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La provisión y la decisión de entrar en la práctica pública de la Ciencia Cristiana

Del número de enero de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Unos Cuantos años cuando comencé la práctica pública de la Ciencia Cristiana, a menudo sentía temor de no poder pagar las cuentas de la familia. No teníamos ahorros; uno de nuestros hijos iba a la escuela primaria y el otro estaba por ingresar a la escuela secundaria; teníamos una hipoteca, gastos de alimentos, de servicios de luz, gas, agua y teléfono, y una deuda por varios miles de dólares que yo había contraído antes de entrar en la práctica.

Cada vez que recibía por correo un sobre con una cuenta, sentía temor. Muchas veces simplemente guardaba esos sobres en un cajón de mi escritorio, esperando poder dilatar su pago hasta una mejor ocasión.

Una noche cerca de la una, me desperté muy angustiado por la situación económica. Fui al escritorio donde estaban las cuentas sin abrir y comencé a clasificarlas. Muchas de ellas eran reclamos ya por duplicado, primer y segundo aviso de las compañías de servicios, y para mi desesperación, había también un tercer aviso de la cuenta de agua corriente. De hecho, si no se pagaba la cuenta, iban a cortarnos el agua a las ocho de esa misma mañana. Miré cuanto debíamos; lo que teníamos en nuestra cuenta corriente alcanzaba justo para pagarla. Pero me resistía a utilizar el dinero para eso porque el temor me seguía diciendo que si lo hacía no me quedaría nada.

Vencí esa resistencia, corrí al auto y fui a toda velocidad a la compañía de agua corriente. Deposité el sobre con el cheque en el buzón de depósitos nocturnos. Escribí en el sobre con grandes letras en rojo: "ADJUNTAMOS CHEQUE CON NUESTRO PAGO. POR FAVOR, NO NOS CORTEN EL AGUA".

Al volver a casa me hice la promesa de que nunca más volvería a permitir que el temor me impidiese cumplir con una responsabilidad. Nunca volvería a dejar que el temor me indujera a hacerme a mí mismo lo que el temor de por sí no tiene poder para hacer: quitarme mi inocencia, mi sabiduría y el amor, como hijo de Dios.

Pasé las próximas horas abriendo todos los otros sobres. Tiré las facturas que eran duplicadas, ordené las restantes de acuerdo a sus prioridades, y luego oré para eliminar el temor de no poder responder a esas obligaciones. Me pregunté: "¿Puede faltarle algo a Dios? Si la carencia no es parte de la existencia de Dios, ¿podría El, en toda justicia, crear a Sus propios hijos para que estén expuestos a la carencia? Como hijo de Dios, ¿puedo encontrarme alguna vez ante una situación donde no tenga los medios prácticos para comprobar que la carencia no puede controlar mi existencia?"

Al orar para entender y ser guiado a saber cómo encarar mis finanzas ahora que no contaba con un sueldo específico, me di cuenta de que había verdades básicas acerca de Dios que (lejos de ser declaraciones frías e impracticables) eran estipulaciones cálidas y amorosas, que estaban a mi disposición para ayudarme en ese preciso momento y allí mismo donde yo me encontraba esa mañana. Por ejemplo:

• Dios es Uno — El no compite Consigo mismo;

• Dios es infinito — sin comienzo ni fin;

• Dios es Mente — sabiduría e inteligencia.

Lo que comprendí de la unicidad de Dios me permitió ver que no existen dos universos: el espiritual y el que aparentemente me rodeaba en ese momento. Sólo existe el espiritual, que es de Dios. Y cuanto más comprendamos con mayor claridad a Dios como Principio divino y confiemos en El, más percibiremos el reino de bondad y justicia de Dios.

También me di cuenta de que Su universo no se basa en tener que elegir entre alternativas que compiten entre sí. Cada aspecto de la creación de Dios debe tener su valor. Cada uno de ellos debe contar con una provisión adecuada para su existencia. Esta existencia no es restringida sino completa; no depende de que otra parte de la creación ceda parte de su lugar y de su provisión. En consecuencia, hablando humanamente, yo podía esperar que todas mis cuentas se pagarían.

La infinitud del amor de Dios me mostró que la provisión espiritual — la base por medio de la cual percibimos que hay respuesta para todas nuestras necesidades — tiene su fundamento en un Dios ilimitado. Todo lo que sea necesario para mantener el universo eternamente en equilibrio está disponible, sin ninguna posibilidad de que se agote o disminuya. Los medios para pagar mis cuentas debían estar allí. No habían cesado cuando dejé de recibir un sueldo.

