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Antes De Que naciera nuestro...

Del número de abril de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes De Que naciera nuestro primer hijo, hicimos arreglos para que el parto se hiciera en casa. No obstante, durante el alumbramiento, el nacimiento no se efectuó en el tiempo en que el médico había esperado. Quiso que fuéramos al hospital, y el niño nació allí.

Pronto apareció en la piel del niño una condición para la cual la profesión médica no tiene cura. Recurrí a Dios en oración. A medida que restablecía mi paz interior mediante la oración con la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana, la piel de nuestro hijo sanó completamente.

Cerca de tres años después descubrí que estaba embarazada nuevamente. Oré para mantener la pureza de mis pensamientos y confié en el Amor divino para que me guiara y me fortaleciera. Contraté a un médico distinto y le conté lo que había ocurrido en el primer nacimiento, y le dije claramente que deseaba que este nacimiento se efectuara en casa. (Me sentí impulsada a no decirle al médico el tiempo que había durado el parto.) No obstante, tuve cuidado de que no hubiera ningún engaño de mi parte en ninguna etapa de mis preparaciones. Sabía que la declaración de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “La honradez es poder espiritual”, es verdadera. Tenía que decidirme a confiar en Dios, la Verdad, a cada paso del camino.

Durante todo este embarazo me dediqué a orar teniendo un enfoque cristianamente científico respecto a la honradez. “La falta de honradez es debilidad humana, que pierde el derecho a la ayuda divina.” (Esta frase de Ciencia y Salud sigue a la citada arriba.) Aprendí a no sentirme abrumada con el título, pensamientos, decisiones o temores de otra persona, ni por mi propia circunstancia. Y aprendí a seguir afirmando las verdades espirituales en mi propio pensamiento. Sabía que Dios no puede ser agobiado por nada. El es todo poder y amor; el cuidado que brinda a todos Sus hijos es bondadoso y adecuado. Razoné que, debido a que el hombre en verdad está hecho a imagen y semejanza de Dios, yo realmente reflejaba las inapreciables cualidades de gracia y serenidad. Me sentí apoyada y sostenida por Dios.

Hicimos arreglos para dar a luz al bebé en casa bajo el cuidado de parteras. El alumbramiento no progresó de la manera que el médico esperaba. Continué orando junto con la practicista para ver que nada puede detener la perfecta acción de la Verdad y el Amor, y en el transcurso de una hora nació nuestra hija.

Sentí inmensa gratitud a mi marido por apoyar mi deseo de llevar esto a cabo mediante la oración pese a que él no es Científico Cristiano, y por la bondad del médico y las parteras. Y di gracias a la practicista. Más que todo estoy agradecida por la Verdad que jamás falla cuando es comprendida y puesta en práctica. Ahora comprendo que mi tarea consiste en ver a la perfecta creación de Dios aquí y ahora en toda experiencia.


Yo soy una de las parteras que se mencionan en el testimonio de Ela Buchanan. Estuve de acuerdo en atender el alumbramiento de su segundo hijo en casa, siempre y cuando se siguieran los protocolos médicos y todo estuviera seguro desde el punto de visto médico. Durante el parto, surgieron complicaciones físicas y médicas que indicaban la necesidad de que interviniera un hospital para mantener un nacimiento a salvo tanto para la madre como para el niño. Una vez que dichas indicaciones fueron confirmadas por el médico de la familia, él indicó que era necesario que el parto y el nacimiento continuaran en el hospital antes de que surgieran emergencias graves. (Este médico está a favor de los nacimientos en el hogar.) Dejamos a Ela y a su marido a solas para que hablaran sobre la situación y se prepararan para ir al hospital.

A los diez minutos el parto de pronto avanzó rápidamente, y disminuyeron las señales previas de dificultades. El bebé nació veinte minutos después, perfecto en todo sentido. La madre no sufrió ningún daño.

Como partera he presenciado muchos nacimientos milagrosos pero ninguno tan maravilloso como éste.


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