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¿En qué basamos nuestras decisiones?

Del número de enero de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cada Dia Hay que tomar incontables decisiones. Cada una de ellas puede convertirse en una oportunidad para acercarse más a Dios, a la fuente infalible de todo lo que es bueno, justo y confiable.

He tenido que aprender a examinar mis móviles bajo este punto de vista. De hecho, una de las cosas más importantes que he aprendido mediante la Ciencia Cristiana es este examen de mí misma. Antes de conocer la Ciencia Cristiana tendía, con frecuencia, a hacer muchas cosas sin siquiera pensar en los móviles que impulsaban mis decisiones y las consecuencias concomitantes. Con el tiempo, llegué a comprender que había una razón sutil por la cual no prestaba una atención más cuidadosa a las cosas. Creía que mucho de lo que yo hacía tenía poca consecuencia y poco que ver con Dios, que mi vida diaria de alguna manera era algo diferente y separado del reino de Dios, o de la realidad. Al pensar sobre esta actitud, me doy cuenta de que yo no era la única. Este es el punto de vista material común de la vida.

Aprendí una lección importante respecto al hecho de que podemos actuar con eficiencia y sanamente si realmente procuramos que nos mueva el impulso del Amor divino, Dios.

Volvía de la reunión de mi asociación anual de alumnos. Allí, junto con otros Científicos Cristianos, nos reunimos para edificar sobre lo que aprendimos el último año en nuestra práctica de la Ciencia Cristiana y seguir adelante con una comprensión más plena sobre cómo practicar con más eficiencia las verdades espiritualmente científicas de la Ciencia. La elección de una compañía de autobuses para el viaje de regreso fue una de esas decisiones que había hecho en el pasado sobre la cual había orado poco. Pero había empezado a percibir que la razón por la que hacemos las cosas tiene importancia, y que incluso en esta sencilla decisión yo podía confiar en la dirección de Dios a cada paso del camino. Esta confianza y seguridad en Dios era lo principal en la reunión misma a la que había asistido.

No obstante, al subir al autobús me sentí perturbada y reacia a seguir adelante. Pero al examinar la situación, me di cuenta de que si dejaba el autobús, sería solamente sobre la base de un temor vago e indefinido. Si bien no podemos pasar por alto tales presentimientos, en este caso me sentí guiada a orar y a encarar el temor allí mismo donde yo estaba y no a simplemente abandonar el autobús. Seguí orando, procurando comprender mejor la ley gobernante de Dios que realmente sostiene la vida del hombre, en todo momento y bajo toda circunstancia. Pronto me sentí confiada en el gobierno de Dios y vi que El gobierna todo aspecto de la vida del hombre, incluso a mí y a los otros pasajeros.

Viajábamos en una de las carreteras que está considerada como la más peligrosa de mi país. El volumen de tráfico es enorme y hay muchos accidentes. Una hora después de haber emprendido el viaje, el autobús chocó contra un automóvil que estaba descompuesto en la carretera. Según todas las consideraciones humanas, era una situación muy peligrosa. Nuestro autobús estaba descompuesto en el lado opuesto de la carretera, donde venía el tráfico en sentido contrario. Otros vehículos frenaban, se hacían a un lado y pasaban a nuestro lado a alta velocidad.

En ese momento comprendí que era esencial que reconociera la ley gobernante de Dios. Se evidenció la protección de todos en muchas formas. Finalmente, vino otro autobús para recoger de nuestro autobús a tantos pasajeros como fuera posible. No podía transportar a todos, y parecía que muchos estaban desesperados por cambiar de autobús. Comprendí que tendría que empujar y abrirme paso a la fuerza para pasar al otro autobús, todo en acuerdo con la ley aparente de sobrevivencia del más apto o fuerte.

Nuevamente examiné mi corazón antes de decidir qué hacer. Me aparté para orar. Tuve que enfrentar muchos pensamientos que hubieran oscurecido la confianza completa en el gobierno que Dios tiene de la vida. Había sugestiones de que había tomado la decisión equivocada en primer lugar; luego apareció la sugestión de que el caos reinaba a mi alrededor. Rechacé esas sugestiones y reafirmé que originalmente había actuado bajo el impulso del Amor divino y que continuaría haciéndolo. Negué que el cambio de circunstancias pudiera alterar el gobierno que Dios tiene sobre el hombre.

