Parece Haber Tantas variables en la experiencia humana, ¡hasta se supone que algunas estaciones del año son mejores que otras! Y las enfermedades algunas veces son clasificadas como “estacionales”.
La creencia común en las enfermedades estacionales se impone de muchas maneras, tanto evidente como sutilmente. Entre los informes de epidemias o brotes de enfermedad que se escuchan en las noticias, y lo que puede parecer como los esfuerzos de los anunciantes por vender la enfermedad para la cual su producto es el remedio, rara vez podemos escapar de oír sobre estas enfermedades.
Sin embargo, podemos contrarrestar este ataque. Verdaderamente no es necesario sufrir por la enfermedad de esta o aquella estación cuando recurrimos a la ley de Dios en busca de curación. La liberación llega cuando aprendemos a reconocer y a confiar en la verdad espiritual.
Por años, estuve sujeto a sufrir de catarros e influenza en el invierno, y de numerosas alergias durante otras estaciones del año. Los remedios materiales, medicinas con o sin receta, eran mis compañeros constantes. Pero el alivio era temporal, y los problemas continuaban repitiéndose todas las estaciones.
Entonces encontré la Ciencia Cristiana y comencé a estudiar la Biblia y el libro Ciencia y Salud, escrito por la Sar. Eddy. Este estudio me dio un punto de vista enteramente nuevo de mi identidad. Descubrí que la Biblia enseña que el hombre está hecho a la semejanza del Espíritu, Dios; que el hombre es espiritual y tiene dominio sobre la tierra, como lo dice el libro del Génesis. El primer capítulo del Génesis también nos dice que Dios creó las estaciones y comencé a darme cuenta de que las estaciones que Dios creó tienen que ser buenas; que no es posible que estén llenas de mal alguno, porque ellas son el producto de un Dios que es Amor infinito.
También encontré esta declaración en el libro Ciencia y Salud: “Los resfriados, la tos y el contagio son engendrados únicamente por las teorías humanas”. ¡Eso me dio algo en que pensar! Durante años me había mantenido alejado de aquellos que tenían enfermedades contagiosas, pero todavía sentía que esas enfermedades eran inevitables en ciertas estaciones del año. En otro lugar en Ciencia y Salud, sin embargo, la Sra. Eddy nos asegura: “La Verdad trata el contagio más maligno con perfecta seguridad”.
Al aprender a orar, a verdaderamente comprender que Dios era mi Padre-Madre amoroso (y el de todos), los viejos temores y expectativas de enfermedades estacionales empezaron a desaparecer. Cada vez que aparecía una sugestión de enfermedad — ya fuese en los noticieros o en los síntomas que estuviese sintiendo — callado y con gratitud reconocía la semejanza del hombre con Dios, el bien infinito, y mi consiguiente inmunidad a la enfermedad.
Al principio parecía poco práctico reclamar esta semejanza espiritual ante la presencia de tan abrumadora evidencia de lo contrario. Pero cuando empecé a comprender mejor la naturaleza omnipotente del Espíritu, Dios, se me hizo natural y razonable volverme a El en vez de creer lo que el cuerpo material estaba insistiendo que era la verdad.
El valor de la constancia se ha demostrado a través de los años subsiguientes, que han estado virtualmente libres de estos problemas. Y esta libertad se ha expandido hasta el punto en que he podido sanar a otros de enfermedades estacionales al ayudarlos a entender el amor y el cuidado que tiene su Padre-Madre Dios por cada uno de Sus hijos.
No hay estación en la que Dios no esté en control armonioso y perfecto de Su reino. Y, como lo expresa Cristo Jesús en el Evangelio según Lucas: “El reino de Dios no vendrá con advertencia,... he aquí el reino de Dios está entre vosotros”.
Cristo Jesús demostró con sus obras que Dios se ocupa de Sus hijos y que cuando nos volvemos a Dios con todo nuestro corazón, podemos ser sanados. Esto es tan cierto ahora como lo era en la época de Jesús.
