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¿Cómo separamos lo bueno de lo malo?

Del número de junio de 1991 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestra Experiencia Humana a menudo puede parecer una confusa mezcla de bien y de mal. Es difícil a veces decir dónde termina el uno y comienza el otro. Puede ser aún más difícil tratar de separar los dos y liberarse de lo malo. Por lo general, terminamos sintiéndonos frustrados y preguntándonos cómo fue que nos metimos en tamaño embrollo.

¿Hay alguna salida? Los medios humanos que ofrecen solución a menudo son confusos e ineficaces. No obstante, mediante la Biblia y las enseñanzas de nuestro Maestro, Cristo Jesús, podemos encontrar soluciones. Jesús dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida". El impartió muchas de sus enseñanzas mediante parábolas. La parábola de la cizaña y el trigo específicamente trata este aspecto. Nos dice cómo "un enemigo" secretamente sembró cizaña en el campo de un agricultor y cómo sus siervos querían ir de inmediato a arrancarla. Pero el agriculotor les dijo que tenían que esperar y arrancar la cizaña durante la siega.

Eruditos de la Biblia nos dicen que la cizaña es probablemente una hierba amarga y venenosa, conocida como joyo barbado, una planta que se parece al trigo. Aparentemente, es muy difícil distinguir el trigo del joyo hasta que ambos han crecido. Los rabinos del tiempo de Jesús consideraban la cizaña como "trigo pervertido".

El problema era cómo separar los dos. Los siervos querían ir presurosos a arrancar la cizaña. El agricultor les dijo que no lo hicieran, "no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo". El trigo tenía que crecer y madurar, no sólo para que los cuidadosos siervos no arrancaran al mismo tiempo el trigo, sino también para que pudieran ver la diferencia entre los dos. Entonces, al tiempo de la siega, el trigo podría ser separado de la cizaña. Esta debía atarse en manojos para ser quemada, y el trigo debía almacenarse en el granero.

La Ciencia Cristiana proyecta sobre esta parábola una nueva luz y revela su aplicación práctica. El trigo representa la realidad espiritual, aquello que es creado por el Espíritu, Dios. La cizaña representa el mal, todo lo que se origina en un sentido material de la vida. La siega representa la separación de lo real y lo irreal, que se efectúa mediante el reconocimiento del bien espiritual en la consciencia humana.

Leemos al comienzo de la Biblia que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza. La Ciencia Cristiana acepta esto como literalmente verdadero, pero nos dice que la semejanza de Dios tiene que ser verdaderamente igual a El, espiritual, no material. A medida que permitimos que nuestra comprensión del hombre como imagen de Dios aumente en nuestro pensamiento, comenzamos a ver la irrealidad de la creencia mortal que se abriga acerca del hombre, la falta de poder de la cizaña. Como lo afirma Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: "La creencia mortal (el sentido material de la vida) y la Verdad inmortal (el sentido espiritual) son la cizaña y el trigo, que el progreso no une sino separa".

¿Cómo nos ayuda este sentido espiritual de la parábola en la confusión mencionada anteriormente? Hace poco, mi esposa y yo tuvimos una experiencia en la cual aplicamos estas ideas. Aun en los matrimonios mejor avenidos hay ocasiones en que surgen disputas y malentendidos. Mi esposa y yo tuvimos una discusión que nos dejó deprimidos, furiosos y con un sentido de conmiseración propia durante varios días. Y como si esto fuera poco, nuestro bebé no se veía muy contento y mostraba síntomas de mucho malestar debido a los efectos de un resfrío. Nuestros esfuerzos por orar y superar el enredo sólo aportó alivio parcial. La Lección Bíblica, que apareció en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana de aquella semana, incluía la parábola de la cizaña y el trigo. Profundicé en aquella narración como nunca antes.

A medida que pensaba en la disputa que había tenido con mi esposa, la primera lección que aprendí fue sobre el proceso espiritual de separar la cizaña del trigo. Me di cuenta de que la parábola me estaba diciendo que yo tenía que ser paciente y no tratar de hacerlo prematuramente. Me di cuenta de que la lógica y las evidencias humanas a menudo son inadecuadas para guiar en el proceso de separar el bien del mal. Primero tiene que haber mucho desarrollo moral y espiritual. Comprendí que mi trabajo no era desarraigar el problema, tratando de analizar y hallar una explicación de por qué había ocurrido, o sentirme preocupado porque había sucedido, o buscar un medio humano para salir del laberinto. Esto sería el enfoque de la sicología humana. Había estado tan enfrascado en mi esfuerzo de justificar cómo yo me sentía y tratando de que mi esposa hiciera y dijera lo correcto para solucionar el problema (¿por qué será que siempre tratamos de hacer que la otra persona cambie?), que perdí completamente de vista el trigo: nuestra verdadera naturaleza como hijos perfectos de Dios.

