¿Ha Sentido Usted alguna vez el deseo de escapar a una choza en una montaña y sentirse libre de toda responsabilidad? Las vacaciones pueden proporcionar un descanso temporario, pero muy pronto nos encontramos nuevamente haciendo frente a esas responsabilidades que a veces nos parecen demasiado pesadas.
Un concepto equivocado de la relación que existe entre Dios y el hombre, a menudo origina un sentido de carga. Si nos consideramos mortales, separados de Dios, puede ser difícil elevarse por encima del peso de las responsabilidades. Pero la carga puede comenzar a ser más ligera cuando nos disponemos a aceptar la verdad bíblica de que Dios creó al hombre a Su imagen. Como imagen, el hombre es reflejo de Dios, Su expresión, la manifestación del Espíritu divino. Por lo tanto, el hombre verdadero, o sea, nuestra verdadera identidad, mora en Dios, es totalmente espiritual, y es gobernada por Dios en cada aspecto de su ser. El hombre verdadero depende totalmente de Dios para su vida, sustancia e inteligencia. No tiene capacidades que le sean propias en un sentido personal, sino que refleja la capacidad infinita de su creador. Mas aún, dado que Dios no cambia, las capacidades de Su idea, el hombre, jamás varían. No fallan en algunas ocasiones sino que siempre están en el punto de la perfección.
¿Cómo puede este concepto espiritual de la relación del hombre con Dios liberarnos de la sensación de carga? El rechazar el falso sentido que abrigamos acerca de nosotros mismos y reconocer, mediante la oración, nuestra verdadera identidad espiritual, nos ayudan a destruir el concepto erróneo de que estamos separados de Dios, concepto que trae consigo un sentido de carga y de temor. Cuando comenzamos a reconocer que nosotros y los demás reflejamos a Dios, nos apoyamos más en El por ser la única causa genuina, y nos sentimos cada vez más liberados de tener falsas responsabilidades.
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