Mi Madre Estudio la Ciencia Cristiana desde muy joven. Ella nos leía a mi hermana y a mí las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, pero vivíamos demasiado lejos para asistir a los servicios religiosos de una iglesia de la Ciencia Cristiana. Años después, cuando yo era adolescente, me afilié a una iglesia de otra denominación. No fue sino hasta que me casé y formé una familia que reanudé el estudio de la Ciencia Cristiana.
Cuando nuestras hijas comenzaban la etapa de la adolescencia, mi esposo falleció. En esta situación apremiante me volví a Dios con todo mi corazón y al poco tiempo comencé a asistir a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y las niñas iban a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Con tres hijas adolescentes y sin contar yo con un empleo estable, aprendí a confiar en Dios como nuestra verdadera fuente de provisión.
Fue durante este período que tuve una curación maravillosa. Una tarde me puse a cortar el césped del jardín, y al conectar la máquina, sin darme cuenta la empujé hacia atrás sobre mi pie. La cuchilla de la máquina de cortar césped atravesó mi zapato y me hizo un corte en el pie. Inmediatamente me vino al pensamiento esta poderosa declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección”.
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