Cuando se enfrentan urbanistas y ecólogos quizás lo primero que se pierda sea la esperanza. Las respuestas a cómo debería utilizarse la tierra — o cómo tendría que haberse utilizado — parecen disminuir a medida que los desacuerdos aumentan. Pero el científico neocelandés , especialista en preservación ambiental, considera que la oración puede ayudar a que renazca la esperanza, y puede conducir a que se encuentren nuevas perspectivas para solucionar los problemas ambientales, así como a un mayor acuerdo entre ambas partes. El doctor Lauder es un científico del Departamento de Preservación del Ambiente en Invercargill, Nueva zelanda, donde sirve de consultor para asuntos de la preservación del ambiente. Partes de esta entrevista también fueron transmitidas por onda corta en El Heraldo de la Ciencia Cristiana.
Glen, como Científico Cristiano y como funcionario oficial que se ocupa de la preservación del ambiente, debes estar buscando soluciones desde un punto de vista muy particular. ¿Cuál es la situación y cómo la encaras? Bueno, como Científico Cristiano lo fundamental es nuestra necesidad de percibir la naturaleza y el orden espirituales de la creación de Dios. Es comprender y ver mejor el bien que refleja a Dios. Como funcionario para la conservación del ambiente, mi actividad es tan variada como lo que hubiera podido imaginar. Antes de dedicarme a esto me había especializado en ciencias naturales, y al trabajar por la preservación del ambiente me doy cuenta cada vez más de que hay algo en esto que realmente disfruto.
Y¿qué es? Uno trabaja con asuntos que se relacionan con uno mismo. Se encuentra frente a algo que la gente siente muy cerca de su corazón.
¿Porque tienen miedo a las consecuencias que estos asuntos encierran o porque aman el ambiente? Primero, y antes que nada, porque amamos el ambiente. Lo maravilloso de trabajar en esto es que casi todos en todas partes sienten algo en común con uno. Todos parecen amar las montañas, los pájaros, el mar.
Entonces, con todo ese amor, ¿cómo es que cuando caminamos por la playa o cuando vamos al bosque, o a las montañas, encontramos basura en todas partes? Creo que porque ni miramos ni vemos. No miramos a nuestro alrededor para ver las consecuencias de lo que hacemos. Hay también problemas que son más profundos: problemas de codicia y de pereza, que parecen tener influencia en todas partes. A cualquier lugar del mundo que uno vaya, encuentra una y otra vez los mismos problemas: no sólo desperdicios y basura, sino también sustancias químicas tóxicas, y el mal uso de nuestros ríos y mares.
¿Has orado sobre estas cosas? Sí. Hubo un incidente hace unos años. Algunos proponían el desarrollo urbano a lo largo de la costa, y otros estaban muy preocupados por las consecuencias que esto tendría en el ambiente, tanto por los efectos en el panorama, como los efectos en el ecosistema. En este asunto no podía decirse que había dos posturas claramente definidas; pocas veces las hay. No se podía afirmar que había "buenos" y "malos". Yo me encontraba en el medio. Teníamos debates realmente buenos, enérgicos, pero también había animosidad en el fondo.
Entonces ¿no estaban progresando? No estábamos avanzando. Sólo estábamos tomando posiciones opuestas; y en ese momento pude darme cuenta de que era necesario apaciguar la situación. Me alejé del "campo de batalla" inmediato para orar. A través de la oración, estaba tratando de ver con mayor claridad el bien que había en todos los grupos presentes, porque todos ellos eran hijos de Dios. Era posible encontrar una base común, porque en realidad teníamos un parentesco común, un Padre, que es Dios.
Pude ver que teníamos puntos en común, en particular ese amor por el ambiente.
Entonces ¿ninguno estaba tratando de ser destructivo? Bueno, yo no diría eso. Ninguno aparentaba ser destructivo, pero, por supuesto, distintas personas veían diferentes prioridades. Algunos lo veían como una oportunidad para hacer algunos trabajos o para ganar algún dinero. Otros lo veían como una oportunidad para preservar un lugar muy hermoso. Sin embargo, debíamos tener las cosas claras para ver cuáles eran nuestros motivos, y fue por este motivo que recurrí a la oración.
Este tema de la motivación, ¿se habló entre el grupo? Sí. Como primer paso, noté que estaban comenzando a escuchar y a hablar entre ellos. Y a medida que lo hacíamos, la idea de obtener ganancias, de servir a un grupo de accionistas, de hecho estaba subyacente en el pensamiento de estas personas.
Las personas que estaban en favor de la urbanización no eran malas, pero definitivamente sentían que los impulsaban grandes capitales. Quienes estaban a favor de la preservación del ambiente sentía un miedo terrible porque de alguna manera sentían que tenían que representar a todos los demás ecólogos y a los niños del futuro. No se trataba simplemente de una bahía en una hermosa isla. Era un ejemplo de las muchas bahías en todo el mundo. De hecho, era un ejemplo de los desafíos que presentan tanto los océanos como las bahías.
Comenzamos a darnos cuenta de que por un lado el fundamento era la avaricia, y por el otro el temor. Pero al orar, y al hablar con otros, me di cuenta de que podíamos comenzar a ver más allá de esos temores y problemas. Estábamos comenzando, paso a paso, a derribar los muros que nos separaban.
¿Cómo empezaste a orar? El primer paso fue tranquilizarme. Cuando uno está en medio de una situación de gran hostilidad — a veces había hasta setenta personas enojadas sentadas frente a nosotros — lo primero que tiene que sentir es que es posible lograr la paz, porque el amor está allí, y es el amor de Dios.
