Noticias Recientes Acerca de la economía me recuerdan una considerable merma en las exportaciones que sufrí hace más o menos una década. El dólar de los Estados Unidos había subido a un nivel histórico y la economía en el mercado de mis exportaciones había caído en receso.
Una comprensión del bien que procede de las leyes divinas de Dios me sacó de esa experiencia con excelentes resultados. Lo cual nos introduce al tema de este artículo: ¿Cómo podemos aplicar las verdades espirituales a los problemas de negocios sin terminar tratando de manipular la oración para lograr fines meramente materialistas?
El primer paso es ampliar nuestro concepto de los negocios para que dejen de ser un mero intercambio de mercancías y servicios y se conviertan en una actividad para servir a Dios y a nuestro prójimo. A medida que ganamos comprensión espiritual y somos honrados y justos en nuestras transacciones comerciales, ejercemos una influencia sanadora.
Puede que algunos se pregunten cómo es posible que el esforzarse por ser buenos pueda realmente ayudarnos en este duro mundo de los negocios, en el cual se considera que los intereses propios son el motivo principal y donde tantos factores parecen estar fuera de nuestro control.
Pues bien, la bondad humana de por sí no nos asegura las bendiciones de Dios. El bien que hacemos tiene que ser el resultado de una mayor comprensión de que Dios es el bien infinito. Para poder confiar en los caminos de Dios, necesitamos conocer mejor a Dios y conocernos mejor a nosotros mismos. Mediante el estudio de la Ciencia Cristiana aprendemos que Dios es tanto Amor infinito como Mente infinita: la fuente de todo bien e inteligencia. Aprendemos que el hombre es la expresión misma de este Amor y Mente infinitos. A medida que nuestra comprensión de Dios aumenta y nos damos cuenta de que El incluye toda sabiduría y amor, nos encontramos más dispuestos a dejar que El dirija nuestro camino. Entonces el bien que hacemos es genuino, y nos bendice y bendice a otros significativamente. El Amor divino hace que expresemos mayor consideración por los empleados, clientes, y por todos aquellos con quienes tratamos, en tanto que la Mente divina nos da la inteligencia y las ideas que aportan excelencia a nuestras actividades comerciales.
Si tratamos de usar la oración por la razón egoísta de obtener favores de una deidad invisible a quien comúnmente llamamos Dios, nos sentiremos frustrados. Dios no es alguien a quien podamos engatusar para que nos envíe el bien. Dios es el Principio divino de todo lo bueno, quien jamás deja de derramar copiosamente Su bondad infinita a Sus amados hijos. Tomamos posesión de este bien al comprender que Dios es todopoderoso y el bien siempre presente, y reconocer nuestra relación espiritual con El. Podemos purificar nuestros motivos comprendiendo lo que realmente somos: la imagen espiritual del Espíritu, Dios. Todo lo que refleja la Vida y el Amor divinos sólo puede ser bueno, y en la proporción en que comprendemos esta verdad, expresamos cualidades tales como amor abnegado, gratitud, compasión y honestidad. De hecho, todas las cualidades espirituales de Dios — y hay una cantidad infinita de ellas — son nuestras para que las expresemos.
En nuestras transacciones comerciales es muy liberador saber que el hombre no es lo que los sentidos mortales dicen que es: un ego independiente y mortal, que actúa impulsado por motivos egoístas. Por cierto que así pareciera ser, pero las Escrituras nos aseguran que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, totalmente bueno. Mediante el estudio piadoso espiritualizamos nuestro concepto de Dios y del hombre y vamos viendo, cada vez en mayor medida, que el hombre depende de su fuente divina para todo lo que realmente es. El hombre en realidad refleja el amor del Amor divino, la inteligencia de la Mente divina y la integridad del Principio divino.
El punto de vista mortal egocéntrico y codicioso acerca del hombre es un concepto erróneo. Podemos desprendernos de este concepto dejando que el pensamiento ceda a la idea espiritual de lo que es el hombre. En la medida en que lo hacemos, nuestro carácter mejora y se producen cambios en nuestras relaciones con los demás. A su vez notamos un mejoramiento en las actividades de los demás para con nosotros. Si antes nos hallábamos tan obsesionados por la ganancia a expensas de la honradez y la consideración hacia los demás, ahora sentiremos un impulso que viene de Dios a actuar con imparcialidad, justicia y amor. Desearemos corregir nuestros errores pasados cuando quiera que sea posible. Es evidente que el único camino valedero para el logro de cualquier bien, es el camino de Dios. En los negocios esto se alcanza suministrando con honradez un producto útil o un servicio útil a los demás.
Aun cuando la Mente divina nada sabe de transacciones materiales, cada esfuerzo humano incluye en sí mismo la oportunidad de expresar las cualidades e ideas espirituales de Dios. Estas representan Su abastecimiento para nosotros y eficazmente sostienen y vigorizan nuestras actividades comerciales. Un negocio significativo y de propósito brinda a la sociedad algo de valor, y merece progresar y triunfar. Cuanto más se someta el negocio a los caminos de Dios tanto más progresará y mayor será el número de la gente que será bendecida con su actividad correcta.
En Ciencia y Salud la Sra. Eddy enfatiza este punto: “En la relación científica entre Dios y el hombre, descubrimos que todo lo que bendice a uno bendice a todos, como lo demostró Jesús con los panes y los peces — siendo el Espíritu, no la materia, la fuente de provisión”.
