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Cristo Jesus Envio a setenta...

Del número de mayo de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cristo Jesus Envio a setenta discípulos con la misión de sanar. La misión fue exitosa y los discípulos estaban muy orgullosos de lo que habían logrado. Pero Jesús hizo que se volvieran del gozo que sentían por su éxito, hacia un gozo más elevado: el de comprender la naturaleza enteramente espiritual del hombre. Les dijo: “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. Estoy profundamente agradecido por el entendimiento espiritual que he obtenido durante muchos años de estudio de la Ciencia Cristiana.

Mi esposa falleció repentinamente cuando nuestros tres hijos eran muy pequeños. Me sentí sobrecogido por el pesar y la soledad. Esto sucedió cuando recién comenzaba a estudiar la Ciencia Cristiana y parecía que no podía pensar en otra cosa más que en esta terrible pérdida. Pero durante esta experiencia pude comprobar, de varias maneras, la veracidad de la afirmación de la Sra. Eddy en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany: “Recordad que no podéis hallaros en ninguna condición, por muy severa que sea, donde el Amor no haya estado antes que vosotros y donde su tierna lección no os esté esperando”.

Me sentía confundido ante la incertidumbre de lo que pasaría con los niños y conmigo, en especial porque ya había aceptado un cambio de empleo que me exigía mudarme inmediatamente a una gran área metropolitana lejos de mi hogar y de mis amigos. Pero la oración, la ternura y la comprensión de quienes me rodeaban me ayudaron a que se manifestaran con claridad y sabiduría las ideas correctas para que alguien cuidara de los niños. En ningún momento se vieron privados de amor maternal. Muy pronto quedaron al cuidado temporario de cariñosos abuelos hasta que yo terminara de instalarme en mi empleo y estableciera nuevamente un hogar para mi familia.

Al principio, la pérdida de mi esposa y la separación, al mismo tiempo, de mis hijos, de mi hogar y de mis amigos parecieron aumentar mi angustia. Con la firme y consagrada ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana, encontré que la “tierna lección” del Amor estaba esperándome. Poco a poco llegué a sentir que me rodeaban los amorosos brazos de Dios. Al poco tiempo, y en respuesta a mi necesidad de hogar, fui guiado a un pequeño chalet ubicado en un jardín de rosas. Este chalet expresaba mi idea de hogar y me sentía reconfortado por el solo hecho de estar en él. El pesar desapareció por completo. También me presentaron a quien luego sería mi esposa, con quien gocé de un compañerismo feliz al progresar juntos en nuestro entendimiento de la Ciencia Cristiana. Al cabo de un año la familia se reunió nuevamente. Nos mudamos a una pequeña ciudad muy linda y encontré una nueva actividad que resultó ser muy beneficiosa.

Durante los años que siguieron a esta curación del pesar, tuve curaciones de impedimentos físicos y dificultades en los negocios, y evidencias de la purificación del carácter, que se sumaron a un tesoro de tiernas lecciones que han sido fuente de gran alegría y gratitud. Pero, como con los setenta discípulos, el mayor gozo está en mi convicción de que nuestros “nombres están escritos en los cielos”.


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