Hogar. ¡Qué Variedad de cuadros puede pintar esta sola palabra! Para algunos, el hogar está pintado en colores cálidos que expresan gozo, bienestar y amor. Para otros, el hogar es visualizado en colores fríos y ásperos porque sus hogares fueron limitados, abusivos, restrictivos. Aun para otros, el lienzo se queda en blanco. Probablemente habría tantos cuadros diferentes de lo que es un hogar como el número de personas que hay.
Ya sea que nuestros hogares humanos hayan sido relativamente felices o tristes, o actualmente estemos viviendo nuestro “castillo soñado,” con todas sus comodidades, o en un albergue muy modesto, no habremos realmente encontrado nuestro verdadero hogar hasta que comprendamos que el hogar está en el Espíritu, Dios. Hasta entonces nuestro sentido de hogar es como un castillo de arena, sujeto al azar y a los cambios de la existencia material, tales como: una economía fluctuante, cambios de empleo o de relaciones personales, y desastres naturales.
La Biblia dice que en Dios, el Espíritu, “vivimos, y nos movemos, y somos”. Cuanto más claramente entendamos que el hogar, como todo lo que es perdurable y verdadero, es espiritual, encontraremos un hogar que estará edificado sobre la roca, seguro y de nuestro agrado, que ninguna circunstancia material puede tocar.
Me vi forzada a desarrollar una visión más espiritual del hogar cuando mis dos hijas eran muy pequeñas. En aquel tiempo yo hubiese pintado mi hogar como una cajita en la que todos los miembros de mi familia y nuestras pertenencias aparecían como desbordándose por todas sus aberturas.
Al principio, cuando nos mudamos a nuestra casa, era perfecta para para mi esposo y para mí. Pero nuestra familia se había duplicado en número, y el trabajo de mi esposo requería una oficina en la casa. Nuestras dos hijas de edad preescolar eran muy ruidosas y activas, y yo añoraba tener un espacio pequeño donde hubiera privacidad y quietud. Nadie más sentía la frustración que yo sentía. Mi esposo estaba ausente la mayor parte del tiempo, y cuando estaba en la casa tenía su lugar de trabajo: toda la sala de estar.
Comencé a buscar por el pueblo en que vivíamos un lugar nuevo donde vivir. Cada lugar que me gustaba, a mi esposo no le gustaba. Y aquellos que nos gustaban a ambos, los vendían en pocos días. ¡Esto pasó con tanta frecuencia que sentí que podía empezar una nueva carrera en una compañía de bienes raíces! Entonces, cuando ambos nos sentíamos lo bastante preparados para proseguir adelante, la carrera de mi esposo, relacionada con la industria petrolera, empezó a fracasar, y nos sentimos muy agradecidos de tener un techo donde vivir.
Durante este tiempo había estado orando pidiendo una guía para saber cuál sería la más conveniente para nosotros. No me sorprendió que estas oraciones tan delineadas y obstinadas no hayan sido contestadas como yo había esperado. Ahora, al encontrarme en un callejón sin salida, estaba dispuesta a arrodillarme y a buscar un punto de vista más elevado y más espiritual de lo que es el hogar.
Me di cuenta de que lo que estaba verdaderamente añorando era paz, un sentido más consecuente de gozo y dominio. Comprendí que estas cualidades espirituales nunca se pueden comprar o delinear en una forma material. No pueden fluctuar, no se pueden confinar, limitar o perder. Dado que estas cualidades vienen de Dios, que está en todas partes, tienen que ser una parte permanente del hogar.
Cristo Jesús enseñó a sus seguidores que el cielo no se tiene que buscar afuera puesto que está cerca, dentro de nosotros mismos aquí y ahora. El demostró que la armonía celestial, o el hogar, estaba siempre con él. Durante su misión de tres años nunca tuvo una casa propia, pero nunca estuvo sin hogar. Se encontraba a gusto dondequiera que se hallaba, ya fuera en un barco de pesca, en la cima de una montaña, o en la casa de alguno de sus discípulos. Jesús nos demostró que estamos en casa siempre que estamos conscientes de Dios, el Espíritu, de Su bondad y poder. Eso puede ser en cualquier lugar.