El hecho de que Dios es Mente me permitió saber que en Su universo no se desperdicia nada. En realidad, hay abundancia. Pero la sabiduría y la inteligencia determinan que ésta sea una abundancia que satisface plenamente una necesidad, no una abundancia para ser utilizada en extravagancias o abusos. Con esta comprensión me sentí en mejores condiciones para distinguir entre necesidades legítimas y demandas egoístas.

También comencé a ver que así como Dios es la fuente de mi provisión, también es la fuente de la provisión de todos mis acreedores. Esto no era un intento de evadir las obligaciones legítimas sino más bien la eliminación de un falso sentido de responsabilidad, a fin de poder mantener mi pensamiento centrado en lo que es espiritualmente verdadero.

Esa mañana fue para mí el momento decisivo de nuestra demostración de provisión. Las cosas no cambiaron de la noche a la mañana, pero fueron cambiando. Durante los años que siguieron, nos pusimos al día con las cuentas, y la deuda grande fue liquidada completamente.

Durante ese período percibimos la importancia de saber que mi familia y yo no éramos ciudadanos de segunda categoría por haber decidido confiar en Dios. ¿Cómo podía ser que nos convirtiésemos en víctimas por ser obedientes a la principal enseñanza de la Biblia, que indica que Dios es, por encima de todo, bueno y que Dios es la fuente de todo bien?

"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte". Estos versículos de Romanos se convirtieron para mí en un báculo en el cual me apoyé muchas veces.

Durante los días siguientes, mientras oraba para comprender más acerca de lo que es la dignidad, se me ocurrió escribir a nuestros acreedores y compartir con ellos lo que estaba haciendo; explicarles que no estaba intentando dejar de pagar ninguna de las cuentas, sino que por el contrario, las pagaría todas. Me quedé sorprendido ante la respuesta. Recibí algunas circulares con textos impresos por computadora, pero también recibí cartas verdaderas y llamadas telefónicas de personas que expresaron comprensión y apoyo y ofrecían ayuda en la forma en que cada uno podía hacerlo. Comencé a ver algo de la plenitud del universo de Dios que actuaba como un todo coordinado. La mentira de haber perdido la dignidad e integridad comenzó a esfumarse y el progreso se manifestó con mayor rapidez.

Durante este período me di cuenta de que lo que más me ayudaba era examinar mi pensamiento sin cejar. Cada vez que se me presentaba una sugestión de pobreza, de injusticia, de sentirme víctima o de inutilidad, de inmediato me dedicaba a corregir esos malos pensamientos. Oraba para comprender con mayor claridad que todo aquello que debía ser verdad acerca de Dios era también verdad acerca de Su imagen y semejanza, el hombre, que era y es mi verdadera identidad. Si el razonamiento mortal indicaba que yo tenía tiempo para contemplar una sugestión que no se asemeja a Dios, yo sabía que tenía tiempo para corregirla con la verdad de Dios, sea donde fuere que me encontrara o lo que estuviera haciendo.

Empecé a sentir que, desde el punto de vista espiritual, la provisión y la demanda están siempre equilibradas. Son dos maneras de ver lo mismo: la realidad de Dios. ¡Dios es! Esto puede ser equiparado a la provisión. ¡Dios no puede evitar ser lo que es! Esto se puede equiparar a la demanda. Dios es Amor. El Amor no puede evitar ser amoroso. El Amor, y el amor del Amor, están siempre en equilibrio.

Puesto que el hombre espiritual es la representación completa de Dios, el Alma, comencé a vislumbrar la relación del hombre con este equilibrio de provisión y demanda. En el aspecto espiritual, la provisión del hombre debe ser la provisión de todo aquello que hace del hombre el representante completo de Dios. Vi que cuando el argumento de carencia gritaba al máximo, necesitaba comprender que yo ya era la expresión completa de Dios. Necesitaba ver que esta verdad se traducía en un gobierno práctico de mis asuntos financieros, aquí y ahora. Era claro que mi Padre-Madre necesitaba que yo fuera un testigo correcto de El. La Sra. Eddy escribe en Escritos Misceláneos: "Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria".

Al ir comprendiendo esto, los medios que nuestra familia necesitaba para alimentarse adecuadamente y vestirse, pagar las cuentas y mantener la posesión de nuestro hogar, comenzaron a aparecer. A veces la respuesta venía a través de algo que nos sentíamos guiados a hacer. Otras veces, a medida que aprendí a descartar el falso orgullo y el ego, la ayuda se presentaba por medio de lo que nos hacía llegar un afectuoso vecino, un amigo o un miembro de la iglesia.

