Mi Madre Estudio la Ciencia Cristiana desde muy joven. Ella nos leía a mi hermana y a mí las Lecciones Bíblicas del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, pero vivíamos demasiado lejos para asistir a los servicios religiosos de una iglesia de la Ciencia Cristiana. Años después, cuando yo era adolescente, me afilié a una iglesia de otra denominación. No fue sino hasta que me casé y formé una familia que reanudé el estudio de la Ciencia Cristiana.
Cuando nuestras hijas comenzaban la etapa de la adolescencia, mi esposo falleció. En esta situación apremiante me volví a Dios con todo mi corazón y al poco tiempo comencé a asistir a una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y las niñas iban a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Con tres hijas adolescentes y sin contar yo con un empleo estable, aprendí a confiar en Dios como nuestra verdadera fuente de provisión.
Fue durante este período que tuve una curación maravillosa. Una tarde me puse a cortar el césped del jardín, y al conectar la máquina, sin darme cuenta la empujé hacia atrás sobre mi pie. La cuchilla de la máquina de cortar césped atravesó mi zapato y me hizo un corte en el pie. Inmediatamente me vino al pensamiento esta poderosa declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy: “Bajo la divina Providencia no puede haber accidentes, puesto que no hay lugar para la imperfección en la perfección”.
Tan pronto como entré en la casa, llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Envolví mi pie en una toalla y tomé la Biblia. Todo el Salmo 23 y estos versículos del Salmo 121 fueron muy reconfortantes: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda”.
En unos pocos minutos la herida dejó de sangrar y un rato después se cerró. Esto ocurrió un viernes y el domingo siguiente pude ponerme zapatos de tacón alto y cumplir con mi deber de ujier en la iglesia.
Con el transcurso de los años, mis hijas se casaron y formaron sus propios hogares. Con el tiempo me casé con un hombre muy bueno y afectuoso que gustosamente concurría a la iglesia conmigo. Después de muchos años de feliz matrimonio, mi esposo falleció de repente. La oración del Padre Nuestro, con su interpretación espiritual del capítulo “La oración” de Ciencia y Salud, fue de gran consuelo para mí.
Por algún tiempo pensé que todo iba bien. Pero entonces varios comentarios de amigos y vecinos bien intencionados comenzaron a deprimirme. Ellos decían que nuevamente estaba sola, que mi casa era demasiado grande para mí y que no debía hacer ésta u otra cosa sola.
Una noche me di cuenta de que no podía mover la pierna derecha. Comenzó a dolerme e hincharse, por lo que llamé a un practicista que de inmediato me dio tratamiento metafísico por medio de la oración según la Ciencia Cristiana. Poco después decidí internarme en un sanatorio de la Ciencia Cristiana para que me atendieran y cuidaran; así yo podía dedicar toda mi atención a la oración y al estudio de la Biblia y de los escritos de la Sra. Eddy.
Todo el personal que me cuidaba expresaba mucho amor y paz al atender mis necesidades físicas. Una de las afirmaciones del practicista durante esta experiencia era que yo, como reflejo de Dios, no estaba sola; Dios era uno conmigo y yo con El; también que sólo el bien está presente porque Dios es el bien y es infinito. El es el único poder. Sentí que necesitaba un entendimiento más profundo de la Palabra de Dios, de modo que todos los días estudiaba la Biblia y Ciencia y Salud varias horas cada día. También sabía que necesitaba expresar más amor y paciencia en mi vida diaria y me esforcé por hacerlo.
Después de estar alrededor de dos semanas y media en el sanatorio, aún necesitaba ayuda para mobilizarme y comencé a sentirme desanimada. Pero una tarde, mientras miraba a través de la ventana, había un resplandor dorado en el cielo y sentí de pronto la presencia de Dios, Su Cristo, conmigo, que me rodeaba con tierno amor. Las siguientes palabras vinieron claramente a mi pensamiento: “Dios ama al mundo; El cuida de ti”. Tuve una sensación de compasión y paz muy tangible. Desde ese momento pude pararme y comenzar a caminar. Fui mejorando constantemente y al cabo de una semana y media pude regresar a casa. El siguiente pasaje de Ciencia y Salud fue de gran ayuda: “Esperad pacientemente a que el Amor divino se mueva sobre la faz de las aguas de la mente mortal y forme el concepto perfecto. La paciencia debe ‘tener su obra completa’ ”.
Estoy muy agradecida por esta curación y por muchas otras, pero mucho más por el despertar espiritual y por el entendimiento y crecimiento que el cielo me envió. Estoy agradecida por los practicistas que desinteresadamente trabajaron por mí, por mi familia que me apoyó en todo momento, por ser miembro de una iglesia filial y de La Iglesia Madre y por todas las publicaciones de la Ciencia Cristiana que siempre contienen artículos oportunos que responden a mis necesidades.
Es maravilloso saber que podemos acudir a Dios en busca de ayuda y confiar en la oración sincera que es siempre respondida. Dios ama a todos y a cada uno de nosotros. A medida que aprendemos a amarle y a conocer la naturaleza espiritual de Su creación, nuestras necesidades son satisfechas.
Pomona, California, E.U.A.
Es un gozo para mí corroborar las curaciones de mi madre que ocurrieron tal como ella relató. Me acuerdo cuando mi madre, mis hermanas y yo comenzamos a estudiar la Ciencia Cristiana. Durante esa época, yo abrigaba la esperanza de asistir a una universidad que quedaba lejos de nuestra casa. Pero los fondos necesarios para cubrir los gastos de estudio y alojamiento parecían totalmente fuera de nuestro alcance. El valor de mi madre y su firme confianza en Dios fueron de especial inspiración y aliento para mí.
Orábamos para comprender que las ideas de Dios son completas y no carecen de ningún elemento esencial y para saber que podíamos confiar en que Dios daría todo lo que fuera necesario. Algunos meses antes de que las clases comenzaran, hubo fondos disponibles para cubrir mi primer año y, sintiéndome muy agradecida, comencé mis estudios. Nuestra oración continuó durante todos mis años de estudios en la universidad y cada semestre los fondos estuvieron disponibles y fueron suficientes para suplir mi necesidad, y muy a menudo de fuentes que nunca hubiéramos podido anticipar. Esta demonstración me enseñó a volverme a Dios para satisfacer todas mis necesidades y fue además el comienzo de mi confianza radical en la Ciencia Cristiana para toda curación. Estoy muy agradecida por esta preciosa Ciencia y por las muchas bendiciones que continúa trayendo a nuestra vida.
Juneau, Alaska, E.U.A.