El Terrorismo No es nada nuevo. En tiempos bíblicos y durante épocas un poco más recientes, tribus guerreras de repente atacaban a los habitantes pacíficos de una zona y asaltaban sus hogares, atacaban sus altares y robaban sus cosechas y ganado. Mataban a los hombres y tal vez se llevaban a sus mujeres e hijos como esclavos o rehenes.
De igual manera, en el mundo de nuestros días, hay quienes procuran efectuar cambios políticos o económicos mediante el uso de la fuerza y la sorpresa. Cuando ocurren tales atrocidades, los políticos prominentes y los líderes eclesiásticos condenan con justicia la violencia. Afirman que la violencia jamás conseguirá su propósito; la policía y las fuerzas de seguridad exigen más vigilancia humana; los ingenieros y técnicos redoblan sus esfuerzos por diseñar dispositivos que detecten las armas de varios tipos que están ocultas.
Ante todo esto es muy tentador para la “gente en general” creer que la situación en su totalidad es incontrolable y que no puede hacer nada al respecto. ¿Nada? ¡De ninguna manera!
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