Con Frecuencia, las primeras preguntas que se hacen sobre la Ciencia Cristiana son si los Científicos Cristianos son las personas que creen en la curación espiritual. Algunas veces siguen preguntas relacionadas con lo que uno haría en situaciones hipotéticas.
Fui invitado a una clase en una universidad que tenía muchas preguntas acerca de la Ciencia Cristiana. Por último, cerca del fin del período de clase, una persona preguntó: “Suponga que usted está manejando en una carretera desierta tarde por la noche”. Entonces, preparando la escena, prosiguió: “De pronto ve un animal en la carretera, se desvía para evitarlo, pierde el control de su automóvil, y choca. Usted está gravemente herido y sangrando”.
Enseguida vino la pregunta: “¿Qué haría usted?”
De cierta manera, él ya había dado una respuesta en la pregunta. Yo le pregunté qué haría él en tal situación en una carretera desierta.
Pensó por un momento y luego respondió: “Creo que oraría”. Su respuesta sugirió algo de la preocupación fundamental que respalda el tema de la curación cristiana: la naturaleza de la inmediata relación del hombre con Dios.
Aun cuando algunas veces hay respuestas breves a grandes preguntas, todos sabemos que hay preocupaciones que todos tenemos cuando necesitamos ver en lo profundo de nuestro ser para tomar decisiones. El contexto en el cual conceptuamos la vida, da forma a lo que hacemos y a los valores por los que vivimos.
Tomemos, por ejemplo, la tecnología humana. Con frecuencia es algo admirable y es una gran parte de nuestra vida moderna. Todavía me maravillo cuando estoy sentado en un avión a una altitud de más de diez mil metros. Conozco acerca de la operación del ascenso, del empuje de los motores a reacción y la combustión, pero el viaje por avión sigue siendo una maravilla y un placer. Por lo menos hasta que me entero de un accidente aéreo y surge la pregunta de si la tecnología y la comodidad valen el costo en vidas y demás. ¿Pero qué decir del punto de vista de un dedicado ingeniero de diseño aeronáutico? El o ella buscaría y encontraría soluciones para evitar tales tragedias; por cierto que no cancelaría los viajes por avión.
La gente razonable siempre examina las decisiones que preceden a cualquier acontecimiento lamentable. De la misma manera, surgen preguntas acerca de confiar en la oración y la curación cristiana, especialmente a la luz de la complicada tecnología médica que está diseñada para tratar enfermedades humanas. Pero luego nos enteramos de contradicciones médicas, opiniones opuestas, resultados de pruebas y estudios defectuosos, y la tragedia que algunas veces sigue a sinceros tratamientos médicos.
Hay pocas respuestas fáciles para quienquiera que se vea ante la necesidad de tomar decisiones acerca de cómo cuidar de la gente. No obstante, confiamos en lo que conocemos mejor y que hemos visto que es seguro. Para la persona que se ha sentido muy conmovida por el cristianismo del Nuevo Testamento — que demuestra la realidad del Amor divino — ser presionada a renunciar a esta experiencia es sentir que se está socavando aquello que da significado a la vida humana.
En los Estados Unidos, las preocupaciones legítimas acerca del maltrato de los niños se han mezclado con la cuestión de confiar en la oración cristiana para obtener curación en las familias, curación que no es cuestión de una fe dogmática sino de experiencia práctica de muchos años. Si bien éste es un asunto desafiador, los legisladores, en su mayor parte, lo han encarado sabiamente. Han reconocido que el cuidado responsable es normal dentro de las familias de Científicos Cristianos.
Los Científicos Cristianos serían los primeros en admitir que necesitan hacer un mejor trabajo al vivir su forma de vida así como también al explicársela a los demás. Sin embargo, es muy cierto que su fe está basada en la comprensión bíblica de lo que es Dios, y está disciplinada por el sentido común, la razón, y un definitivo reconocimiento de su responsabilidad social.
