¿Hay Alguien Entre nosotros que, en una ocasión u otra, haya despertado por la mañana preguntándose cómo va a pasar ese día, deseando no tener que encararlo?
El temor, por supuesto, es el enemigo principal. He comprobado que lo que me ayuda a aliviar mis temores es dirigir mi pensamiento a las verdades en cuanto a Dios y al hombre que estoy aprendiendo en mi estudio de la Ciencia Cristiana. De acuerdo con la Biblia, una verdad esencial es que Dios, el Espíritu, es el afectuoso creador que lo ha hecho todo y lo ha hecho bueno. La verdad resultante es que el hombre, hecho a semejanza del Espíritu, es la creación espiritual de Dios, que posee todo lo bueno que Dios da.
Cristo Jesús explicó a un mundo incrédulo: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”. Al aprender lo que Jesús conocía acerca de la esencia espiritual de nuestro ser, podemos obtener una creciente y segura libertad. A medida que comprendemos mejor el amor que Dios tiene para con nosotros y empezamos a demostrar en nuestra vida diaria el poder y el cuidado protectores del Espíritu infinito, primero se va un temor, y luego otro y otro.
Los temores que surgen temprano por la mañana se centran, por lo general, en preguntas tales como “¿Qué me traerá el día de hoy?” “¿Qué va a ocurrir?” Si solamente nos concentramos en las condiciones materiales del mundo, no es de extrañar que nos sintamos angustiados. No obstante, en lugar de estar contemplando la materia o las condiciones materiales — la carne que “para nada aprovecha”—¿qué decir si primero recurrimos a Dios?
Se relata que Jesús se levantaba temprano por la mañana e iba a orar y escuchar a su Padre. Esos momentos de comunión espiritual lo preparaban para sus días ocupados. Ahora bien, si Jesús necesitaba hacer eso ¿cuánto más lo necesitamos nosotros?
Aun cuando puede no ser fácil silenciar la incesante habladuría que se ocupa de las cosas materiales, es necesario que escuchemos lo que Dios, el Espíritu, nos está diciendo. Para ello es necesario disciplinar nuestro pensamiento, y tener persistencia; pero la quietud interior, el sentido de paz que obtenemos, no puede medirse. Al silenciar las dudas y los temores, al aquietar nuestro pensamiento, podemos escuchar Su respuesta.
Tal vez la primera respuesta sea simplemente la amable y consoladora seguridad de que el cuidado que nuestro Padre tiene para con nosotros jamás nos faltará. Entonces ¿de qué bien nos proveerá El a medida que transcurre nuestro día? Dios nos proveerá de todo lo que sea necesario para responder a cada necesidad, ya sea fortaleza, provisión, o inteligencia: fortaleza para llevar a cabo tareas que al principio pudieron parecer superiores a nosotros; sabiduría e inteligencia para encarar situaciones difíciles o un horario muy exigente.
Algunas veces las respuestas vienen de maneras inesperadas. Un curso de acción que jamás esperábamos puede presentarse de una manera muy clara. He recibido muchas respuestas acertadas en mis momentos de escuchar temprano por la mañana. He aquí un ejemplo:
Hacia el final de mi carrera profesional, por varias razones, que incluían necesidades en mi hogar, mi trabajo de jornada completa se fue volviendo muy exigente. Una mañana al estar orando, me vino al pensamiento, de una manera sorprendente pero muy clara, que debía renunciar y buscar un empleo por horas. Necesitaba seguir teniendo entradas, y si bien esto significaría una reducción en mis entradas, sabía que si éste era un paso correcto, mis necesidades serían satisfechas.
Todo esto parecía muy difícil. Surgió el argumento: “Nadie quiere emplear a gente que haya llegado a cierta edad”. “Esta es una región en el campo donde hay poco trabajo”. No obstante, yo había comprobado a través de experiencias anteriores que cuando el Espíritu inteligente, o Mente divina, nos dirige, debemos ser obedientes. Al seguir la dirección de Dios, estamos a salvo y seguros.
Envié mi renuncia y empecé a buscar empleo, pero parecía que no había ninguno. Pasaron algunas semanas. Pero como había sido guiada a seguir este camino, sabía que estaba bien seguir en él. Entonces se me informó de un puesto del cual nunca había oído. Ni siquiera sabía que existía ese empleo. Era un empleo por horas y podría usar la mayoría de las habilidades que había adquirido a través de los años. Pero el empleo exigía mucho, y vi que todo lo que acarreaba era bastante atemorizante.
Desde la mañana en que iba a tener la entrevista, me sentí indecisa y aprensiva. Traté, lo mejor que pude, de calmar y aquietar mi pensamiento. Después vino una profunda sensación de que todos podemos saber cuando la dirección de Dios nos recuerda nuestra relación espiritual con El. Para mí la respuesta divina vino en dos palabras: “Sigue adelante”. Así lo hice y fui elegida para el puesto. El trabajo era sumamente variado, y me dio muchas oportunidades de ayudar y servir a otros. Me quedé en el puesto por varios años.
Hay un relato en uno de los Evangelios acerca de una mañana en el Mar de Galilea. Después de la crucifixión de Jesús, los discípulos volvieron a pescar. Estaban trabajando asiduamente en la oscura noche del desaliento, sintiendo una derrota aplastante. No habían pescado nada. Llegó la mañana y sus redes estaban vacías. Pero Jesús estaba allí, de pie en la orilla, a pesar de que no lo reconocieron al principio. No obstante, escucharon lo que dijo y obedecieron su indicación de arrojar las redes por segunda vez, y hallaron peces en abundancia. Entonces se dieron cuenta de que era Jesús y vieron que había preparado comida para ellos. Se sentaron para compartirla y escuchar lo que les dijera. Con qué anhelo, con qué total atención, deben de haber escuchado los discípulos las palabras de su Maestro. Esa comida que tomaron juntos temprano por la mañana, los sustentó y fortaleció, no sólo para el día venidero, sino para los años de trabajo y servicio que tenían por delante.
Dado que la omnipresencia de Dios está siempre con nosotros y El nos brinda todo lo que necesitamos, la mañana debe ser un momento maravilloso. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy da esta definición bíblica: “La Mañana: Luz; símbolo de la Verdad; revelación y progreso”. Si parece que hemos trabajado asiduamente sin ningún provecho, como esos discípulos hace tiempo, nosotros también podemos escuchar al Cristo — la idea espiritual de Dios, que Jesús expresó tan perfectamente — que nos invita al refrigerio matutino ya preparado para nosotros. En quietud podemos escuchar las verdades que Dios nos revelará, escuchar Su sabia y afectuosa dirección. Entonces estaremos listos para las tareas que nos esperan; para días de progreso y realización.