hermanas mayores", "hermanos mayores" e incluso hermanos más jóvenes en su vida. ¡Hasta tenía "tías", "tíos" y "abuelos"!

Lo más maravilloso de todo fue que sus relaciones con sus parientes carnales poco a poco se fueron normalizando y armonizando. Por último, hubo una reunión de familia en la cual todos los miembros de la familia percibieron que los mutuos distanciamientos habían sanado y los vínculos se habían fortalecido. Las reuniones fueron más frecuentes y cada vez más felices para todos.

La experiencia de esta joven muestra que el comprender su inclusión en la familia espiritual del hombre no la excluyó de su familia humana. De hecho, su oración y comprensión de los hechos espirituales la acercaron a su familia de una manera en que previamente hubiera considerado imposible.

¿Siente usted la necesidad de estar incluido en una familia? ¿O podría usted ser la respuesta para la oración de alguien más por tener una familia? ¿Hay alguna persona a la cual usted puede alentar y consolar hoy? Estos afectos de familia no necesitan ser comprometedores o complicados. Sólo una palabrita de consuelo maternal puede reconfortar la vida de alguien ahora mismo. O simplemente las palabras correctas que sirvan de guía podrían ayudar a alguien: palabras sencillas, no sentenciosas, sino amables y puras.

Como hijo de Dios, cada uno de nosotros posee y expresa las cualidades espirituales de paternidad, maternidad y hermandad. Incluso algunas veces hacemos de padre, madre, hermano y hermana.

Por cierto que Dios nos mantiene en caminos que no conocemos. Ninguno de nosotros vive solitario y sin familia porque Dios nos ha prometido lo contrario.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / noviembre de 1991

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.