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La Gratitud Que siento por el...

Del número de mayo de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Gratitud Que siento por el bien que la Ciencia Cristiana ha traído a mi vida por más de setenta años, me impulsa a escribir este testimonio. A través del estudio y de la aplicación de la Ciencia, he tenido buena salud, las relaciones humanas se han vuelto armoniosas, y he progresado al aprender a sobreponerme a las limitaciones, así como a indeseables rasgos de carácter.

Alrededor de 1918, una tía y mi madre trajeron la Ciencia Cristiana a nuestra familia. Muchos años después, fui testigo de la curación de mi tía de peritonitis. Ella había accedido a los deseos de su familia de tener un diagnóstico médico, pero entonces, debido a las curaciones que ella había experimentado en la Ciencia Cristiana, entre ellas jaquecas, llamó a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda a través de la oración. Muy pronto ella empezó a mejorar, y a los dos meses estaba completamente bien.

La confianza que tenía mi madre en Dios, a medida que aprendía a conocerle mediante el estudio de la Ciencia Cristiana, estableció una alta norma de armonía y de salud en nuestra familia cuando íbamos creciendo. Cuando comenzó su estudio de la Ciencia Cristiana enfermé seriamente de influenza durante una epidemia. Mi madre y mi tía me cuidaron, y la amorosa seguridad que tenían del poder y el amor de Dios me confortaron. Sané rápidamente y sentí el deseo de asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana después de esto.

Años más tarde, la gasolina que yo estaba usando para limpiar algo, explotó y me quemé las manos. Con mis manos envueltas en una toalla, oré y leí pasajes útiles de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, incluso esta declaración: “No hay dolor en la Verdad, y no hay verdad en el dolor...” Entonces se llamó por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana; la practicista comenzó a orar por mí inmediatamente y el dolor cesó por completo. No mucho tiempo después mis manos sanaron, sin dejar cicatrices ni piel rojiza.

Cuando una enfermedad de la piel apareció en mis manos y brazos, comencé por primera vez a estudiar con regularidad las Lecciones Bíblicas que se encuentran en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Este compromiso más profundo con la Ciencia Cristiana trajo como resultado crecimiento espiritual y curación. Sané en un día de la reacción que me produjo una hiedra venenosa en la cara, cuando me vino el pensamiento de que las ideas de Dios no pueden sufrir. También la curación que tuve hace un año de una dolorosa condición en la cadera y piernas, es especial razón para estar agradecida. La curación se produjo cuando comprendí firmemente que esta condición no tenía el derecho legítimo de existir, porque Dios no creó ni podría crear la enfermedad.

Estoy agradecida por la comprensión de Dios y del hombre que nos da la Biblia. Aprendemos mucho de la vida de Cristo Jesús, así como de la vida de los profetas y apóstoles y de los reformistas religiosos a través de los siglos; y en nuestra época, de la vida de Mary Baker Eddy. Su descubrimiento de la Ciencia del cristianismo, como se explica en su obra Ciencia y Salud, hace que las promesas de la Biblia se puedan demostrar en nuestra vida diaria.


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