La Sra. Eddy tenía un profundo amor por el concepto de hogar. Ella dice que es “el lugar más querido en la tierra”. Pero también sabía que tenemos que encontrar nuestro verdadero hogar en Dios. Ella escribe: “Peregrino en la tierra, tu morada es el cielo...” Y habla del cielo, en parte como “armonía; el reino del Espíritu...”
A medida que obtenía una visión más espiritual de hogar, empecé a sentirme a gusto en una forma más amplia. Me sentía a gusto en la iglesia, a menudo mientras conducía mi automóvil, al caminar por el bosque, y ¡aun en el destartalado establo donde mantenía mi caballo! ¡Ahora mi sentido limitado y material de hogar se estaba realmente desintegrando! Se me hizo bastante obvio que el hogar no depende del lugar, tamaño y costo, todas aquellas cosas que antes limitaban mi sentido de hogar.
El próximo paso se hizo evidente. Tenía que demostrar este nuevo entendimiento de hogar o armonía de manera más firme justo donde estaba. El vivir las cualidades de gozo, dominio y paz requieren regeneración. ¡Eso no era fácil! Fue una dura lucha romper algunos de los hábitos de pensamiento a los cuales ya me había acostumbrado. Mucha impaciencia, enojo, resentimiento y crítica tenían que ceder a la humildad, a una nueva disposición para escuchar a Dios y hacer Su voluntad a cada momento. La gratitud por el bien presente y por el incesante fluir de ideas de Dios tuvieron que reemplazar la queja. Un sentido más elevado de familia, que viera y apreciara a cada miembro como una expresión espiritual de Dios, tenía que reemplazar la crítica.
Gradualmente comenzó a haber cambios. Se hizo más evidente un creciente sentido de armonía y de unidad. El pensamiento solícito, el interés genuino y la consideración empezaron a reemplazar las preocupaciones egoístas y la competencia. Nuestras necesidades y deseos se hicieron más simples. Comencé a dar más valor a las ideas espirituales y a la inspiración que estaba obteniendo, que a las cosas materiales que yo creía que necesitaba. La verdadera satisfacción y el contentamiento se hicieron más evidentes, y la frustración y el desaliento se desvanecieron.
Hoy, varios años más tarde, todavía estamos viviendo en la misma casa y todavía es del mismo tamaño. Pero ya no me siento restringida y limitada. He encontrado un lugar donde puedo trabajar en paz cuando necesito hacerlo. Y ahora aprecio el lugar donde vivimos porque verdaderamente siento que es el sitio ideal para nuestra familia en este momento. También sin esfuerzo alguno encontramos y pudimos comprar un terreno cercano a la casa donde toda la familia siente un sentido más amplio de hogar y belleza.
Un poema escrito por la Sra. Eddy titulado, “La oración vespertina de la madre” nos asegura bellamente que:
Habita con nosotros el Señor,
Su brazo nos rodea con amor.
No habrá ya lazos, pestes ni dolor,
ni agitará mi pecho cruel temor,
si Tú a la tierra Tu sonrisa das; y
encuentra en Ti la madre hogar de paz.
Cada uno de nosotros demostrará cada vez más el concepto de hogar en Dios, el Espíritu. La manera de comprender y sentir más claramente el hecho de la totalidad del Espíritu y encontrar el hogar en el Espíritu, es empezar a vivir las cualidades espirituales en forma más consecuente en nuestra vida diaria. A medida que con más firmeza pongamos nuestros pensamientos, hechos y vida en armonía con la bondad, la pureza y el amor que reflejan a Dios, el Espíritu, aumentará nuestro entendimiento del hogar verdadero.
