Ha Llegado El momento de expresar por escrito mi gratitud por tres curaciones recientes. El año pasado, me lastimé un ojo con la antena rota del auto y comencé a tener problemas con la visión. Aunque en el primer momento sentí mucho dolor, recordé que unos años atrás mi hijo había sanado muy rápido de un accidente similar. Me senté a orar y le pedí a mi hija que telefoneara a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí.
El dolor cedió casi al instante y, al día siguiente, ataviada con un parche casero en el ojo, pude conducir hacia Londres y cumplir con todos mis compromisos de negocios. Tres días más tarde me quité el parche y rehusé admitir que los molestos síntomas interferían con mis actividades normales.
Sin embargo, desde ese momento y durante varias semanas, pareció que el ojo no mejoraba. A decir verdad, hubo días en que para hacer cualquier trabajo en la oficina, tuve que usar unos anteojos para leer que había comprado algunos años atrás. Continuamente acudían a mi pensamiento sugestiones desalentadoras de que tenía doble visión y de que era probable que el daño fuera permanente.
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