Así fue que lo primero que hice fue tratar de serenarme. Estaba liberándome de la excitación en que me había sumido esa situación, de que yo tenía que luchar por esto o por aquello. Probablemente si tenía que luchar por alguna de esas cosas, pero sólo cuando hubiera realmente identificado al enemigo. El enemigo es la codicia, el temor, la ignorancia.
Después de serenarme tuve que llegar a percibir tan claramente como me fue posible qué era lo que realmente estaba controlando la situación. Aquí fue donde la oración y mi comprensión de la Ciencia Cristiana me ayudaron más. Sabía que hay un Dios, una Mente, un creador del universo. Hay una sola Mente divina que controla, ordena, equilibra y bendice todo.
Esto ayudó en la reunión. Yo cumplí una función fundamental: respondía a preguntas e informaba. Y a veces tenía que dar preeminencia a la conservación del ambiente; pero la forma en que uno responde a las preguntas depende de cómo uno se siente realmente. Al orar, percibí una sola Mente buena e infinita que fundamenta toda situación, y eso fue disipando mi temor.
Cuando se presentó un conflicto entre los grupos, pude percibir que todavía había una solución. De modo que estaba trabajando sobre la base de que había una esperanza. Poco a poco, sobre todo a medida que quienes estaban involucrados en la situación comenzaron a ver la posición de la otra parte, modificando un poco su opinión, empezaron a decir: "Sí, creo que puedo ver algo bueno en eso".
Estos problemas no se pueden resolver de la noche a la mañana; y éste en particular todavía se está tratando. Pero hubo una apertura de pensamiento a dos cosas: primero, que la otra parte no es automáticamente mala, que se puede ver algo bueno en cada punto de vista. Y segundo, se tuvo fe en que podíamos encontrar una solución.
En mi trabajo uno no encuentra cada mañana una nueva solución maravillosa, pero sí se ven soluciones paso a paso. Creo que hemos avanzado al dar algunos pasos constructivos.
La Sra. Eddy escribe sobre la belleza que nos rodea de una manera que yo siempre asocio con la esperanza. Habla sobre la belleza que vemos en el universo, y escribe que podemos decir acerca de esta belleza: "Amo tu promesa; y algún día conoceré la realidad y la sustancia espirituales de la forma, la luz y el color de lo que ahora, por tu intermedio, percibo veladamente; y sabiendo esto, estaré satisfecho". Esto es de sus Escritos Misceláneos. Quizás nosotros necesitemos ver que ésta es la realidad del ambiente que nosotros estamos tratando de valorar y respetar. Sí; mi esperanza de salvar algunos de esos lugares hermosos que sentimos que son amenazados, se fortalece cuando elevo mi pensamiento por sobre la evidencia material actual hacia un sentido más elevado, hacia lo que el sentido espiritual me dice que está allí. Cuando estaba en medio de nuestras violentas discusiones, si yo hubiera aceptado la evidencia de ira, entonces me hubiera mantenido en ese nivel de discusión. Hubiéramos seguido argumentando, esperando que al final del día alguno ganaría.
De la misma manera, si uno parte del punto de vista de un ambiente frágil y vulnerable, ese es el nivel en el que uno se mantiene. Podrá dar vueltas sobre lo mismo, podrá tratar de ver que algo bueno triunfa al final, pero se aferra al punto de vista de que las cosas se están arruinando, de que quizás se hayan perdido para siempre.
Ahora bien, en medio de esa discusión, cundo estábamos orando — y supongo que otros estaban orando también —, cuando estaba apartándome de la lucha de cada día, y elevando mi pensamiento, veía algo más profundo en lugar de ver a esas personas enojadas. Había estado allí todo el tiempo: el hombre a imagen de Dios, el hombre y la mujer que son mi hermano y mi hermana, porque tenemos un Padre-Madre, Dios.
Cuando elevé mi pensamiento a ese nivel, si bien no se llegó a un acuerdo inmediato, las cosas realmente comenzaron a cambiar.
Lo que estás diciendo es que hay poder en esa oración, en esa elevación del pensamiento, que algo bueno resultará de ello. Sin duda. Y uno tiene esperanza porque siente el poder y la presencia del bien infinito, de Dios. Y se siente seguro de que ese poder y esa presencia están disponibles en toda situación.
Para mí, una de las cosas más interesantes en cuanto a la mayoría de los asuntos ambientales, es la receptividad de la mayor parte de la humanidad para resolver estos problemas una vez que se encuentra el camino para tomar una resolución. Una de las cosas más temibles ante el problema de los bosques tropicales de Brasil, por ejemplo, es la sensación de desesperanza. Y cuando hablo con expertos en el ambiente, con las personas que se ocupan de la preservación de los bosques y de los pájaros, en Gran Bretaña y en Zelanda, lo que noto es su sensación de desesperanza ante la envergadura de este problema. Están buscando soluciones prácticas, y están tratando de encontrar a personas que no estén tan absortas en el problema para que puedan ver esas soluciones prácticas.
El amor siempre motiva más a la gente que el temor. Y tan pronto como captan un destello de esperanza, la gente de la comunidad y de las empresas simplemente parecen responder bien.
Hasta que podamos superar ese sentido de desesperanza, el mundo entero parece estar en una gran espiral descendente. Pero la visión espiritual, al comprender el hecho de que hay una perfección que no puede ser alterada ni contaminada ni disminuida de ninguna manera, da a uno una base para esperanza, de la cual pueden surgir los pasos humanos para solucionar los problemas.