Entonces comprendí que mi trabajo no era el de enfocar el problema desde el punto de vista de la creencia mortal, viendo al hombre como egoísta, subordinado a otros y sensible. Por el contrario, mi trabajo era dejar que la Verdad inmortal se desarrollara en mi consciencia. A medida que percibía con mayor claridad que tanto mi esposa como yo éramos realmente el reflejo perfecto de Dios — generosos, íntegros, alegres — se hizo evidente que la cizaña de la depresión, el enojo y la conmiseración propia no eran parte de nuestro ser, y pude separar de nosotros esos errores en mi pensamiento.

También comencé a percibir que simplemente condenarnos a nosotros mismos o condenar a otros no es la solución. En la parábola no hay condenación para el agricultor que sembró la buena semilla, tampoco se condenó la calidad de la semilla o del terreno, ni se implicó que la culpa era de los siervos. La causa fue claramente identificada como "un enemigo". Comencé a percibir que estos pensamientos erróneos no eran en modo alguno mis pensamientos; no tenían base en Dios y, por lo tanto, no tenían lugar en mi experiencia. La Ciencia Cristiana muestra que "el enemigo" es la creencia de que somos mortales, limitados y discordantes; la creencia de que podemos estar separados de Dios. Partiendo desde esta base clara, yo podía comenzar el proceso de regeneración tan crucial en nuestra vida como cristianos, a saber, desprendernos de pensamientos y acciones equivocados. Puesto que Dios no origina pensamientos y acciones erróneos, El nos dota de poder en nuestros esfuerzos por vencerlos.

Pero lo mejor de todo es que la cizaña no puede dañar el trigo. El agricultor no se perturbó cuando se descubrió que había cizaña. No se preocupó de que el trigo pudiera echarse a perder. Sabía que aun cuando el trigo estaba mezclado con la cizaña, los cascabillos del trigo no estaban contaminados y que la siega resultante sería la de un trigo puro. Como lo explica Ciencia y Salud: "Lo temporal y lo irreal nunca tocan lo eternal y lo real. Lo mutable y lo imperfecto nunca tocan lo inmutable y lo perfecto. Lo inarmónico y lo autodestructivo nunca tocan lo armónico y lo autoexistente. Esas cualidades opuestas son la cizaña y el trigo, que realmente jamás se mezclan, aunque (a la vista mortal) crezcan juntos hasta la cosecha; entonces la Ciencia separa el trigo de la cizaña mediante la comprensión de que Dios está siempre presente y que el hombre refleja la semejanza divina".

Me di cuenta de que mi esposa y yo nunca realmente habíamos sido tocados por la disputa ni por las consecuencias de la conmiseración propia ni del poco amor propio, que se expresaban en ira y resentimiento. Este estado mortal del pensamiento no era parte del hombre de Dios. Esta fue la cosecha: la Ciencia había separado la cizaña del trigo en mi pensamiento, y el resultado fue una completa curación para mí y para mi esposa. Con nuestra liberación, nuestro bebé se liberó completamente de los síntomas del resfrío.

Esta parábola me ayudó a sanar otra situación también. Recientemente me había estado obsesionando una época de mi pasado, que fue muy perturbadora y embarazosa, la cual deploraba profundamente. Mi esposa me hizo ver que las mismas lecciones de la cizaña y el trigo eran aplicables aquí. La naturaleza del hombre, verdadera y espiritual, no es tocada por experiencias discordantes. El error, del cual uno se ha arrepentido y lo ha vencido, no tiene poder para obsesionar el pensamiento. Una lección final de la parábola me ayudó aquí. El destino de la cizaña fue el de ser atada en manojos y quemada. Este no fue un acto de venganza sino que fue, entre otras cosas, una provisión práctica. Palestina sufría de escasez de leña para el fuego, por lo tanto, la cizaña, atada y seca, serviría de combustible. Vi que estas experiencias me habían enseñado tremendas lecciones, habían resultado en una transformación de carácter. Habían sido combustible útil para purificar mi pensamiento y mi vida. Una vez cumplido su propósito, me podía desprender de ellas y no ser ya más obsesionado por ellas.

Estas palabras de la Biblia son muy ciertas: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra". Las parábolas de Jesús son instrumentos maravillosos para ayudarnos a percibir la aplicación específica de la verdad a los pormenores diarios de nuestra experiencia humana. Lejos de estar limitadas a un lugar remoto y a un tiempo pasado, estas verdades son inmediatas y frescas, y están rebosantes de curación.

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