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Recurramos a la ley del Amor divino al hacer negociaciones laborales

Del número de marzo de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la mesa de negociaciones laborales se pueden establecer algo más que contratos. Algunas veces, el futuro de compañías enteras y el de muchos empleados depende de esas negociaciones. En dichas circunstancias, ha comprobado que la oración es indispensable. Ha trabajado en asuntos relacionados con personal cerca de trece años. Actualmente es vicepresidente del departamento de recursos humanos de una corporación en Dallas, Texas. El y su personal dirigen o supervisan las negociaciones de los contratos laborales de las veintiuna plantas manufactureras de dicha compañía.

Amenudo, la gente considera que las negociaciones laborales son un proceso de discusiones entre adversarios. ¿Cuál es su opinión al respecto? Cuando leemos los periódicos y libros de historia acerca de los acuerdos colectivos, vemos que todo el proceso de los acuerdos colectivos nació del deseo, entre las partes interesadas, de hallar alguna manera, sin llegar al conflicto, de resolver las desavenencias y llegar a un arreglo en asuntos de gravedad.

Como Científico Cristiano, me es sumamente difícil buscar otra cosa que no sea un arreglo. Cuando se llega al punto del desacuerdo, el desafío no es convencer, molestar o amenazar a la otra parte con lo que pasará si está en desacuerdo. En vez de eso, el desafío es estar más alerta, ser honesto y franco en nuestras relaciones con los demás, respetar las preocupaciones de los demás. Cuando vemos que el desacuerdo consiste en la sincera necesidad de ver las cosas con mayor claridad, entonces se trabaja sobre ese aspecto.

Por otra parte, si el desacuerdo consiste en desconfianza, beligerancia u odio ciegos, entonces es importante sacarlo a la superficie, ver en qué consiste, y reconocer por qué estamos en desacuerdo. No se debe a que la solución propuesta esté equivocada. No se debe a ninguna otra razón sustancial. Consiste en desconfianza o antipatía mutua o en algo parecido. De manera que tenemos que encarar ese problema.

¿Cómo afecta el hecho de que usted sea Científico Cristiano su enfoque en las negociaciones laborales? Considero que la Ciencia Cristiana es indispensable en mi trabajo. El proceso del pacto colectivo está bastante bien definido y detallado por la ley. En realidad, los temas que la compañía y el sindicato tienen que tratar son cuestiones legales. De manera que, de contrato a contrato, ya se sabe de qué se va a tener que hablar.

Pero hay temas que están cargados de emotividad. Con frecuencia, la gente trae a las discusiones opiniones muy definitivas acerca de lo que se debe o se tiene que hacer. Normalmente, el proceso tiene que ver con el reconocimiento de preocupaciones y problemas y la discusión de soluciones alternativas para esos problemas. Uno se encuentra frente al desafío de [encarar] opiniones humanas incompatibles y, a veces, graves desacuerdos sobre soluciones satisfactorias.

Con frecuencia, hay un segundo orden del día que consiste en emociones ocultas que las partes ponen también sobre la mesa. Tienen que sentir la satisfacción de que se los ha escuchado; de que han expresado su opinión. Tienen que sentir que han sido tratados con honradez y de una manera respetuosa y que no han sido ignorados o tratados con falta de equidad.

Este segundo orden del día es probablemente la agenda más importante en los procedimientos. Es en la que veo que la Ciencia Cristiana brinda la ayuda especial para mantenerse en una línea de conducta moral, honesta, consecuente y respetuosa. La única manera en que se puede lograr esto con cierto grado de coherencia es amando sinceramente a la gente con la cual se trabaja. A pesar de los desacuerdos evidentes sobre ciertos asuntos, he podido ver, con la ayuda de la Ciencia Cristiana, que allí mismo durante esos trámites el Amor divino nos está sosteniendo a cada uno de nosotros en una perfecta relación mutua, y está ocupándose de las necesidades humanas que se han puesto delante de nosotros. Esa oración y ese hecho es probablemente la herramienta más poderosa que tengo.

¿Tiene usted algún ejemplo en especial? En toda negociación hay ejemplos. El invierno pasado logré la negociación de un contrato importante. Habíamos estado negociando, con algunas interrupciones, durante dos semanas, y era evidente para ambas partes que estábamos llegando al momento de considerar nuestra posición final en un asunto muy importante. Habíamos estado hablando acerca de este asunto en especial durante un par de días, y vi claramente que necesitábamos concluir esta deliberación y seguir adelante. No obstante, me preocupaba que el hacerlo así podría provocar una fuerte reacción del otro grupo. Yo no tenía ningún interés en que este asunto se volviera un obstáculo, porque teníamos muchas cosas importantes de qué hablar. Cerca de las tres de la madrugada, hicimos una pausa. Mi grupo estaba preparando una contrapropuesta para el sindicato. En ese momento empezaron a relucir los malos humores y había inquietud en ambos lados. Salí afuera solo y traté de poner en perspectiva lo que en realidad estaba ocurriendo. Traté de apartar mi atención de los asuntos humanos y obtener un claro sentido de lo que era espiritualmente verdadero acerca de estos trámites.

