Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

En paz, cuando se cerró la puerta del ascensor

Del número de marzo de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En una clase de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana estaban conversando sobre "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios". A Laura, Nathan y Skander les gustó esta bienaventuranza porque en seguida entendieron lo que significaba. (Su nueva maestra era la mamá de Skander, y ella había planeado que aprovecharían todo ese año de clases para analizar juntos las Bienaventuranzas.)

— Un pacificador no pelea — dijo Nathan. El lo había comprobado al permanecer tranquilo cuando otros niños lo molestaban o le quitaban sus juguetes.

— Yo puedo ser una pacificadora en mi casa quedándome callada cuando los demás duermen — dijo Laura.

—¡Cristo Jesús fue un pacificador porque sanó a la gente! — dijo Skander.

— Martin Luther King fue un pacificador porque trabajó por la paz entre los negros y los blancos — dijo Nathan.

Entonces Laura dijo algo muy especial. — Ser un pacificador significa no tener miedo.

Todos en la clase se quedaron muy callados. Laura trató de explicar lo que quería decir. — A veces, cuando estás en una tienda muy grande, puede suceder que pierdas de vista a tu mamá mientras ella hace sus compras. Pero un pacificador no sentiría miedo, porque estarías tan lleno de paz que sabrías que Dios está allí mismo ayudándote.

Todos vieron que ser un pacificador incluye muchas y variadas formas de hacer el bien.

Algunos días después, Skander y su mamá fueron a un centro comercial. Encontraron un lugar para estacionar el auto en el garaje justo al lado del ascensor. Mientras la mamá sacaba sus cosas del auto, Skander salió corriendo para apretar el botón del ascensor. Eso era lo que más le gustaba: apretar el botón para abrir la puerta, y luego elegir el número del piso al que deseaban ir.

Sólo que esta vez Skander tuvo una sorpresa. Ya habían apretado el botón. La puerta estaba abierta y había gente dentro del ascensor. De modo que entró solo. El problema fue que las puertas del ascensor se cerraron de inmediato. ¡La mamá no tuvo tiempo de llegar al ascensor! Ella corrió, pero el ascensor bajó a otros pisos. Podía escuchar a Skander llamándola. Era terrible. Skander no sabía hasta dónde iba a seguir bajando el ascensor, y su mamá no sabía qué hacer para volver a reunirse con él.

Pero entonces ella se acordó de la bienaventuranza acerca de la paz, que era la tarea que tenía Skander para su clase de la Escuela Dominical. Aun durante ese mal momento podía orar y saber que ella y Skander estaban llenos de paz. Dios los estaba ayudando a ambos a ser pacificadores al darles el valor y la sabiduría para saber lo que debían hacer; tuvo la seguridad de que Skander también sentía el amor de Dios, a pesar de que estaba separado de ella. Se quedó esperando allí mismo donde estaba y oró hasta que el ascensor regresó.

Cuando se abrió la puerta, ¡ahí estaba Skander! Estaba apoyado contra la parte de atrás del ascensor con la cara muy enrojecida, tratando de no llorar. La gente que estaba en el ascensor expresó alegría cuando la mamá tomó a Skander en sus brazos.

Mientras Skander lloraba sobre su hombro, ella le susurró en el oído: — Oh Skander, Dios me dijo lo mejor que yo podía oír mientras te esperaba. Si aprietas el botón, te lo diré tan pronto como lleguemos al piso al que vamos.

Skander se inclinó hacia los botones del ascensor. Luego se bajó de los brazos de su mamá y ambos se tomaron muy fuerte de la mano hasta que llegaron a un banco cercano a su fuente favorita. Skander subió a las rodillas de su mamá para poder hablar más en privado. El siempre demostraba interés cuando podía escuchar algo de Dios.

—¿Te acuerdas cuando Laura nos dijo en la Escuela Dominical lo que significaba ser un pacificador? Ella dijo que como somos los hijos de Dios estamos llenos de paz y no tenemos por qué estar asustados. Dios me dijo que tanto tú como yo somos pacificadores. A pesar de que tú estabas solo en el ascensor, Dios te estaba llenando de paz.

Las lágrimas de Skander se estaban secando. — La gente que estaba en el ascensor me ayudó. Los que iban saliendo del ascensor decían a los que entraban a qué piso debía ir yo. Eso fue muy amable de su parte ¿no es cierto?— Luego Skander dijo: — A mí no me gustó que no estuvieras conmigo, pero Dios me estaba ayudando.

— A mí tampoco me gustó estar separada de ti — dijo la mamá. Vamos a hacer la promesa de que no volveremos a subir a un ascensor sin darnos la mano.

—¡De acuerdo! — gritó Skander y de un salto se bajó de sus rodillas y salió corriendo para ver cuántas monedas había en la fuente.

La mamá quería orar un poco más. Le parecía importante saber — pero saber de verdad — que Dios siempre está cuidando de Sus hijos.

Pensó en la segunda parte de la bienaventuranza: ". .. porque ellos serán llamados hijos de Dios". El hombre es el hijo de Dios. Está lleno de paz y de todas las buenas cualidades de Dios. Estar en paz es una ley que no cambia aunque las situaciones cambien. La oración nos ayuda a descubrir la paz y a defenderla.

A la hora de marcharse, Skander corrió hacia el ascensor, como de costumbre, y apretó el botón. Entonces se rió y tomó la mano de su mamá, y cuando llegó el ascensor entraron juntos.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / marzo de 1991

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.