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Una mejor respuesta

Del número de enero de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Situacion Era así: Yo era un joven estudiante que empezaba su primer año en la escuela secundaria. Era una época emocionante con muchas cosas interesantes para realizar y nuevos amigos por conocer. Pero, desafortunadamente, también había unos grandotes de un año superior que siempre me estaban molestando. Me atormentaban, se burlaban de mi ropa, de mi tamaño, de mi deseo de ser un buen estudiante. No sabía como reaccionar. Quería evitarlos y quería que se terminara el ataque verbal del cual era objeto.

¿Esta anécdota le resulta familiar? ¿Ha estado usted en una situación similar? Tal vez en un escenario diferente, pero con la misma sensación de frustración y futilidad. O, quizás, usted pertenece a un grupo que es acosado. ¿Hay un final feliz para esta anécdota?

He encontrado que recurrir a la Biblia en busca de inspiración y de guía es de mucho provecho cuando se trata de resolver problemas. Aunque la Biblia narra incidentes y personajes que están en un escenario y en una época muy diferente de la nuestra, las situaciones y los problemas que esa gente enfrentó, no son, en realidad, tan diferentes de lo que nosotros enfrentamos hoy. El ser amedrentado y tener enemigos no es ninguna novedad.

Tome, por ejemplo, a José y sus hermanos. José fue uno de los doce hijos de Israel. Sus hermanos le tenían resentimiento porque el padre le daba un tratamiento especial. Cuando tuvieron la oportunidad, los hermanos vendieron a José como esclavo. Fue llevado a Egipto. Muchos años después, durante una sequía, sus hermanos fueron a Egipto a buscar comida. José, quien para entonces se había convertido en un hombre poderoso e influyente, respondió al pedido de comida con extrema generosidad. Más adelante la familia de José, incluso su padre Israel, fueron a vivir a Egipto bajo su cuidado especial.

La respuesta de José fue realmente notable. Les dio abundantemente a los mismos hermanos que lo habían arrojado fuera de la familia. José en su posición de poder, pudo haberlos puesto en prisión fácilmente. Podríamos preguntarnos por qué razón José los perdonó. ¿Qué base hay para esta absolución?

Para comprenderlo debemos examinar profundamente nuestro concepto de Dios y del hombre. La Ciencia Cristiana enseña que Dios es el Amor universal. El hombre como creación espiritual, no material, de Dios es amado con plenitud. El amor de Dios no está ni limitado ni falto de ninguna manera. De hecho, Dios es el origen infinito de todo amor. En consecuencia, desde este punto de vista, también es imposible negar ese amor a los demás. Cuando al orar reconocemos este hecho, comenzamos a experimentar Su cuidado en formas tangibles. Prácticamente, esta oración nos lleva a ver a nuestro prójimo de una manera distinta, nos conduce a realizar actividades más provechosas y brinda soluciones a los conflictos. Podemos probar con confianza una declaración de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas”.

Podemos ver que esto fue verdad para José. A pesar de que al principio sus hermanos lo trataron con crueldad, José no estuvo privado de la bondad y generosidad de Dios. Por cierto, estuvo en una posición en la cual le fue posible ayudar a sus perseguidores de una manera mucho más que adecuada. Una parte de la descripción de José en Ciencia y Salud reconoce esto: “... afecto puro que bendice a sus enemigos”.

Sin embargo, usted puede pensar que esta idea de “bendecir a nuestros enemigos” es exigir demasiado. Más adelante en la Biblia, en el Sermón del Monte que nos dejó Cristo Jesús, recibimos la siguiente orden: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen..., y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. Por cierto que esto describe las acciones de José, ¿pero no es pedir demasiado de nosotros? ¿Por qué no es suficiente tener una especie de amable tolerancia? Si queremos ver al hombre que creó el Amor, tenemos que comprender que, desde el punto de vista de Cristo, no tenemos enemigos. Una “amable tolerancia” concibe, a lo menos sutilmente, la imagen de alguien o algo que no está en armonía con nosotros. Si no tenemos enemigos, entonces nada puede realmente dañarnos. Este hecho nos ayuda a liberarnos del resentimiento. Ya sea que se nos ataque individualmente o como miembros de un grupo mayor, podemos bendecir a nuestros enemigos al verlos en la luz correcta como expresiones del Amor. Algunas veces esto parece todo un desafío. Pero siempre trae curación. Regresemos a la escena que inició este artículo.

Un día, después de haber orado sobre esa situación, se me presentó la oportunidad de bendecir a mis enemigos. El único día en que se vendían las entradas para una asamblea de la escuela, yo había llevado el doble del dinero que se necesitaba para comprar una. Después de comprar mi entrada, me detuvo uno de los muchachos que más me molestaba. Se había olvidado de traer el dinero y no le podía pedir prestado a sus amigos. En broma, me preguntó si podía prestarle dinero. Para su gran sorpresa y sin titubear, le di el dinero que me pedía. Todo el resentimiento de mi parte se desvaneció en ese instante, puesto que ya no lo veía como a un enemigo. Me devolvió el dinero unos días después. Luego de este incidente dejaron de hacerme bromas y de tomarme el pelo. El conflicto había terminado.

Por supuesto que esta solución particular no es una fórmula para resolver todos los problemas. Pero cuando oramos a Dios pidiéndole que nos guíe, encontramos la respuesta que es apropiada para nosotros; la que nos lleva a la curación. Amar a quienes nos han agraviado puede parecer una enorme exigencia. Sin embargo, nos hace comprender más profundamente el amor de Dios por todos y bendice y libera al mundo.

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