Sonreimos Ante El mecánico que siempre tiene su auto descompuesto; el contador que constantemente tiene su talonario de cheques con un saldo equivocado, y el arquitecto que diseña jardines y cuyo jardín parece un poco desordenado. Y, sin embargo, cada uno de nosotros puede encontrar probablemente aspectos de nuestra vida en que hemos podido ayudar a otros pero en los que a nosotros no nos ha ido tan bien.
En algunos casos la razón puede ser que hemos estado tan preocupados en hacer para los demás lo que hacemos mejor, que simplemente no hemos cuidado de nosotros mismos. Esta cuestión es significativa cuando se trata de las actividades religiosas. Puede que los pastores a veces den tanto de ellos mismos cuando ayudan a los demás que cuando se trata de salvarse a sí mismos.. . Quizás estén tan totalmente comprometidos en hacer un esfuerzo altruista por el mundo material, que descuidan sus propios problemas personales. Aquellos que oran por el bienestar de su familia o de otros pueden sentirse a veces enfrentados con las mismas situaciones difíciles. Pueden ayudar a otros pero sienten que no pueden cuidar de sí mismos en forma eficaz.
A menudo aquí surge una pregunta de fondo que va más allá de tener el tiempo necesario para hacer frente a nuestras propias necesidades. El hecho de no tratar en forma eficaz nuestros desafíos personales puede estar relacionado con una enseñanza religiosa muy vieja y fuertemente arraigada. Esta enseñanza está simbolizada en la actitud que expresaron algunos de los sacerdotes que estaban cerca cuando pusieron a Cristo Jesús en la cruz. De acuerdo con el Evangelio según Mateo, las palabras burlonas de los sacerdotes durante los últimos momentos de la agonía de Jesús, fueron: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar”. Mateo 27:42.
Esta evaluación fue más que una simple observación. Fue una indicación de una manera subjetiva de ver las cosas. Esta antigua perspectiva de los sacerdotes, que uno no se puede salvar a sí mismo, puede aún hoy tener un resultado adverso en la gente, dependiendo del punto de vista que uno tenga respecto a la función que desempeña el sacerdocio.
El punto de vista distorsionado de la función que desempeña el sacerdocio es que la persona está esencialmente desvalida; que sin una intervención personal simplemente no puede tener éxito, ni sobrevivir. Este punto de vista, fomentado por mucho tiempo en la consciencia humana, limitaría lo que una persona puede hacer. De maneras insignificantes y sutiles, pudo haber interferido con nuestros talentos, con las facultades que comienzan a florecer cuando descubrimos lo que realmente podemos hacer por nosotros mismos, y cuando comprendemos que ningún mortal es la puerta de entrada para nuestro progreso. Un sacerdote no es nuestro pasaporte para una vida plena, como lo pensaban a menudo los fariseos en la historia de la Biblia.
Pero un aspecto correcto del concepto del sacerdocio es tener la genuina semejanza al Cristo, y el significado de esta perspectiva está presentado en una declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “La Biblia declara que todos los creyentes son hechos ‘reyes y sacerdotes para Dios’ ”.Ciencia y Salud, pág. 141. En verdad nuestra innata semejanza al Cristo, nuestra espiritualidad, es la cualidad que verdaderamente revela nuestra relación con Dios. Y este es el vínculo que nos da la habilidad para ayudarnos a nosotros mismos. Otros nos pueden apoyar para que descubramos esta semejanza al Cristo en la consciencia, pero finalmente debemos cumplir con nuestra parte amando y atesorando la cristianización del pensamiento.
Jesús, el ejemplo más elevado y completo de lo que verdaderamente es un “sacerdote de Dios”, nos mostró que la semejanza al Cristo es la herencia natural del hombre. Esto es lo que lo salvó de aquellos que intentaron acabar con su contribución a la humanidad. Aquellos que se burlaron de Jesús en la cruz no entendieron que era el Cristo lo que le permitía ilustrar la esencia verdadera de lo que significa ser un sacerdote. Jesús nos ayudó a comprender que el poder del Cristo es la manera que tiene Dios de llegar a cada persona, ayudando a todos a descubrir el cuidado amoroso de un Padre-Madre eterno.
Si usted alguna vez comienza a sentir que su salvación depende de la presencia de una personalidad mortal, esto es, si siente que lo sujeta la creencia de que no puede cuidar de usted mismo, sería conveniente que pensara un poco más acerca del eterno Cristo salvador que Jesús expresó y que nos llamó a conocer por nosotros mismos. Esto condujo a la raza humana por una dirección diferente del punto de vista tradicional de la dependencia personal.
¿Realmente quiere ser gobernado por una teoría religiosa muy limitada y obsoleta? ¿No sería más natural sentir que en verdad puede ayudarse a sí mismo? Si le ha pedido a alguien ayuda mediante la oración, ¿acaso el esfuerzo de él o ella no entraña el alentarlo a usted a aceptar que el Cristo salvador está ahora mismo en su consciencia? En verdad es alentador saber que el Cristo está presente, y que nos permite llevar a cabo lo que se nos pide que hagamos. El Cristo sanador: esta es una manera científicamente cristiana de describir la presencia salvadora de Dios dentro de la consciencia individual. La Sra. Eddy insiste en Retrospección e Introspección: “Nadie puede salvarse sin la ayuda de Dios, y Dios ayudará a todo hombre que hace su propia parte”.Ret., pág. 86.
Puede haber momentos en que nos sentimos especialmente agradecidos porque nuestra oración ha producido en otros una maravillosa curación, por guiarlos hacia Dios, quien es su ayudador siempre presente. Pero nos desconcierta que la oración para nosotros mismos aún no haya podido resolver un problema personal. Es posible que sea necesario enfrentar en forma concienzuda la vieja equivocación religiosa de que podemos salvar a otros pero no a nosotros mismos.
El hecho es que sólo la presencia del Cristo salva. Y, por supuesto, usted tiene la habilidad de ayudar a otros a reconocer al Cristo. Pero usted tiene también la capacidad de ceder a esta influencia salvadora. Tiene la ayuda de Dios a su alcance. El está trayendo el Cristo a su vida a cada momento. Usted tiene la capacidad de aceptar esta presencia sanadora.
Un pensamiento a la semejanza del Cristo es en verdad la sustancia del hombre que Dios crea y sostiene. Y el hecho de confiar cada vez más en esta verdad nos permite ser más eficaces para sanarnos a nosotros mismos tanto como a los demás. Nos da la habilidad de practicar con tesón y sin cejar la admonición de la Biblia: “Médico, cúrate a ti mismo”. Lucas 4:23.
Gracias sean dadas a Dios,
que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Así que, hermanos míos amados,
estad firmes y constantes,
creciendo en la obra del Señor siempre,
sabiendo que vuestro trabajo en el Señor
no es en vano.
1 Corintios 15:57, 58