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Cuando Nuestro Hijo comenzó...

Del número de marzo de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Nuestro Hijo comenzó a hablar, nos dimos cuenta de que no podía pronunciar ciertos sonidos y que reemplazaba estos sonidos por otros que podía pronunciar. Sus “tr” y “j” los reemplazaba con el sonido de la “g” y, en lugar de la “s” pronunciaba la “1”. Al principio, a nosotros (y aparentemente a todo el mundo) esto nos parecía simpático y pensamos que sería algo que cambiaría con el crecimiento, pero más tarde comenzamos a orar para comprender que la habilidad para hablar de nuestro hijo se la había dado Dios y por consiguiente era completa y perfecta. Cuando tenía más o menos cuatro años y medio, todavía usaba los mismos sonidos y la maestra del jardín de infantes al que asistía nos manifestó su preocupación por la manera de hablar del niño. Nosotros le aseguramos que estábamos atendiendo este problema.

Nuestras oraciones estaban basadas en lo que Jesús enseñó en sus muchas curaciones. Una de ellas, que mi esposo y yo estudiábamos constantemente, es la curación del hombre sordo que tenía dificultad para hablar.

Para mí, la parte más importante de esa narración es cuando dice: “Se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien”. Otro pasaje bíblico que estudiábamos y sobre el cual reflexionábamos y que nos daba mucho consuelo, es del libro de Exodo, cuando Dios dice a Moisés que él es el que tiene que libertar a los hijos de Israel de su esclavitud. Moisés le responde diciendo que él es “tardo en el habla y torpe de lengua”. Pero Dios le responde: “¿Quién dio la boca al hombre?” Con esto, nos dimos cuenta de que era Dios quien había hecho a nuestro hijo la perfecta expresión de inteligencia, libertad y dominio y que, por consiguiente, cada aspecto de su habla debía ser claro y correcto.

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