De hecho, me hice esta pregunta: "¿Qué es lo que Dios sabe acerca de lo que está ocurriendo?" Mi atención se dirigió hacia el hecho espiritual de que Dios es Todo-en-todo. Y de que Dios es Amor. Toda persona es, en realidad, la perfecta expresión de Dios, el Amor, porque Dios lo hizo de esa manera. Esto para mí significa que la paciencia, la vigilancia, el entendimiento y la compasión son las expresiones obvias e inevitables del Amor divino en nuestra experiencia ahora mismo. Dios no se fue a dormir a la medianoche abandonando al grupo. En ese momento y allí mismo estábamos ante Su presencia y, de hecho, el Principio divino estaba gobernando los trámites. Esa oración me liberó de la pesada preocupación por los asuntos humanos, cambió mi enfoque y realmente alivió mis preocupaciones.

Volví y me encontré con mi grupo. Había allí una actividad que no había antes. Las quejas en cuanto a la fatiga se rechazaron y hablamos constructivamente. Depués volvimos al cuarto de reunión e hicimos nuestra declaración al sindicato.

La declaración produjo una reacción emocional muy fuerte en el representante del sindicato. Pero en medio de ese acaloramiento vi que él estaba presentando algunas ideas que eran importantes para nosotros. Y aunque fueron expresadas a gritos, eran exactamente lo que queríamos oír. Esto nos dio una base para concluir las discusiones esa noche. Estuvimos de acuerdo en volver a reunirnos más tarde en la mañana y continuar. Habíamos atravesado lo que parecía ser un obstáculo.

A la mañana siguiente, cuando nos reunimos, terminamos con el asunto muy rápidamente y de una manera que dejó a todos satisfechos. Nos levantó la moral a todos. Dio impulso a los trámites. Así que pudimos abordar otros temas que eran igualmente delicados con verdadera seguridad de que podíamos trabajar juntos con mutua confianza y resolver esos asuntos.

Para mí fue una clara indicación de que la ley del Amor gobierna y dirige la situación. Cuando recurrimos a esa ley, incluso en medio de la oscuridad de lo que podría ser la más tensa de las situaciones, vemos que da resultados.

Tengo la impresión de que a usted no le agrada creer que hay "tipos malos" en una negociación. Por supuesto que no. Considero que no beneficia sacar conclusiones negativas acerca de la gente con la cual tratamos. Eso no concuerda con mi punto de vista acerca de mi prójimo, el punto de vista que tengo gracias a la Ciencia Cristiana. En muchas situaciones es muy fácil estimar que la gente con la cual tratamos es desagradable. Hay gente que parece jactarse de ser desagradable. Y hay personas que hacen cosas que son fácilmente mal interpretadas u ofensivas y antagonistas. Cuando ocurren esas cosas, nos sentimos inclinados a pensar que no hay base para mantener relaciones ni esperanza de resolver desacuerdos.

Pero eso no es verdad en un sentido metafísico y espiritual. Sólo parece ser verdad en nuestra manera de pensar. Lo apropiado y esencial que debo hacer en esa situación es examinar lo que sé que es verdad acerca del hombre y acerca de Dios, y después comprender que lo que es verdad acerca de Dios y el hombre en un sentido universal, tiene que ser verdad acerca del hombre en un sentido individual. Allí mismo, donde parece haber rasgos de carácter desagradables, nos damos cuenta de que sólo está el hijo perfecto de Dios.

He podido establecer relaciones con individuos que han tenido la reputación en nuestra compañía de ser desagradables. Han surgido algunas amistades maravillosas, y debemos atribuir ese hecho a la obra de nuestro Padre-Madre Dios.

¿Podría usted hablar más extensamente sobre esto? Debido a que somos hijos de Dios, estamos ante todo apropiada y perfectamente relacionados con Dios, y, Dios a su vez, debido a que El es Amor, nos mantiene a todos en Su creación en perfecta relación. Esto nos da la base para la confianza, la honradez, el respeto y el afecto.

