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Cuando Era Adolescente...

Del número de marzo de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Era Adolescente pasé por un período de profunda depresión y desaliento. Mis padres se habían divorciado y la familia se había dispersado. Parecía que ya no tenía una verdadera familia, ningún adulto al que le importara mi porvenir; no tenía dinero ni ninguna posibilidad de obtener una educación superior. Cuando estaba con amistades de mi edad, trataba de esconder un sentido, cada vez mayor, de pánico e incapacidad para enfrentarme sola al mundo. Consideré el suicidio seriamente y traté de decidir como lo podría lograr.

Aunque estaba interesada en la religión, leía la Biblia y discutía su significado, no podía encontrar mucho consuelo. Un día, un amigo de la familia me dijo: "Nunca vas a ser feliz; haces demasiadas preguntas, y no hay respuestas".

Había oído un poco sobre la Ciencia Cristiana y estaba algo interesada, pero vivíamos en un pueblo pequeño donde no había servicios anunciados. Entonces parte de la familia, incluyéndome a mí, se mudó temporalmente a una ciudad. Casualmente le comenté a un adulto que acababa de conocer que yo tenía curiosidad sobre la Ciencia Cristiana y pregunté como podría averiguar algo sobre ella. El me dijo: "Ellos tienen Salas de Lectura de la Ciencia Cristiana", y buscó en el directorio telefónico la dirección de la Sala de Lectura más cercana.

Al día siguiente, después de la escuela, fui directamente a la Sala de Lectura. La bibliotecaria respondió a mi sed de la verdad. Nunca me he olvidado de su gentileza y amabilidad. Conversó conmigo, me prestó un ejemplar del libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras escrito por Mary Baker Eddy, y me habló sobre los servicios religiosos de la iglesia y la Escuela Dominical de una iglesia filial de Cristo, Científico, cercana. Empecé a leer, y, ¡a encontrar las respuestas que buscaba! También encontré consuelo en una nueva comprensión de la paternidad, en la comprensión de que, en realidad, Dios es el Padre y la Madre del hombre.

Un día, una vecina me pidió si yo podría ir a su casa para cuidar a su hijito durante dos semanas unas pocas horas al día después de la escuela. Yo acepté, y al término de ese lapso, ella me pagó unos cuantos dólares, que era una gran cantidad en aquel tiempo. Para el asombro de todos, en vez de comprarme zapatos o ropa, fui directamente a la Sala de Lectura y compré el libro Ciencia y Salud con la encuadernación en cuero negro que me costó exactamente la cantidad que gané.

En la escuela estaba tratando de ajustarme a clases que eran más avanzadas en algunos temas que la otra escuela a la que había asistido. Casi inmediatamente hubo un examen de geometría. Miré las preguntas y me di cuenta de que no tenía la preparación adecuada para contestarlas. Entonces me acordé que estaba aprendiendo que Dios es Mente y lo sabe todo y que El es Amor y cuida de cada uno de Sus hijos. Estudié el primer problema cuidadosamente, y, de repente, comenzó a tener sentido. Lo resolví; entonces continué con el siguiente problema, hasta que terminé todos los problemas correctamente.

Si bien no estaba buscando curación física, pronto descubrí este aspecto de la Ciencia Cristiana. Tenía solamente un problema serio de salud, migraña crónica. Con frecuencia me habían dicho que había heredado esta enfermedad de mi padre, quien había sufrido de este mal toda su vida. Estudiaba la Ciencia Cristiana y oraba y a veces solicitaba la ayuda de otros Científicos Cristianos. La ayuda me llegaba, pero tarde o temprano aparecía otro dolor de cabeza.

Un día, cuando los dolores de cabeza comenzaron, traté de orar mientras limpiaba la casa; pero pronto la vista se afectó tanto que no podía ver lo que estaba haciendo, y me sentí muy enferma. Guardé la escoba y me acosté en el sofá. Al buscar ayuda mediante la oración, me hallé pensando más o menos de esta manera: ”¡Toda oración, todas las verdades que afirmamos yo y otros, son verdad aquí y ahora mismo!” Me levanté, tomé la escoba otra vez, y me puse a trabajar, aunque todavía me sentía mal y casi no podía ver.

En poco tiempo la vista se aclaró y el dolor y la sensación de sentirme enferma desaparecieron. Esta curación ocurrió hace sesenta y cinco años, y fue el final de los dolores de cabeza; nunca he tenido otro. Estoy agradecida por las muchas curaciones y bendiciones que he recibido por medio del estudio de la Ciencia Cristiana, pero esta curación siempre ha sobresalido como una luz brillante en mi vida.

Entre las curaciones más recientes que he experimentado está la curación de sordera. Mi audición está bastante normal ahora. También he sanado de una dificultad física que, una mañana, me impidió sentarme o levantarme de la cama. Por medio del tratamiento de la Ciencia Cristiana, recobré mi fuerza y mobilidad, y el problema no se ha repetido. A través de los años, he estado agradecida por la guía, el consuelo, la curación y la protección que resultan del estudio de esta Ciencia, y por el privilegio enriquecedor de trabajar en las iglesias filiales.


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