Es Probable Que la mayoría de la gente, en una u otra ocasión, se haya preguntado: "¿Soy suficientemente bueno para merecer la ayuda de Dios? ¿Puedo con razón esperar respuesta a mi oración?"
Para el Científico Cristiano estas preguntas podrían expresarse en esta forma: "¿Soy suficientemente bueno para poder dar tratamiento según la Ciencia Cristiana si alguien me lo pidiere? ¿O esto es para gente genuina, calificada, aprobada y suficientemente buena para hacerlo?"
Cualquiera que sea la forma en que se exprese la pregunta, la respuesta válida es que ya somos lo suficientemente buenos para orar.
Esta respuesta, que la Ciencia Cristiana da con claridad, puede contribuir a aliviar los sentimientos de limitación, falta de mérito y timidez que afligen a tantas personas. Es una respuesta basada en la sabiduría de la Biblia y en el descubrimiento espiritual hecho por Mary Baker Eddy.
Por ejemplo, el escritor de la Primera Epístola de San Juan en la Biblia dice: "Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él". La Ciencia Cristiana ayuda a la gente a comprender que la aparición de esta luz y bondad divinas en la experiencia humana es tan natural como el brillo del sol. De manera que quien recurre de todo corazón a Dios en oración empieza a sentir que Dios es infinitamente bueno. Algo más ocurre también. Empieza a ser evidente que lo que da poder a la oración es el responder sinceramente al ser de Dios, y no la confianza que una persona crea tener en sus valores humanos.
Mediante la revelación, el razonamiento y la prueba espirituales, la Sra. Eddy vio la gran importancia de aceptar que la bondad total de Dios es una realidad plena y presente. Descubrió que cuando aceptamos esta idea espiritual sin reservas, la comprendemos en cierta medida y estamos dispuestos a luchar para darle preferencia en nuestra vida, se empieza a revelar un mundo diferente.
En un mundo más parecido al de los primeros cristianos. Por ejemplo, se efectúa la curación cristiana de la enfermedad y del pecado. Hay más gozo espiritual, victorias sobre el mal para nuestro bien y el de los demás, y surgen capacidades más grandes para amar.
Este es por cierto un punto de vista diferente del que expresan los informes diarios sobre desastres e intrincados problemas sin esperanza de solución que presenta la mayoría de los medios de comunicación de la sociedad. No obstante, en momentos en que el sentido tradicional no ofrece ninguna esperanza, a menudo la gente está más dispuesta a adoptar nuevas maneras de pensar. Muchos han hallado, con asombro, que es práctico y útil aceptar a Dios como lo que El tiene necesariamente que ser para ser Dios. Entonces sus oraciones — su reconocimiento de Dios — dejan de centrar su atención en sus propias dudas y limitaciones personales. Ellos son capaces de ver algo nuevo. En medio de un nuevo reconocimiento de un bien divino que es totalmente real, con frecuencia surge un nuevo concepto de uno mismo y también de lo que le es posible a este "nuevo" hombre. La Ciencia Cristiana enseña que el universo y el hombre, verdaderamente percibidos y comprendidos, pertenecen literalmente a Dios.
Debido a que este hecho cristianamente científico siempre está presente para ser discernido, en cualquier momento cualquier persona puede apartarse de la vida que ha estado llevando, por más vacía disoluta y sin inspiración que esa vida haya sido. Puede elevar el pensamiento hacia el Cristo, o la Verdad, y así sentir el toque clemente y protector del Cristo.
Pero ¿acaso la Ciencia Cristiana no requiere que la gente progrese espiritualmente, deje de pecar, y así por el estilo? Sí, lo requiere porque es totalmente cristiana, y el cristianismo requiere que espiritualicemos nuestra vida. Pero este crecimiento y esta regeneración consiste en que lleguemos a conocer la absoluta realidad de que nuestro propio ser espiritual totalmente bueno es la expresión, o imagen, de Dios, el bien.
De hecho, en realidad, la regeneración no puede llevarse a cabo solamente basándonos en encontrar nuestros defectos humanos. Eso sería tan deprimente que no habría ninguna elevación hacia el Espíritu. Pero es inspirador y estimulante discernir, aunque levemente, que la debilidad o el pecado que deploramos y deseamos superar ha estado oscureciendo nuestra individualidad genuinamente buena que ya existe.
En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, la Sra. Eddy, quien descubrió y fundó la Ciencia Cristiana, escribe: "Preguntaos: ¿Estoy viviendo la vida que más se acerca al bien supremo?"
Esta pregunta, por sí sola, sería suficiente para abrumar a un corazón honrado. En muchos casos, probablemente es saludable que el corazón se abrume, es decir, que debido a la confianza basada en algún sentido personal de posición y poder se sienta impotente al captar una vislumbre de la bondad genuina. Pero la pregunta realmente no está sola. La explicación cristianamente científica del bien supremo, Dios, apoya e incluye esta pregunta en Ciencia y Salud.
La observación de Jesús: "Ninguno hay bueno sino uno: Dios", probablemente nos deba hacer recapacitar. Debe hacernos pensar una y otra vez acerca de tratar de perfeccionar un concepto esencialmente mortal sobre nosotros mismos para que entonces podamos orar.
Después de todo ¿quién podría ser suficientemente bueno humanamente para merecer la perfección del bien divino? No obstante, debido a que Dios es infinitamente bueno, El no está negando nada bueno al hombre en ningún momento. Por esta razón siempre somos suficientemente buenos para orar. Como se informa que la Sra. Eddy dijo en cierta ocasión: "Vi el amor de Dios circundando al universo y al hombre, llenando todo espacio, y ese Amor divino penetró de tal manera mi propia consciencia que amé con la compasión propia del Cristo a todo lo que vi". Citado en We Knew Mary Baker Eddy (Boston: The Christian Science Publishing Society, 1979), pág. 68.
Alaben la misericordia de Jehová,
y sus maravillas para con los hijos de los hombres.
Porque sacia al alma menesterosa,
y llena de bien al alma hambrienta...
Luego que clamaron a Jehová en su angustia,
los libró de sus aflicciones;
los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte,
y rompió sus prisiones.
Alaben la misericordia de Jehová,
y sus maravillas para con los hijos de los hombres.
Salmo 107:8, 9, 13–15
