Desde Mi Temprana niñez sufrí de epilepsia. Se hicieron consultas con especialistas médicos, pero no pudieron aliviarme.
Más tarde, después de casarme e ir a vivir a Chicago, mi salud no solo no mejoró sino que empeoró. Decidimos consultar a un renombrado especialista. Luego de examinarme durante una semana, lo único que pudo decirme fue que todavía no había curación posible. Me recetó entonces una medicina que debía tomar tres veces al día.
Cuando mi esposo falleció a fines de la década de los cuarenta, me mudé a Los Angeles. Luego me casé nuevamente y mi cuñada me dio a conocer la Ciencia Cristiana. Aun cuando al principio no estaba muy interesada, ella me alentaba y leíamos juntas diariamente la Lección Sermón de la Biblia y Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy. Más adelante, luego de habernos mudado a los suburbios, concurrí a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, que había cerca y también fui a la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Concurría a los servicios todos los domingos.
Un domingo, al volver a casa me di cuenta de que mi esposo me había abandonado. Estaba sola. Pero en vez de desalentarme, la situación solo hizo que me aferrara más que nunca a lo que estaba aprendiendo de Dios. Continué mi dedicado estudio de la Ciencia Cristiana.
Un día, mientras leía la lección, me interesó especialmente el pasaje en Marcos que relata cuando Cristo Jesús sana al hombre que tiene el “espíritu mudo”. El entendimiento de pronto iluminó mi pensamiento. De inmediato sentí la cercanía de Dios. Tiré todas las medicinas en el incinerador. Sentí como si me hubieran sacado un gran peso de encima. Desde entonces, nunca más he tomado ni una gota de medicina. Los ataques cesaron por completo.
Mi progreso continuó al unirme a La Iglesia Madre y a una iglesia filial, donde he sido miembro activo por muchos años.
En años recientes hubo una vez que me dieron un mes para desalojar mi departamento. Al principio me sentí perturbada y asustada. El lugar donde vivía parecía ideal: cerca de la iglesia, a corta distancia de un centro comercial, y el departamento tenía un alquiler que yo podía pagar. Pero comencé a empacar y a orar con estas dos referencias, una en Exodo: “He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado”. Y otra en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “Peregrino en la tierra, tu morada es el cielo; extranjero, eres el huésped de Dios”. En menos de una semana una amiga me informó que un departamento estaba disponible en el mismo vecindario. Era exactamente lo que necesitaba.
También sané de lo que parecía ser una muñeca quebrada. Estas palabras de No y Sí escrito por la Sra. Eddy: “Dios mantiene al hombre en los eternos vínculos de la Ciencia, — en la armonía inmutable de la ley divina”, apoyaron mi pensamiento mientras hacía mi trabajo el resto de esa tarde. Mi mano se puso negra y me dolía mucho. Pero una semana después yo había regresado al trabajo. La hinchazón, descoloramiento y dolor habían desaparecido, y mi mano estaba normal otra vez.
La curación, guía y apoyo sostenedor de la educación espiritual que he obtenido a través del estudio de las Lecciones Bíblicas y de los escritos de Mary Baker Eddy, han tenido gran significado en mi experiencia.
Los Angeles, California, E.U.A.