Mientras oraba observé que los otros pasajeros estaban más calmados. Después de tres horas vino otro autobús para transportar a quienes todavía estábamos esperando. Una oportunidad inesperada de prestar ayuda se presentó en ese autobús. Noté que el chofer estaba cansado y que le costaba trabajo mantenerse despierto. Decidí ir a la cabina y hablarle. Me dijo que ya había trabajado un turno pero que lo habían llamado nuevamente para que manejara este autobús para transportarnos.

El chofer no había dormido bien la noche anterior y no estaba seguro de poder hacer el turno extra. Me quedé y le hice compañía durante el resto del viaje. Estaba muy agradecido y dijo que si yo no lo hubiera ayudado, no hubiera podido completar el viaje. El tramo final del viaje llevó cuatro horas y ambos gozamos de nuestra amistad. Apenas si noté el paso del tiempo y no me sentía cansada. Cuando le conté que casi decido no tomar el autobús de su compañía de transporte, dijo que se alegraba de que hubiera cambiado de parecer.

Toda esa experiencia fue muy importante para mí. Tenía la costumbre de pensar en mi seguridad, mi comodidad, mis deseos. Ahora pensaba en términos más universales, recurriendo a la Mente divina para que me guiara, y pensando en el bienestar de otros. Por supuesto, esto no quiere decir que no debemos ser prudentes y sabios al tomar decisiones; pero las decisiones más prudentes y sabias son aquellas que se hacen cuando tomamos en cuenta la dirección y presencia de Dios en nuestra vida.

Después de esta experiencia empecé a enfocar toda mi vida de manera diferente. Incluso la forma de hacer mis compras en el supermercado ha cambiado. En Brasil la costumbre de comprar tres, seis o más artículos de la misma mercancía es común por el temor de que los precios puedan duplicarse o triplicarse debido a la inflación. Ese temor y la compra múltiple genera una enorme falta de control en el presupuesto de todos. Y, fundamentalmente, tal manera de comprar se basa en el temor de que la gente no va a tener lo que quiera o necesite en el futuro. Pero como he llegado a comprender que la vida del hombre está gobernada por la ley divina, no por la casualidad, el temor o cualquier otra cosa, cada mes compro sólo lo que se necesita. Cada decisión puede atraernos paso a paso hacia Dios y establecer nuestra vida sobre una base segura y confiable.

Incluso en las primeras elecciones presidenciales después de años de dictadura, comprendí que era absolutamente esencial orar así y pensar de esa manera. En esa época era muy difícil decidir qué era lo mejor para el país y cómo votar. Nuevamente recurrí a la oración. Oré con el sentido espiritual de que Dios gobierna y que la mejor persona bajo las circunstancias ocuparía el cargo. Dejé de preocuparme o sentirme personalmente responsable de una manera material. Confié en que Dios me guiaría para elegir de manera correcta, independientemente de la mera simpatía personal. De esa manera pude cumplir con mi obligación cívica y decidir cómo votar.

En otra ocasión no sabía si visitar a una vecina en el hospital o no. Ella pertenecía a otra religión y estaba en un hospital patrocinado por esa religión. En realidad, al examinar mis pensamientos, me di cuenta de que tenía temor de "invadir territorio enemigo" al ir a ese hospital, "enemigo" sólo en mi pensamiento. Después de reconocer la presencia de Dios como la verdadera presencia en todas partes, fui y visité a mi vecina y le di un ejemplar de El Heraldo de la Ciencia Cristiana y la animé a que confiara en el poder de Dios y a no creer que la operación era necesaria si comprendía que todas las cosas son posibles para Dios. Eso fue justo lo que ocurrió. Al día siguiente, de manera natural, arrojó varias piedras nefríticas y no hubo operación.

Cada día tenemos que tomar decisiones. Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud: "La Ciencia es inmortal y no concuerda ni con las premisas ni con las conclusiones de las creencias mortales".Ciencia y Salud, pág. 84. No tenemos porqué temer la vida, y podemos recurrir sin reservas a la ley divina que sostiene nuestra vida y que confirma que las premisas y conclusiones alarmantes de las creencias mortales no tienen poder. Cada decisión que tomamos es una oportunidad maravillosa para descubrir la ley de Dios y Su amor, totalmente capaz de guiarnos acertadamente en cada circunstancia. Entonces comprendemos que realmente somos Sus hijos espirituales.

Me hiciste conocer los caminos de la vida;
Me llenarás de gozo con tu presencia.

Hechos 2:28

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