Lamentablemente, en los negocios hay muchos ejemplos donde la codicia y la avaricia dictan lo que la gente hace. Al igual que Jacob, el personaje bíblico, muchos tratan de beneficiarse mediante el engaño y la manipulación de las circunstancias.
Jacob tomó ventaja del hambre momentánea de su hermano Esaú para comprarle su primogenitura, y más tarde engañó a su anciano padre para robarle a su hermano su bendición paterna. Pero Jacob sufrió por sus actos incorrectos. Tuvo que huir de la venganza de su hermano. Después él mismo fue engañado por Labán, su suegro, para quien tuvo que trabajar siete años más para casarse con Raquel. Fue sólo después de una dura lucha con las flaquezas de su propio carácter que Jacob finalmente aprendió que debía buscar su herencia en el Espíritu, Dios.
No tenemos por qué cometer los mismos errores que cometió Jacob, y si hasta el presente los hemos cometido, podemos comenzar ahora a corregir nuestra manera de actuar. Todos tenemos una abundante primogenitura espiritual. Podemos descubrir sus riquezas dejando que un sentido espiritual acerca de la vida transforme nuestra consciencia, nuestros motivos y nuestros propósitos. Nuestra herencia divina derivada de Dios nos da el derecho de disfrutar la alegría de vivir nuestra identidad espiritual y la experiencia fructífera y significativa que esto aporta.
Nuestro Maestro, Cristo Jesús, dijo que a nuestro Padre celestial le place darnos el reino. Y por cierto que Jesús comprobó esto en su propia vida. El siempre tuvo lo que necesitaba, hasta el dinero para pagar los impuestos. Sus actividades eran altruistas; glorificaban a Dios y beneficiaron en gran medida a la humanidad. El reino de Dios, del cual habló, es el sentido espiritual de la vida que se obtiene al comprender que el Espíritu divino es la única sustancia que existe. La materia no es sustancia. Y a medida que vamos desprendiéndonos de la falacia de que la materia es algo por lo cual vale la pena esforzarse por tener, guardamos a salvo el bien que ya tenemos y esto nos dispone para recibir más.
La Ciencia Cristiana, al revelarnos un concepto de la existencia completamente diferente, en el cual el Espíritu es todo lo que vale la pena tener y que constituye la única realidad, nos libera de las cadenas del materialismo. Las cargas y tensiones de los esfuerzos materialistas son eliminados, y comenzamos a disfrutar la vida como el desarrollo del bien que Dios imparte. Somos motivados por propósitos más elevados, y procuramos metas más notables. Y en medio mismo de las exigencias habituales del diario vivir de los negocios, experimentamos algo del reino de los cielos.
Da satisfacción ver cómo nuestros propósitos espirituales tienen repercusiones múltiples para el bien en la vida de otros. El bien que expresamos se desborda para enriquecer la vida de proveedores, empleados, asociados, clientes, competidores, amigos y hasta la de aquellos que piensan que son nuestros enemigos. Nos sentimos seguros sabiendo que cada fase de nuestro negocio pertenece al Amor divino y que su único propósito es el de glorificar a Dios y bendecir a la humanidad. Al ser inspirados y dirigidos por el Cristo — la influencia divina de Dios — no podemos dejar de triunfar en lo que hacemos.
Los desafíos de los negocios brindan mucha más satisfacción cuando el sentido espiritual es el que “maneja el timón”. El Cristo, la Verdad, nos eleva a un sentido del bien infinito que deriva de Dios, en cuyo bien hallamos la sustancia inagotable del Espíritu, la actividad dinámica y productiva de la Vida, y las ideas infinitas de la Mente. ¡Cuán recompensador es, entonces, percibir el bien que alcanzamos al expresar al Cristo en nuestras actividades comerciales! Ciencia y Salud enfatiza este punto básico al decir: “El Alma tiene recursos infinitos con que bendecir a la humanidad, y alcanzaríamos la felicidad más fácilmente y la conservaríamos con mayor seguridad si la buscásemos en el Alma”.
Al esforzarnos por expresar las cualidades de Dios también hallamos protección contra la avaricia y codicia de otros. El Cristo nos ilumina con profunda percepción acerca del carácter humano y con un claro discernimiento de las verdaderas intenciones de la gente. No hay ingenuidad en el Cristo. Realmente, todo lo contrario, porque el sentido espiritual agudiza y aumenta nuestras capacidades mentales. Dejamos de ser presa fácil de las decepciones y maniobras ventajistas de otros. El Cristo, la Verdad, desenmascara y neutraliza el mal.
Muchos factores económicos, legales, sociales y de otra índole pretenden influir adversamente los intereses de nuestros negocios. Pero cuando mantenemos nuestras actividades comerciales de acuerdo con las leyes divinas de Dios, nuestras actividades progresan movidas por la acción perpetua y armoniosa de la Mente. Nada puede obstruir el propósito de Dios. Las circunstancias cambian para bien y se presentan nuevas oportunidades, como por ejemplo, nuevos productos y nuevos mercados.
Ahora bien, ¿qué pasó con la merma que experimenté en las exportaciones de mi negocio hace casi una década? Nuevos mercados se abrieron en medio de terribles condiciones económicas. Terminamos el año con excelentes ventas. Aunque éstas ahora solo son un recuerdo, el crecimiento espiritual que obtuve por abrir mi camino mediante la oración en aquella experiencia, continúa beneficiándome a mí y a otros.
Traed todos los diezmos al alfolí
y haya alimento en mi casa;
y probadme ahora en esto,
dice Jehová de los ejércitos,
si no os abriré las ventanas de los cielos,
y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde.
Malaquías 3:10