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Encontremos La luz

"Estaba empezando a mirar las cosas de manera distinta"

Del número de enero de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿A quién no le vendría bien tener más luz, más claridad en momentos de duda? Y si estamos en medio de nuestra propia búsqueda de luz, a veces ayuda oír las experiencias de otros que están encontrando que "resplandeció en las tinieblas luz", como lo describe el Salmista. Esta columna publica algunas experiencias que pueden ser útiles para los que están buscando nuevas respuestas. Los relatos son anónimos, para que los autores tengan la oportunidad de expresarse libremente sobre su estilo de vida anterior y sus pasadas actitudes que pueden haber sido considerablemente diferentes de los que ellos actualmente valoran. Fue necesario condensar el tiempo en la narración de estas experiencias, las que no intentan contar una historia completa, sino que muestran algo de la amplia gama de buscadores y el camino por el cual la luz del Cristo, la Verdad, restaura, redirige y regenera vidas.

Despues De Mi último año de estudios secundarios en Australia realmente no tenía idea de lo que quería hacer; por eso decidí ir al exterior por algún tiempo. Pasé unos nueve meses en Europa, viviendo en Roma la mayor parte de ese tiempo. Este período fue muy emocionante para mí; tenía diecinueve años y estaba empezando a descubrir mi independencia, pero también viví momentos de inseguridad y soledad.

Antes de partir, mi madre me regaló una Biblia. Me di cuenta de que a menudo recurría a la Biblia cuando me sentía deprimido o angustiado, o simplemente cuando no tenía nada más que hacer. Hallé un gran consuelo en sus páginas. Recuerdo que mi madre siempre me decía que podía recurrir al Salmo 91 en cualquier situación. Este Salmo empieza: "El que habita al abrigo del Altísimo". Salmo 91:1. Me consolaba al pensar que estaba bajo este "abrigo". Por eso empecé a leer algunos de los otros Salmos, el 139 en especial pasó a ser realmente mi favorito: "Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme". Salmo 139:12. El pensar que Dios me conocía me hacía sentir que yo era una persona especial, me hacía pensar que El siempre me estaba amando y cuidando cualquiera fuera el lugar donde me encontrara.

A veces Dios puede parecer muy alejado de nuestra vida, y mi descubrimiento de la Biblia fue realmente mi primer débil intento de aprender más acerca de Dios y de depositar más confianza en El. De una manera humilde estaba empezando a mirar las cosas de una manera distinta.

Al poco tiempo de haber vuelto a Australia, mi madre me dio un libro para leer, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana. Mi madre había conocido este libro hacía varios años, pero yo nunca me había percatado de él durante ese tiempo. No tenía idea del cambio que produciría en mi vida. Lo leí del principio al fin.

La vida de Cristo Jesús, en particular, cobró un significado completamente nuevo para mí. Jesús se transformó en el ejemplo supremo para mí de alguien que era verdaderamente radical, porque siempre miraba las cosas de modo distinto, desde un punto de vista totalmente espiritual. El predicó que "el reino de Dios se ha acercado", Marcos 1:15. pero no se quedó allí, mediante su obra sanadora él probó que esto era cierto.

Antes, yo nunca había pensado mucho realmente en las curaciones de la Biblia. Me habían criado creyendo que la enfermedad era una parte normal de la vida, y siempre había confiado en la medicina. Ahora, gracias a la Ciencia Cristiana, estaba aprendiendo que el reino de Dios es perfecto, que el hombre es una parte muy especial de ese reino, y que algo de la realidad de ese reino se puede demostrar en la vida diaria por medio de la curación. Noté que estaba dándole la bienvenida a este concepto nuevo y maravilloso acerca del hombre, el que me abrió las puertas a fabulosas posibilidades para salir adelante y hallar nuevos horizontes. Pronto me di cuenta de que estos nuevos horizontes no eran realmente nuevos sino que, más bien, siempre habían estado allí; la creación de Dios está establecida y, simplemente, la estaba descubriendo por mí mismo.

Nunca olvidaré la primera vez que llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana. Tenía síntomas de un severo resfrío o influenza. Recuerdo que la practicista me preguntó: "¿Puede Dios estar enfermo?" Esto me tomó de sorpresa. Pero, mientras pensaba sobre ello, comprendí que la respuesta tenía que ser negativa. Ella entonces me explicó que, en realidad, yo no podía estar enfermo tampoco. De pronto comprendí la verdad que respalda esto: que el hombre es la imagen y semejanza de Dios. Dios es perfecto; por lo tanto, el hombre, en su verdadera individualidad creado por Dios, debe ser perfecto también. Después de colgar el teléfono continué pensando en esto y muy pronto me sentí bien. Había sanado mediante la oración.

