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Así como la plaza o el mercado en una comunidad es el lugar de encuentro para la gente y sus actividades, LA PLAZA es un lugar donde los lectores del Heraldo pueden compartir experiencias y lecciones que han aprendido mediante las revelaciones espirituales adquiridas al trabajar para la iglesia y la comunidad.

Una iglesia que trae curación a nuestra vida

Escrito para las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana

Del número de abril de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Yo Habia Estado en la Ciencia Cristiana durante muchos años y había confiado en ella completamente para la curación de todos mis problemas: físicos, emocionales, sociales, de relaciones humanas, etc. De pronto, fui objeto de extremo acosamiento mental y verbal y de persecución en mi trabajo. Me sentía abrumada y agobiada al punto que lloraba continuamente y me sentía muy deprimida. Mi estudio y mis oraciones parecían dar poco resultado, aunque me esforzaba lo mejor posible por aferrarme, por lo menos, a uno de los pensamientos sanadores que percibía en cada Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.

Sentía que algunos de mis amigos Científicos Cristianos no comprendían lo que estaba pasando cada día, aun cuando trataban lo mejor que podían de ayudarme. La tensión fue aumentando ya que varios de mis amigos que no eran Científicos Cristianos me sugerían que pidiera ayuda psicológica o terapia y que me uniera a un grupo de apoyo para que me ayudaran a analizar mis problemas y hallar paz. Estos amigos me sugirieron que me preguntara a mí misma si mi religión estaba realmente respondiendo a mis necesidades, porque ellos estaban seguros de que no lo estaba.

Mi asistencia a la iglesia comenzó a ser irregular, y cuando asistía llegaba tarde y me iba temprano. Con frecuencia rompía en llanto en la iglesia, especialmente cuando alguien me decía que me habían echado de menos y que se alegraban de verme nuevamente. Esto en realidad me avergonzaba, así que dejé de asistir a la iglesia. Dondequiera que me encontraba con amigos comenzaba a llorar. De veras estaba considerando consultar a un psicólogo o a un consejero.

Un domingo, salí sin rumbo a dar una vuelta en el automóvil, sin ninguna intención de ir a la iglesia. Estaba llorando y sollozando tanto que no quería que nadie me viera. Casi sin darme cuenta conduje el automóvil en dirección a una iglesia filial a la cual no había asistido y de pronto me encontré sentada en el auto en estacionamiento de la iglesia pocos minutos antes de que comenzara el servicio. Me sequé las lágrimas y entré en el edificio. ¡Una bienvenida extremadamente afectuosa me aguardaba! Mi amor por la Ciencia Cristiana y mi profunda gratitud por las muchas curaciones que había experimentado me vinieron al pensamiento. El anuncio que se leyó desde la plataforma aquella mañana me pareció como preparado justo para mí y me impresionó profundamente: “Esta iglesia es una iglesia sanadora”, dijo el Primer Lector, “y el hecho mismo de que usted se encuentre aquí, lo incluye en la bendición que este servicio imparte.. .”

Pensé: “¡Nadie podría tener más necesidad de curación que yo!” !Me sentí tan bienvenida, amada y aceptada! Percibí y sentí alegría y felicidad genuinas en ese servicio, lo que fue para mí un grato cambio, y en mi viaje de regreso a casa aquel día me sentí profundamente conmovida y agradecida. Decidí regresar, y comencé a asistir regularmente a esta nueva filial; llegaba antes de que el servicio comenzara y no me iba antes de que terminara. Cada servicio era un servicio de curación para mí. Al mismo tiempo sentí que suavemente se me estaba apartando del acosamiento y de la persecución en mi trabajo, y me mudé a una nueva vivienda muy agradable. Comencé a sentir que valía, y añoraba recuperar un sentido de confianza en las capacidades y talentos que Dios me había dado.

Un miércoles por la noche, di un testimonio en la iglesia acerca de la curación que había tenido del temor de volver a conducir un automóvil después de un accidente que tuve en aquella época de hostilidad y persecución en mi trabajo. El afecto que se me expresó después de aquella reunión de testimonios es algo que nunca voy a olvidar. El comentario más alentador que recibí fue de un miembro de la iglesia, quien llena de alegría vino y me dijo: “Usted me puede llevar en su automóvil a donde sea”. Sentí que esta mujer confiaba en mí. Sentirme aceptada realmente fue algo muy importante para mí. Antes de aquella reunión de testimonios, manejaba con renuencia aun para atender a las cosas rutinarias. El amor sostenedor expresado por esta nueva amiga eliminó el último vestigio de dudas que abrigaba respecto a manejar, aun cuando aquella noche no la llevé a dar una vuelta en el automóvil.