Durante este período de crecimiento espiritual, también descubrí que había numerosos malentendidos acerca de la provisión y la apariencia humana de provisión, que debían corregirse.

Por ejemplo, comprobé que la provisión y el temor no se complementan. Puede considerarse correcto tener una cuenta de ahorro, o una cuenta para inversiones o una para el momento de jubilarse; pero ese manejo de la provisión nunca debe estar basado en el temor de que Dios no estará presente en el día de mañana para responder a nuestras necesidades.

Esta fue una de las lecciones que los hijos de Israel tuvieron que aprender cuando comenzaron su travesía por el desierto después de que Moisés los sacó de la esclavitud. Era preciso aprender a depender de Dios minuto a minuto. Los israelitas no podían acumular las codornices ni el maná. Ellos debían confiar en que Dios iba a darles su provisión por la tarde y a la mañana siguiente, tal como El lo había hecho la tarde y la mañana de cada día anterior. La sabiduría, no el temor de que Dios no estará mañana o el año que viene, debería ser la base para un manejo adecuado de nuestras finanzas.

Asimismo, yo debía asegurarme de que no estaba comenzando, inadvertidamente, a confiar en la provisión que proviene de la práctica, de inversiones o de beneficios otorgados por el gobierno, cuando lo que yo debía hacer era confiar únicamente en Dios. Dios es siempre la fuente de todo lo que es real y bueno. El dinero, sea cuál sea su origen, es simplemente un símbolo de la provisión que Dios tiene para nosotros.

Otro pensamiento ignorante acerca de la provisión al que debía estar seguro de no sucumbir, era que iba a aparecer como algo mágico. Naturalmente, ¡no tenía sentido esperar que apareciera ante la puerta de mi casa un árbol donde crecía el dinero! Tampoco podía quedarme sentado pasivamente y esperar a ser provisto por no hacer nada. Tenía que trabajar activamente al más alto nivel de mi capacidad — en mi caso, expresando mi entendimiento de Dios a través de la práctica de la Ciencia Cristiana — a fin de ver la provisión de Dios en acción.

Aunque la apariencia humana de provisión a menudo puede presentarse bajo la forma de dinero, debía estar alerta también a no caer en el hábito de ver la provisión solamente en forma de dinero. Comprendí que al confiar en el razonamiento mortal en lugar de confiar en Dios, al planear la solución que yo pensaba era la correcta, al someterme al orgullo o a un falso sentido de responsabilidad, estaría limitando la aplicación de las leyes espirituales a un problema y eso me impediría percibir alguna otra solución divinamente inspirada que respondería a nuestras necesidades mucho mejor que cualquier otra que yo pudiese prever humanamente. Yo tenía que recordar que la provisión también se manifiesta en forma de alimentos, vestimenta, protección, becas, concesiones, donaciones, trueque y tantos otros medios.

El último de los grandes malentendidos que desapareció durante este período, fue el sutil argumento de que la cantidad de nuestras posesiones materiales es una indicación del valor relativo del amor que Dios tiene por nosotros: el que tiene más es más amado, o el que tiene más, comprende más.

Dios comparte Su amor equitativamente con toda Su creación; por eso, el término relativo más (o menos) no tiene ningún significado en la consciencia espiritual. Cada uno de nosotros, como idea completa que refleja al único Dios, tiene lo que ese único Dios tiene, nada más, nada menos. La edad, los antecedentes familiares, la educación recibida y la ubicación geográfica, no son factores para demostrar las leyes espirituales de Dios.

En Escritos Misceláneos, la Sra. Eddy escribe: "Dios es universal; no está confinado a ningún punto determinado, no está definido por dogma alguno, ni es propiedad de ninguna secta. No más para uno que para todos, Dios es demostrable como Vida, Verdad y Amor divinos; y Su pueblo son aquellos que Le reflejan — que reflejan el Amor... El guarda, guía, alimenta y reúne las ovejas de Su dehesa; cuyos oídos están acordes a Su llamado".

Aquella mañana, hace varios años, no nos cortaron el servicio de agua corriente en nuestra casa. Pero me he dado cuenta de que no puedo permitirme caer en un falso sentido de seguridad, como si hubiese "hecho mi demostración de provisión". La provisión es uno de esos conceptos que no se prestan a ser demostrados una sola vez. Es tan vasto en sus implicaciones que debemos trabajar en él y profundizar diariamente nuestra comprensión acerca de su origen a diario.

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