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Publiquemos la paz

Del número de enero de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Ser Independiente Es una meta estimulante para muchas personas. Para mi hija adolescente "independizarse" se traduce en poder escuchar música más alto y pasar más tiempo hablando por teléfono sin interrupciones.

Para mí, hace varios años, significó empezar un negocio de asesoría, con poco más que algunas palabras de aliento de unos amigos y familiares y grandes esperanzas de mi parte. Con el tiempo se presentaron algunas oportunidades de trabajo, junto con alguna ayuda financiera, pero, al considerarlas a largo plazo, las perspectivas eran bastante sombrías porque los ahorros de nuestra familia continuaban disminuyendo. Durante todo ese tiempo mi esposa y yo estuvimos orando para obtener alguna clase de ayuda, pero no estábamos viendo ningún cambio.

El cambio completo tuvo lugar una tarde cuando estaba escuchando el programa Monitor Radio, el servicio informativo radial de The Christian Science Monitor. Me había estado sintiendo especialmente deprimido sobre la posible pérdida de nuestra casa por no poder pagar a hipoteca y también por la disminución de trabajo en mi negocio, cuando transmitieron una nota informativa sobre la gente que vivía en el Líbano. Se pidió a los entrevistados que compartieran su sentir sobre lo que era vivir durante años de luchas y guerra civil.

A medida que escuchaba, vi con claridad que si bien vivíamos en diferentes partes del mundo y teníamos diferentes razones para estar desalentados, desesperados y hasta enojados, algunas personas en ese país atormentado por la guerra estaban encontrando y manteniendo un sentido de esperanza y paz que yo no tenía. Los comentarios de un señor me ayudaron mucho. Cuando le preguntaron qué ansiaba, respondió: "¡Vivir! En realidad, simplemente, vivir. ¡Ahora quiero vivir!" (Monitor Radio, 22 de junio de 1984, sección titulada: "Voces de Beirut").

No fueron tanto sus palabras que me fortalecieron, como su determinación de encontrar vida y paz en medio de tanta desesperación y destrucción. Fue un ejemplo lleno de esperanza cuando yo necesitaba uno, y me recordó que no tenía que esperar un cambio en la escena humana para empezar a hallar en mi vida una sensación de paz y de alegría más elevadas, más espirituales, lo que pude hacer a medida que recurría a Dios con más firmeza.

Cristo Jesús nos enseñó que un corazón hambriento de todo lo que con justicia le pertenece al hombre por ser la semejanza de Dios, el bien, será saciado. Estaba empezando a ver que el sentirse saciado o lleno del constante amor y cuidado que Dios tiene por el hombre, no dependía del tiempo ni de las circunstancias, y que la paz y la armonía que yo creía le faltaban a mi vida durante este período difícil, jamás habían estado realmente ausentes.

El mensaje del bien siempre presente, que rompe el sentido ilusivo de angustia y desaliento, nos brinda una sensación de gozo y consuelo que son totalmente espirituales y que vienen del Espíritu, Dios. En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe sobre los efectos de las opiniones materiales en conflicto: "La Verdad y el Amor son un antídoto contra ese miasma mental y así vigorizan y sostienen la existencia".Ciencia y Salud, pág. 274.

No podemos estar separados de la Verdad y el Amor por más que un sentido mortal y material de la existencia quisiera insistir que lo estamos. El espíritu vigorizante de la Verdad y el Amor que penetra aun las circunstancias humanas más oscuras, es universal, iluminador y siempre consuela. Está constantemente "publicando" su mensaje sanador a la humanidad. La Sra. Eddy escribió a una iglesia filial de Cristo, Científico: "De esto podemos estar seguros: de que los pensamientos alados de paz y amor exhalan una bendición silenciosa sobre toda la tierra, cooperan con el poder divino, y amparan sin saberlo la obra de Su mano".Escritos Misceláneos, pág. 152.

Nuestra oración sincera, profundamente sentida, revela esta presencia espiritual y poder sostenedor, y nos muestra — aunque sea en sólo una vislumbre — el tierno abrazo siempre presente de nuestro Padre-Madre. Según lo explica la Ciencia Cristiana, este sentido espiritual de nuestro parentesco con Dios no es ningún refugio temporal ni imaginario para separarnos de los problemas humanos. Todo lo contrario, es la capacidad espiritual innata que tenemos para conocer y sentir lo que Dios, el creador único, nos está diciendo constantemente acerca de la realidad, Su creación perfecta y su gobierno armonioso, imperturbable bajo la ley divina.

El objeto de nuestra oración no es conseguir algo que no tenemos; más bien es tomar conciencia de lo que ya es nuestro por ser hijos de Dios. Esto incluye despojarse de todo rasgo de resentimiento, desconfianza y pesimismo — todo lo que escondería nuestra individualidad verdadera, espiritual y la rica herencia que tenemos por ser la semejanza de Dios — y esforzarse por ver en nosotros mismos y en los demás humildad, honor, fraternidad, gozo: las cualidades espirituales que instintivamente sabemos que son, en realidad, la esencia de vivir.

¿Acaso no es esto lo que distinguió el concepto que tenía Cristo Jesús de que la vida y la paz derivan de Dios y son perdurables, del concepto distorsionado que el mundo tiene de ellas como algo de lo cual se puede privar al hombre? Y ¿no es esto lo que da poder sanador al mensaje que su vida todavía anuncia a sus seguidores: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” ? Juan 14:27.

“Mi paz” nos dio Jesús, y su ejemplo continúa tocando y mejorando el corazón y la vida de los hombres y mujeres receptivos que hay en todas partes.

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