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Bajo el gobierno de Dios

Del número de mayo de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Mundo Entero es testigo de cómo ha comenzado a quebrarse el hielo de los regímenes totalitarios. Los habitantes de Europa Oriental han vivido intensamente la liberación de las ataduras del pasado, y han sido testigos de cambios casi milagrosos. Las reformas democráticas, que muchos imaginaron que tardarían varias generaciones en alcanzarse, se han producido con la rapidez del relámpago. Mi propio país, Checoslovaquia, ha tenido un cambio semejante prácticamente de la noche a la mañana, como tocado por una varita mágica. Fue una hermosa experiencia.

Pero el hecho es que no tenemos el paraíso que todos esperábamos como resultado. La unidad revolucionaria que tantos imaginaron para nuestra nación, hoy es sólo un sueño, y en muchos aspectos parece estar surgiendo su opuesto. Todos parecen tener ideas diferentes sobre como actuar. Mientras tanto, el crimen va en aumento y los precios suben más y más.

Sin embargo, aun en medio de estas circunstancias, los Científicos Cristianos están convencidos de que al seguir las enseñanzas y el ejemplo de Cristo Jesús, es posible realmente contribuir a la resolución de los problemas en este mundo. Jesús mostró a la humanidad la posibilidad práctica — y la necesidad — de vivir bajo el gobierno de Dios, el Espíritu, sin tener en cuenta el entorno económico y político. En Juan leemos que Jesús dijo claramente: “Mi reino no es de este mundo”. Sin embargo, el hecho de que él sanó y alimentó a multitudes demuestra enfáticamente el poder que tiene el reino de los cielos para gobernar y cuidar al hombre.

Esto no significa que tenemos que sentarnos a esperar. Los desafíos que enfrenta la humanidad siempre parecen producirse en oleadas y, desde luego, no deberíamos vivir asustados esperando que llegue la siguiente ola. En la Biblia podemos leer muchos relatos y ejemplos de hombres valientes que salvaron a sus conciudadanos al confiar en Dios para que los guiara. Se espera que llevemos una vida espiritual activa, y no pasiva. Esto significa que debemos reconocer con diligencia la supremacía de Dios y de Su reino a cada paso. Debemos esforzarnos por vivir más de acuerdo con lo que comprendemos que es el hombre verdaderamente, la representación completa de la Mente divina. Damos testimonio de la realidad espiritual a medida que aprendemos a aguardar confiados la manifestación de la inteligencia de la Mente.

Hablamos mucho sobre la paz, pero ¿hasta qué punto estamos dispuestos a trabajar realmente para traer la paz a este mundo? Tenemos muchas oportunidades para hacerlo, en nuestra familia, entre nuestros colegas y amigos, en la iglesia. Es allí donde podemos cumplir nuestro deseo de ser pacificadores. Es allí donde podemos trabajar para neutralizar las armas más básicas de este mundo, el odio, la envidia, el prejuicio, la falta de compasión o de comprensión. Difícilmente podremos ayudar al mundo discutiendo sobre conflictos que han estallado del otro lado del globo, mientras cerremos los ojos a los problemas que se presentan en nuestra propia comunidad. De modo que, si aprovechamos el día de hoy como una oportunidad para amar más, estaremos haciendo mucho.

A menos que oremos activamente para ver y comprobar más el gobierno que Dios tiene sobre el hombre, estaremos propensos a sentir que es poco lo que podemos hacer para mejorar a nuestro mundo, y que la vida realmente está sujeta a fuerzas y organizaciones que están más allá de nuestro control. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Nada es más desalentador que creer que existe un poder opuesto a Dios, o el bien, y que Dios provee de fuerza a ese poder antagónico para ser usada contra El mismo, contra la Vida, la salud y la armonía”.

Si hemos de poner de manifiesto en alguna medida la libertad espiritual que Jesús demostró que era posible alcanzar, debemos estar dispuestos a emplear los medios que él usó para buscar la justicia, por medio de una confianza absoluta en la ley de Dios, el reino de la armonía. Esta es nuestra meta: comprender que no hay ningún poder que se oponga a Dios, o el bien. Debemos comprender esto, y probarlo. En el reino del Cristo no hay nadie que no ame o que no sea amado; nadie está excluido del amor de Dios, ni fuera del gobierno de Su cuidado.

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