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Es miércoles por la noche; ¡saltando, pongámonos de pie!

Del número de marzo de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"Y Saltando, Se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios". Así describe la Biblia al hombre que, habiendo sido cojo de nacimiento, fue sanado por Pedro y Juan.

Recuerdo perfectamente la primera vez que me puse de pie para dar un testimonio en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. ¡No fue precisamente un asunto de saltar y ponerme de pie! En realidad, estaba un poco tembloroso, pero tenía un sincero deseo de alabar a Dios por la manera en que cuidaba de mí. Y al reconocer que Su inteligencia me dirigía e inspiraba, las palabras surgieron solas. Desde esa vez he hablado con frecuencia en las reuniones de los miércoles aunque, probablemente, no tan a menudo como podría hacerlo, considerando las muchas bendiciones que he recibido de la Ciencia Cristiana.

Una experiencia en particular con respecto a las reuniones de los miércoles fue cuando era miembro de un pequeño grupo de Científicos Cristianos que recién comenzaba a reunirse en una base militar en otro país. Sólo nos reuníamos un miércoles al mes; pero en cada reunión todos los que asistíamos, que éramos generalmente seis o siete, dábamos testimonio de cómo la gracia de Dios se había manifestado en nuestra experiencia desde la última reunión. Siempre se notaba un constante progreso en la actividad cristiana. Los comentarios eran originales en un lenguaje claro y espontáneo. Sentíamos la gratitud de cada testimoniante; y, a menudo, nuestro propio progreso espiritual se veía fortalecido y alentado por las nuevas ideas que escuchábamos sobre la práctica de la Ciencia Cristiana. Cuando fui transferido, alrededor de quince meses más tarde, nuestro pequeño grupo había aumentado los domingos a veinte o veintidós, con mayor asistencia a las reuniones de los miércoles.

A medida que vivimos la Ciencia Cristiana lo suficiente como para tener todos los días motivos para estar agradecidos, estamos viviendo realmente para la humanidad y desafiando la indiferencia hacia la genuina espiritualidad. Si bien no es imprescindible que demos un testimonio todos los miércoles, siempre podemos estar preparados. Fue el prepararnos para compartir nuestras curaciones lo que dio inspiración a nuestro pequeño grupo, y eso es lo que trae inspiración y curación a nuestros servicios religiosos hoy en día. Aun cuando hubo veces en que tuve que hacer grandes esfuerzos físicos para llegar a una reunión de los miércoles y he salido sanado y muy inspirado, generalmente lo que más me ha ayudado fue haber ido a la reunión preparado. Al principio esto me pareció sorprendente; pero, en realidad, no debería haberme sorprendido, ¿verdad? Prepararse para relatar una curación que ocurrió durante la semana, preparar un testimonio de agradecimiento u orar por nuestra iglesia o por la comunidad, es poner realmente nuestro pensamiento en armonía con la Mente divina y estar más receptivos a lo que ella nos indica.

Prepararnos para dar un testimonio puede ser parte de nuestra oración diaria. Cada día podemos estar agradecidos por el bien que hemos recibido; podemos orar para estar más alerta a la dirección de Dios y regocijarnos al comprender la totalidad de Dios aquí y ahora, con nosotros. Entonces escuchamos, dejando que nuestras actividades diarias sean determinadas por nuestro más elevado entendimiento de lo que constituye la dirección divina. Si al preparar un testimonio en oración silenciosa damos gracias por alguna curación que hemos tenido, pedimos a Dios que nos ayude a dar forma a nuestros pensamientos para expresar fielmente nuestra gratitud, y nos regocijamos sabiendo que Su presencia está con nosotros guiándonos, y luego escuchamos, Dios nos inspirará con las palabras apropiadas para describir la experiencia.

No hay poder que pueda oponerse a Dios o privarnos de Su guía. No hay nada que pueda hacernos temer que no hablamos lo suficientemente bien o que no podemos expresar nuestros pensamientos con palabras. De todas maneras, en realidad no estamos formando pensamientos; estamos dejando que Dios, la Mente infinita, se exprese a Sí mismo a través nuestro. Esta preparación es como barrer las telarañas en un sendero del bosque, como lo hace tan a menudo el primer excursionista de la mañana. Nuestra contribución a la reunión favorece nuestro propio progreso y ayuda a aquellos que escuchan nuestros testimonios.

En realidad no puede haber una regla que diga con cuánta frecuencia una persona debería dar un testimonio. En nuestro pequeño grupo parecía bien que cada uno de nosotros diera un testimonio en cada reunión. Pero en las iglesias filiales con una mayor concurrencia la participación será menos frecuente. Sin embargo, necesitamos estar preparados y escuchar la dirección de Dios, para realmente saber con qué frecuencia debemos "saltando, ponernos de pie".

A medida que estudiamos y oramos diariamente vamos comprendiendo más que Dios está expresando constantemente Su bondad a nuestro alrededor y que somos capaces de dar más pruebas de esa bondad. Y es justamente de esta manera que tenemos más experiencias en las cuales basar nuestros testimonios. La Sra. Eddy indica con claridad en sus escritos la importancia de los testimonios (ver Manual de La Iglesia Madre, Art. VIII, Sec. 24) y dice que expresar gratitud por las bendiciones ya recibidas, abre la puerta a otras bendiciones (ver Ciencia y Salud 3:24–26). A medida que comprendemos cada vez más claramente que el hombre refleja al único Dios, el Amor, tenemos la seguridad de que nada — ni falta de educación, práctica para hablar ni cualquier otra cosa — puede evitar que expresemos nuestro amor, dando gracias públicamente. Los testimonios no tienen por qué ser largos y de gramática impecable. Por supuesto, deberían ser dados de manera que sean fáciles de entender. Pero, es la sustancia y la sinceridad, no la forma y la longitud, lo que cuenta. Cuando los que escuchan sienten la gratitud, humildad y convicción espiritual del orador, cuando ven que la experiencia deriva del sincero esfuerzo del individuo por entender mejor su relación con Dios, el testimonio es inspirador y se vuelve un instrumento de curación.

Es de particular importancia que los servicios religiosos, la Escuela Dominical y las Salas de Lectura, sean vivientes para nosotros y para quienes asisten por primera vez. Si vamos a compartir algo con los recién llegados debemos demostrar que lo que tenemos para compartir trae alegría y es práctico, y que no es una teoría impracticable. Hay una manera segura de demostrar esto: trabajando honradamente por la humanidad mediante la curación, la regeneración y el regocijo individual que se extiende para incluir a todos.

Nuestra Guía, la Sra. Eddy, nos dice en Escritos Misceláneos: "Olvidaos de vosotros mismos al trabajar por la humanidad; entonces atraeréis al fatigado caminante a vuestra puerta, el peregrino y el extranjero vendrán a vuestra iglesia, y hallaréis acceso al corazón de la humanidad". Sentiríamos esto como una carga si no fuera por la frase siguiente que nos asegura que no lo es: "Mientras avanzáis humildemente, sed fieles y valientes en la lucha cristiana, y la paz coronará vuestra alegría".

Por lo tanto, unámonos a nuestra Guía viviendo el espíritu de la curación por el Cristo. Entonces siempre tendremos algo por lo cual saltar para alabar a Dios. Veremos que nuestra alabanza anima a los demás a hacer lo mismo, siendo también precursora de las nuevas bendiciones que nos llegarán.

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