No pensé en la aceptación que me había expresado esta nueva amiga hasta que tuve una oportunidad de preparar una presentación profesional sin temor de ser perseguida y acosada. Pensé que debía ensayar mi presentación, antes de ofrecerla, con alguien con quien me sintiera a gusto, y después de orar mucho sobre el asunto le pedí a este miembro de la iglesia que me ayudara a revisar la presentación, a lo cual accedió gozosamente. Su ayuda fue tan cariñosa, sostenedora y tierna que sané, y me liberé completamente de la sensación de ser una fracasada. Su alegría, su amor, su preocupación por mí y su aceptación de mí, realmente brillaron resplandecientes y me ayudaron a dar la presentación con éxito. Desde entonces, he ofrecido muchas presentaciones por mi propia cuenta y he recibido muchas felicitaciones. También he disfrutado de éxito en mi carrera, donde he sido apreciada y se me ha considerado capaz y competente.

Ahora, como miembro activo de la iglesia filial, he pensado mucho acerca de cómo actuaría si tuviera una amiga que repentinamente dejara de asistir a la iglesia.

Primero, sería amistosa, no juzgaría. Tal vez hablaría con ella o le enviaría una amistosa nota invitándola a que pasáramos un tiempo juntas fuera de la iglesia. Puede ser que no mencione la iglesia para nada. Le expresaría afecto, simplemente como si nuestra amistad y momentos felices pasados nunca se hubieran interrumpido. Y, especialmente, oraría para cerciorarme de que cada contacto que hiciera con ella fuera uno de curación en mis propios pensamientos. Me aseguraría de expresar genuino interés por su bienestar.

Segundo, oraría antes de cada servicio para comprender que cada miembro en la congregación está totalmente preparado para bendecir y ser bendecido, sabiendo que, como leemos en Proverbios: “Del hombre son las disposiciones del corazón; mas de Jehová es la respuesta de la lengua”. Oraría para saber cómo responder a la necesidad humana. Respecto a esto, la declaración de la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, en el Manual de La Iglesia Madre, Artículo VIII, Sección 5: “Las oraciones en las iglesias de la Ciencia Cristiana deberán ser ofrecidas colectiva y exclusivamente en pro de las congregaciones”, ha llegado a ser muy importante para mí. Trato de pensar y vivir en esta declaración constantemente, porque las oraciones de los miembros de nuestra iglesia me sanaron instantáneamente aquella mañana de mi resistencia a asistir a los servicios de la iglesia. Los miembros hicieron que esa declaración cobrara vida para mí.

Varios de mis amigos más íntimos que supieron del trauma que me aquejaba, notaron después el cambio en mi manera de actuar. ¡Cuánta alegría me dio escuchar algún tiempo después un cumplido acerca de nuestra iglesia de parte de una de mis amigas que no es Científica Cristiana! Dijo: “Yo no sé que te hicieron en tu iglesia, pero sí sé que tú eres totalmente otra persona, alegre y feliz.. . ¡y que has sanado!” A propósito, esta amiga desde entonces ha venido a nuestra iglesia y ha sentido el mismo caluroso afecto que yo sentí.

Con toda franqueza puedo decir que no abrigo ningún resentimiento o amargura hacia aquellos que me persiguieron y acosaron. Es cierto que me mudé del lugar. Mas esto no hubiera sido suficiente para aportar la curación. Yo tenía que elevar mis pensamientos por encima del sentido de persecución y amar a mis enemigos.

Cuando asisten desconocidos a nuestros servicios de la iglesia y veo que regresan, sé que esto se debe a que han sentido el mismo calor afectuoso, amor y curación que yo experimenté, y que regresan para recibir más curaciones y bien. Se sienten bien recibidos y en casa. Hay muchos tesoros que nos llegan por ser miembros activos de la iglesia. Yo he recibido innumerables bendiciones y me he hecho de muchos excelentes nuevos amigos desde que comencé nuevamente a ser miembro activo de la iglesia. Mi meta es compartir estas bendiciones y logros con cualquier buscador de la Verdad.

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