El primer capítulo de Ciencia y Salud se titula simplemente "La oración", y comprendí que mi entendimiento de la oración y la forma en que oro ha cambiado drásticamente por medio de la lectura de este capítulo. Comienza con estas palabras: "La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios — una comprensión espiritual de El, un amor desinteresado".Ciencia y Salud, pág. 1. En efecto, la oración es una gran cosa. Es universal; cualquiera puede orar y se puede orar en cualquier lugar en que nos encontremos. La oración sana. Para mí la oración es volver mi pensamiento a Dios y reconocer que todo está realmente bajo Su control total, confiando conscientemente en Dios por entero. Podemos orar con más eficacia al adquirir una mejor comprensión de Dios y de nuestra relación con El. En mi caso, he obtenido esta comprensión a través de la lectura de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy y viviendo, es decir, poniendo en práctica, lo que he estado aprendiendo.

La sociedad, la cultura y la educación intentan delinear en qué deberíamos confiar, cuáles deben ser nuestras ambiciones, deseos y valores, nuestro sentido de lo que está bien y de lo que está mal. Pero esto muy a menudo contradice el ejemplo que nos dejó Cristo Jesús de cómo vivir. La creencia del mundo es que la vida está basada en la materia. La idea que el mundo tiene de la ambición y del deseo es tener mucho dinero y hacer que la vida sea lo más agradable posible. Jesús entendió y probó que la vida tiene una base espiritual. El vio que Dios, o el Espíritu, es el creador de todo. Su ambición era hacer la voluntad de Dios; su deseo, ayudar y salvar a su prójimo. La Sra. Eddy escribió lo siguiente sobre Jesús en Ciencia y Salud. "Jesús de Nazaret fue el hombre más científico que jamás anduvo por la tierra. Penetraba por debajo de la superficie material de las cosas y encontraba la causa espiritual".Ibid., pág. 313. Esta es, por cierto, una declaración radical, pero lo que sana es precisamente este punto de vista espiritual de las cosas, el reconocimiento que Dios, el Espíritu, y no la materia, es la sustancia verdadera del ser.

Una de mis películas favoritas es Dead Poet's Society que se filmó hace varios años. El personaje principal, un profesor de inglés en un internado muy tradicional para varones, exhorta a sus alumnos a pensar por sí mismos y a aferrarse a sus creencias independientemente de lo diferentes que puedan ser para los demás. A veces esto puede parecer muy difícil, lo que nos llevaría a pensar que es, simplemente, más fácil seguir a las masas. Hay un versículo en la carta de San Pablo a los Romanos que nos da un fuerte consejo sobre este tema. J. B. Phillips lo traduce de esta manera: "No permitas que el mundo a tu alrededor te comprima en su propio molde". Rom. 12:2 (traducción de J. B. Phillips).

¿Significa esto que es preciso que nos transformemos en ermitaños o que nos amontonemos a salvo en grupos pequeños? La vida de Cristo Jesús nos contesta esto; es interesante saber que él fue acusado de "comer con pecadores". Mateo 9:11 (traducción de J. B. Phillips). Pero es precisamente donde él quería estar, allí afuera en el mundo donde podía hacer el mayor bien. Y él instruyó a quienes lo iban a seguir que fueran por todo el mundo. Sin embargo, también nos mostró que, para hacerlo, necesitamos fortalecer nuestra relación con Dios. Tenemos que poner a Dios en el centro de nuestra vida y confiar en El para todas las cosas.

Al poco tiempo de haber conocido la Ciencia Cristiana, estaba luchando conmigo mismo porque me sentía inadecuado y que carecía de mérito para actuar en público en calidad de guitarrista clásico. El tocar frente al público siempre había sido una ordalía para mí; me llenaba de frustración y autocrítica. Carecía de confianza en mi habilidad para expresarme con libertad. Había sido criado en una enseñanza religiosa que creía que el hombre es un pecador sin valor, pero mediante mi estudio de la Ciencia Cristiana había empezado a vislumbrar algo del valor e identidad espiritual que poseo por ser la expresión de Dios. Una comprensión creciente de estas verdades me ha dado una sensación de libertad para expresarme con confianza. Ahora sé que tengo algo con que contribuir porque expreso a Dios. Esta curación gradual, que me ha llevado a entender mi propia valía, es una de las bendiciones más grandes que he recibido.

Puede parecer muy difícil a veces confiar y depender de Dios cuando el mundo apenas Lo reconoce; y cuando lo hace, Lo considera de una manera muy incierta, como intangible y muy distante de la vida diaria. Sin embargo, ahora mismo Dios está con nosotros amando, fortaleciendo y cuidando a cada uno de nosotros. ¿Cómo podemos saberlo con seguridad? Lo descubrimos por nosotros mismos mediante la oración y la curación espiritual que experimentamos en nuestra vida.

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