En 1953, Cuando estaba viviendo en Kenia, me enfermé gravemente de malaria y luego contraje fiebre tifoidea. Después de varias semanas de tener fiebre y pérdida de conocimiento, no se esperaba que viviera. Mi marido cablegrafió a mi hermana que estaba en la India. Ella hacía poco que había empezado a estudiar la Ciencia Cristiana, y solicitó a una practicista de la Ciencia Cristiana que orar por mí. Al día siguiente, recobré el conocimiento y comencé a recuperarme.
Varios meses después, conocí a la practicista y recibí un ejemplar del libro de texto de Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Lo leía siempre que podía. Me gustaba en especial el Padre Nuestro, con su interpretación espiritual.
Una consecuencia de la fiebre tifoidea fue que las piernas me quedaron muy débiles y sentía fuertes dolores. No recibí ningún tratamiento médico, sino que pedí a la practicista que continuara orando conmigo. Vencí el temor a quedar inválida, como me habían dicho, y al cabo de unos dos meses estuve completamente sana.
En 1959, mi madre, que estaba de visita en mi casa, y que en esa época no era Científica Cristiana, fue sometida a una importante operación quirúrgica y perdió mucha sangre. Cuando llegué al hospital me dijeron que no podían sentirle el pulso y que no había signos de que estuviera respirando. La tomé de la mano y empecé a orar el Padre Nuestro. Sentí la presencia de Dios.
Después de unos minutos, una enfermera exclamó: "¡Puedo sentir su pulso!" Todos se juntaron a su alrededor; le agradecí a Dios en silencio. Más tarde el médico a cargo me preguntó qué había hecho. Le respondí que había orado. Mi madre es ahora Cientifíca Cristiana.
Varios años después, cuando me había establecido en Inglaterra, tuve una grave infección en la garganta. Estuve tan mal que ni siquiera podía tragar y apenas si podía respirar. Mi marido, que no es Cientifico Cristiano, llamó a un médico, quien recomendó que fuera al hospital. En su lugar, le pedí a mi marido que llamara a un practicista. El practicista comenzó a ayudarme mediante la oración. A las dos horas pude sorber agua y hablar un poco. Al día siguiente, ya no tenía dolor ni fiebre. Pronto estuve completamente sana.
En 1971, fui a la India y volví sintiéndome muy enferma. Mi marido llamó a un médico para que me examinara, y me diagnosticó pulmonía. No acepté el tratamiento médico y nuevamente solicité a un practicista que orara conmigo. De inmediato, la alta fiebre comenzó a bajar, y pronto estuve bien otra vez.
Empecé a fumar cuando tenía unos diecisiete años. Al iniciar mi estudio de la Ciencia Cristiana, comencé a fumar menos, pero si surgía alguna crisis, buscaba un cigarrillo de inmediato.
Cuando quise hacerme miembro de La Iglesia Madre, me encontré con que tenía que dejar de fumar. Mientras estaba pensando sobre esto, se presentó una crisis. Frenéticamente empecé a buscar un cigarrillo. Entonces me detuve de pronto y me dije: "¿Por qué estoy siendo esclava de un cigarrillo? No tiene ningún poder sobre mí. Dios es el único poder. Su poder es más grande para mí que el poder del mundo entero".
Eso fue todo; después de eso, no volví a tocar un cigarrillo. No tuve ningún síntoma asociado con el dejar de fumar. Fue como si nunca hubiera fumado. Además pude afrontar la crisis que se había presentado sin ninguna dificultad.
Estoy sumamente agradecida a la Ciencia Cristiana; ha significado todo para mí durante muchos años, y he obtenido ayuda, consuelo y valor constantes de saber que hay una fuente divina, un Padre-Madre Dios amoroso a quien siempre podemos recurrir.
Worcester Park, Surrey, Inglaterra
