La Gratitud Que siento por el bien que la Ciencia Cristiana ha traído a mi vida por más de setenta años, me impulsa a escribir este testimonio. A través del estudio y de la aplicación de la Ciencia, he tenido buena salud, las relaciones humanas se han vuelto armoniosas, y he progresado al aprender a sobreponerme a las limitaciones, así como a indeseables rasgos de carácter.
Alrededor de 1918, una tía y mi madre trajeron la Ciencia Cristiana a nuestra familia. Muchos años después, fui testigo de la curación de mi tía de peritonitis. Ella había accedido a los deseos de su familia de tener un diagnóstico médico, pero entonces, debido a las curaciones que ella había experimentado en la Ciencia Cristiana, entre ellas jaquecas, llamó a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda a través de la oración. Muy pronto ella empezó a mejorar, y a los dos meses estaba completamente bien.
La confianza que tenía mi madre en Dios, a medida que aprendía a conocerle mediante el estudio de la Ciencia Cristiana, estableció una alta norma de armonía y de salud en nuestra familia cuando íbamos creciendo. Cuando comenzó su estudio de la Ciencia Cristiana enfermé seriamente de influenza durante una epidemia. Mi madre y mi tía me cuidaron, y la amorosa seguridad que tenían del poder y el amor de Dios me confortaron. Sané rápidamente y sentí el deseo de asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana después de esto.
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