"ACONGOJADO". "TIMIDO". "DESCONSOLADO". Lenguaje figurado que no sólo describe emociones dolorosas, sino que también indican vulnerabilidades físicas. Si el mundo nos causa dolor, podemos comprender la profundidad del llamado del Salmista a Dios en busca de ayuda: "Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas".
El lenguaje puede no parecer moderno, pero el anhelo humano en busca de apoyo suena muy familiar. No obstante, algunas veces la gente supone que Dios, el Espíritu, es incierto y lejano y no tiene mucho que ver con lo que estamos enfrentando. Cuando damos a Dios por perdido, nuestro punto de vista en cuanto a nosotros tiende a volverse débil y limitado. Vemos que nos estamos evaluando como un conjunto de materia que da forma a cierto cuerpo físico que no es lo que creemos que debiera ser. La materia parece estructurar todo y pretende que nuestra vida misma depende de ella en varias formas.
Este punto de vista comúnmente mantenido sugiere que nuestro apoyo tiene que venir por medio de alguna forma de materia como una droga. O sugiere que tenemos el temor de que no estaremos a salvo a menos que tengamos con nosotros la presencia física de una persona. Cuando nos olvidamos de Dios, nos preguntamos si lo que necesitamos está agotado o se nos va a despojar de ello o, para empezar, jamás existió.
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