¿Ha Pensado Usted alguna vez en cómo sería ser rico, ser rico de verdad? Este es el sueño de muchos. Y, sin embargo, todo el dinero, riquezas y fama del mundo, no pueden añadir nada a la valía espiritual que ya es nuestra como hijos de Dios. Cuando descubrimos las leyes espirituales de Dios que gobiernan al hombre, y que la Ciencia Cristiana nos revela, podemos demostrar con autoridad divina absoluta nuestra verdadera riqueza: la riqueza espiritual.
En la Ciencia Cristiana conocemos la verdadera naturaleza del hombre como hijo de Dios. Aprendemos que el hombre es espiritual, completo e íntegro, que refleja totalmente la bondad de Dios. Dios es Todo-en-todo y el hombre es Su expresión más elevada. Cuando aprendemos a demostrar nuestra valía y mérito espirituales y verdaderos, dejamos de lado el cuadro materia; y empezamos a razonar de acuerdo con los siguientes lineamientos: Si Dios es bueno (y lo es) y si el hombre refleja a Dios (y lo hace), entonces el hombre en la Ciencia es bueno, útil, valioso e incapaz de cometer errores o de pecar. El es, por su primogenitura misma, perfecto, íntegro y completo, de acuerdo con la ley de Dios, el Principio divino. Demostramos esta libertad haciendo el bien, superando el materialismo y la sensualidad con la comprensión espiritual del hombre. Esto no siempre es fácil, pero cuando aprendemos quiénes somos en realidad y cuál es nuestro verdadero valor, nos aguardan descubrimientos maravillosos. Hace algunos años tuve la oportunidad de probar precisamente lo que todo eso significa.
Aunque en ese momento tenía un empleo bien remunerado y una carrera prometedora me dejé dominar tanto por el materialismo y el sensualismo que me enfermé y tuve que renunciar a mi trabajo. Me sentí muy deprimido cuando vi lo que estaba haciendo de mi vida. Como el hijo pródigo, descubrí que había desperdiciado mi sustancia "viviendo perdidamente" y que no estaba viviendo una vida sana, de amor puro, fraternal, como la que debía vivir un Científico Cristiano. (Parecía que todo se reducía a "mí", y no me importaba nadie más.)
Volví a casa de mis padres, en otro estado, donde mamá y papá me recibieron muy bien. Pronto comprobé que mis ingresos eran muy modestos. Mi depresión se volvió crónica, y yo quería renunciar a todo, no tener nada que ver con la materia. Había días en que simplemente no quería seguir viviendo porque me sentía muy mal por haber desobedecido el Primer Mandamiento adorando falsos dioses, en lugar de a mi Padre-Madre Dios, el Amor divino.
Pero, al poco tiempo, mi actitud cambió y recurrí a la Biblia y a Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras con un profundo anhelo de crecer más espiritualmente. En mi corazón sabía que eso era posible mediante un estudio más honesto de las Escrituras y de los escritos de la Sra. Eddy, la autora de Ciencia y Salud. Al emprender un estudio a fondo de lo que son la Vida y la sustancia en la Ciencia, pude despojarme de la obstinación y la justificación propia, y capté gloriosas vislumbres de mi unión espiritual con Dios. Me encontré más capacitado para ver también a mi prójimo como hijo de Dios y amarlo más. También comencé a comprender que la verdadera sustancia se encuentra en las ideas espirituales, en la realidad, y nunca en la materia. El Principio divino y sus leyes me guiaron a lo largo de este estudio. Puede guiarnos a cada uno en forma individual, si aplicamos las reglas cristianamente científicas establecidas en Ciencia y Salud.
Desde el punto de vista humano, yo tenía en ese entonces un ingreso muy exiguo. Pero estaba en condiciones de hacer una nueva evaluación de todo lo que poseía partiendo desde un punto de vista espiritual, y de proceder a hacer algunos ajustes necesarios. Por ejemplo, me preguntaba: "Este gasto o la posesión de este objeto ¿es realmente necesario? ¿Qué bien espiritual puede proporcionarme si lo obtengo?" Como pasatiempo, tomé un curso por correspondencia de inversiones y administración de dinero. Mi actitud hacia el dinero y las posesiones materiales cambió por completo; muy pronto me encontré en vías de buscar y demostrar mi valor espiritual neto, que, como lo he descubierto, es infinito.
También aprendí cómo la ley de Dios nos permite expresar la Mente divina, la verdadera inteligencia, en nuestro trato con los demás y en el manejo de nuestros asuntos comerciales. Como resultado natural, toda mi vida volvió a sus cauces, y esta vez mis prioridades eran las correctas.
Por más exigua que sea la suma de dinero que tengamos o lo escaso de nuestras posesiones, siempre podemos recurrir a Dios, la Mente divina, como nuestra fuente de provisión. Está bien y es natural que seamos ricos en espíritu, a medida que logremos una mejor comprensión de nuestro Padre-Madre Dios y Lo reflejemos viviendo con espiritualidad. Todos tenemos el derecho divino de ser partícipes de esas riquezas espirituales de vida en Dios y ver que sus bendiciones se manifiestan en nuestra vida.
En realidad, la única valía verdadera del hombre es espiritual, porque el hombre mismo es espiritual, no material. La espiritualización del pensamiento mediante el estudio de la Ciencia Cristiana nos permite probarlo. Aprendemos cómo en realidad el materialismo y la sensualidad no son más que falsas ilusiones, y lo engañosos y contraproducentes que son cuando permitimos que gobiernen nuestra vida.
En el reino de Dios no hay ni carencia ni sobreabundancia inútil. La economía divina del Amor permanece intacta: íntegra, completa, inconmensurable. Pero tenemos que probar este hecho espiritual en forma práctica, expresando en mayor medida el control de Dios sobre el hombre. Cuando hacemos esto, la oferta y la demanda están siempre en perfecta armonía, y percibimos nuestra utilidad individual para el beneficio de todos.
La admonición de Cristo Jesús "Buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas" es tan imperativa y aplicable hoy en día para que los individuos la entiendan y la demuestren, como lo es para naciones enteras que buscan la paz mundial. La Sra. Eddy afirma en Ciencia y Salud: "Para los sentidos corporales las estrictas exigencias de la Ciencia Cristiana parecen perentorias; pero los mortales se están apresurando a comprender que la Vida es Dios, el bien, y que el mal no tiene en realidad lugar ni poder en la economía humana o en la divina". El mal, o el error, es una falsa creencia, una mentira acerca del hombre. Se puede corregir por medio de la comprensión de que su origen es la nada y que carece de poder sobre nosotros, o sea, reconociendo la supremacía de Dios, el bien, en nuestra vida. El proceso se asemeja a limpiar el cristal del pensamiento, de modo que el resplandor de la luz (la iluminación espiritual) pueda brillar a través de él.
Jesús, nuestro Ejemplo y Mostrador del camino, probó el valor de la sustancia espiritual cuando alimentó a los cinco mil con algunos panes y dos peces. Nosotros también podemos demostrar, en cierta medida, esta clase de dominio sobre la materia cuando nuestra vida cede a la sustancia del Espíritu. Entonces, tal como la Biblia nos indica, despojémonos del "hombre viejo" y revistámonos del "hombre nuevo" en cada pensamiento y acción, con la comprensión espiritual del hombre como el hijo amado de Dios. De esta manera probaremos que con Dios podemos vivir una vida productiva y satisfactoria en el Espíritu, y en verdadero amor fraternal.
