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Salvémonos a nosotros mismos

Del número de marzo de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Sonreimos Ante El mecánico que siempre tiene su auto descompuesto; el contador que constantemente tiene su talonario de cheques con un saldo equivocado, y el arquitecto que diseña jardines y cuyo jardín parece un poco desordenado. Y, sin embargo, cada uno de nosotros puede encontrar probablemente aspectos de nuestra vida en que hemos podido ayudar a otros pero en los que a nosotros no nos ha ido tan bien.

En algunos casos la razón puede ser que hemos estado tan preocupados en hacer para los demás lo que hacemos mejor, que simplemente no hemos cuidado de nosotros mismos. Esta cuestión es significativa cuando se trata de las actividades religiosas. Puede que los pastores a veces den tanto de ellos mismos cuando ayudan a los demás que cuando se trata de salvarse a sí mismos.. . Quizás estén tan totalmente comprometidos en hacer un esfuerzo altruista por el mundo material, que descuidan sus propios problemas personales. Aquellos que oran por el bienestar de su familia o de otros pueden sentirse a veces enfrentados con las mismas situaciones difíciles. Pueden ayudar a otros pero sienten que no pueden cuidar de sí mismos en forma eficaz.

A menudo aquí surge una pregunta de fondo que va más allá de tener el tiempo necesario para hacer frente a nuestras propias necesidades. El hecho de no tratar en forma eficaz nuestros desafíos personales puede estar relacionado con una enseñanza religiosa muy vieja y fuertemente arraigada. Esta enseñanza está simbolizada en la actitud que expresaron algunos de los sacerdotes que estaban cerca cuando pusieron a Cristo Jesús en la cruz. De acuerdo con el Evangelio según Mateo, las palabras burlonas de los sacerdotes durante los últimos momentos de la agonía de Jesús, fueron: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar”. Mateo 27:42.

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