Si alguien visitara a una congregación local de la Ciencia Cristiana, en muchos aspectos sería igual a una congregación vecina de otros fieles. Lo que ha congregado a los Científicos Cristianos no es un líder carismático, o una pretensión de milagros instantáneos, tampoco la sugestión de que el no aceptar las enseñanzas de la Ciencia Cristiana podría resultar en castigo divino o en un desastre.
Lo que los une es la experiencia que comparten de que mediante el estudio de la Biblia — especialmente las enseñanzas de Cristo Jesús — y el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, han descubierto un renacimiento del cristianismo en sus vidas. Es un cristianismo que incluye curaciones espirituales en el amplio sentido de reconciliar a la humanidad con la bondad de Dios. Y es curación en el sentido específico de corregir y vencer los males humanos mediante la ley y gracia de Dios, que impulsan a la reforma.
Hubo realismo cristiano en la perspectiva de la Sra. Eddy, la mujer que fundó la Iglesia de Cristo, Científico. Ella sabía que el escepticismo respecto a la curación cristiana sería profundo. Ella percibió que durante siglos, la comunidad cristiana incluso había llegado a razonar que la falta de esa curación se debía a la creencia general de que la curación cristiana era un privilegio único, limitado a una era apostólica ya pasada. Ella indudablemente sabía que en una era cada vez más tecnológica, la naturaleza del hombre sería conceptuada o bien como un estudio material del organismo o como el resultado de la demostración de la comprensión espiritual y la evidencia de la regeneración y curación cristianas.
Ella dijo a los Científicos Cristianos que ellos, en tal contexto, iban a tener que demostrar su fe por sus obras. En The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany dijo: “La carga de probar que la Ciencia Cristiana es Ciencia, descansa en los Científicos Cristianos. La letra sin el espíritu está muerta: es el Espíritu el que sana al enfermo y al pecador — que hace que el corazón sea tierno, fiel y verdadero. La mayoría de los hombres y mujeres hablan bien, y algunos practican lo que dicen”.
Los “algunos” tendrán que ser muchos más, no simplemente para preservar la herencia de la curación cristiana, sino para ayudar más eficazmente a la humanidad a percibir el cristianismo que enseña que el hombre no es el ser defectuoso, moribundo y débil que con tanta frecuencia parece ser. Más bien, el hombre es verdaderamente el hijo de Dios, el Espíritu, con el don de la vida eterna. Esta fue la visión del cristianismo del Nuevo Testamento. El poder verdadero que fundamenta las obras sanadoras del cristianismo es este discernimiento de la naturaleza del hombre como reflejo de Dios, o expresión espiritual.
El mundo lucha mucho más sobre esta cuestión de la naturaleza del hombre que sobre si debiera permitírsele a una pequeña secta del cristianismo seguir adelante con sus prácticas sanadoras. Los Científicos Cristianos están llegando a ver el asunto en estos términos universales. Tal vez las diferencias entre los Científicos Cristianos que confían en la curación espiritual y muchos de sus vecinos que no comprenden cómo puede ser práctica, no son tan infranqueables como algunos pueden creer. La curación en la Ciencia Cristiana muestra que el aspecto metafísico de la naturaleza espiritual del hombre se relaciona de inmediato con el bienestar físico de la gente. De la misma manera, la curación de los malos entendidos y la intolerancia religiosa se puede extender a la sincera preocupación que tiene la gente acerca de la naturaleza práctica y racional de la curación espiritual. La actual controversia pública ofrece a los Científicos Cristianos y a la sociedad mayor de la cual son parte, la oportunidad de hallar respuestas sinceras e imparciales.
Todos tenemos interés en comprender y demostrar el poder del cristianismo para sanar enfermedades y superar los males que están produciendo devastadores resultados en toda la humanidad. Es por esta razón que la curación es tan importante para los Científicos Cristianos y que la práctica científica de la curación cristiana simplemente no puede hacerse a un lado.