¿Se ha hallado usted ante una situación en que el sentimiento de confianza pareció derrumbarse? Pues, recuerdo una situación. Yo había confiado en que el representante del otro grupo era honesto conmigo. Estábamos comprometidos en una negociación, y en todo en lo que estuviéramos de acuerdo en ese sitio, influiría lo que se estaba llevando a cabo al mismo tiempo en otro sitio. Se me indujo a creer que podíamos resolver nuestros problemas sin consultar o comprometer a otras personas. Estaba yo procediendo en una dirección especial, y creí que estábamos adelantando en buena forma. Entonces, probablemente dos o tres días antes de que las negociaciones concluyeran, me sorprendió enterarme de que había asuntos en el otro sitio que tenían que resolverse antes que pudiéramos proseguir hacia un acuerdo. Esto significaba que yo ahora tenía que presentar y tomar en consideración varias propuestas muy costosas que no había tomado en cuenta. Para mí, el asunto fundamental era que la persona con la cual estaba tratando me había engañado.

Ibamos a tener que hacer un importante cambio de dirección a última hora. Todas las personas que formaban el comité del sindicato probablemente sabían lo que se esperaba, lo que yo tenía que hacer, y lo que la gente en el otro grupo estaba esperando que yo hiciera. Inicialmente me sentí totalmente desamparado. Creí que habíamos perdido toda base para llegar a un acuerdo.

Decidí llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara mediante la oración. Al hablar con el practicista, obtuve un claro sentido de que el engaño no tiene poder y que no puede tener efecto en trámites que son, en el hecho espiritual, gobernados por Dios, el Amor. El progreso que habíamos estado haciendo y los cambios que debían hacerse, fueran los que fueran, eran el resultado de que estábamos dirigidos y gobernados por el Amor, por Dios. Hay una sola Mente infinita, y esta Mente única nos estaba impulsando de una manera inteligente y apropiada. No teníamos que temer de que podríamos ser afectados o desviados por ningún engaño o deshonestidad.

Llamé al representante del sindicato. Le pregunté si podíamos tomarnos un día libre antes de volver a reunirnos. En ese día viajé a dos lugares fuera del sitio de las negociaciones y hablé con esa otra gente sobre sus preocupaciones de las que, sólo a última hora, me había enterado. Encontramos soluciones eficaces para sus problemas. Al final del día, pude volver y trabajar con el representante del sindicato.

Resultó que pudimos empezar donde habíamos suspendido las negociaciones y seguir resolviendo algunos problemas bastante mayores, y tratamos los asuntos que preocupaban a las personas del segundo lugar. Los engaños, las reacciones, el resentimiento, el odio — todas esas cosas que pudieron haber surgido y haber hecho que todos nosotros dejáramos de hablar — jamás interrumpieron los trámites.

Cuando llamé al practicista, no sabía con claridad lo que necesitaba hacer específicamente para encarrilar una vez más las cosas. Yo no tenía un plan. No podía ir al manual del negociador y buscar la solución rápida, porque la situación era muy complicada, confusa y tensa. Después que colgué el teléfono, pensé sobre esto metafísicamente, bajo la luz de la Ciencia Cristiana. Toda la idea de posponer las negociaciones, tomar un avión, volar aquí y allá, reunirme con esa gente, trabajar con ellos de una manera en especial, y luego regresar y reiniciar las negociaciones, todas esas ideas vinieron. Cuando pasamos por una de esas experiencias, comprendemos qué ayuda, o fuerza tan maravillosa y poderosa es la oración en asuntos como éste.

He visto casos en que se va a la mesa de negociaciones y se trata con personas cuyas expectativas parecen muy irrazonables. Es imposible imaginarse que pueda haber una manera para llegar a una posición mutuamente aceptable. Y, sin embargo, cuando vemos que realmente es Dios, el Alma, que da forma a nuestras expectativas, empezamos a comprender que no tenemos por qué dejar que nos atemoricen esas diferencias aparentemente irreconciliables. Podemos confiar en que todos serán llevados al punto en el que puedan ver y apreciar lo que deben hacer y ser guiados en esa dirección.

De tiempo en tiempo, las cosas sí se ponen difíciles, y, no obstante, mi propio concepto de eso es que cuando vemos que Dios está gobernando y cuando se inician los trámites aceptando que hay una sola Mente y que toda persona en la mesa de negociaciones es receptiva a esa única Mente, puede ser que la emoción se exprese, pero no nos atemoriza. No nos intimida. No interfiere en la corriente de ideas.

Viajo en aviones y empiezo a conversar con la persona sentada a mi lado acerca de lo que hacemos, y menciono que me dedico a este tipo de trabajo, y casi siempre hay una reacción inmediata. "¡Oh, yo nunca podría hacer eso! Es sumamente difícil, muy desagradable, hay mucho rencor". Jamás lo ha sido para mí. Ha sido un medio maravilloso para probar lo que Cristo Jesús enseñó acerca de la relación entre Dios y el hombre y acerca de nuestra relación con nuestro prójimo. Es un gran lugar donde estar.

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