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Podemos ayudar a eliminar la ira del público

Del número de marzo de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Escuchamos Con Frecuencia, en ciertos programas radiales, a personas que desahogan su indignación contra algún funcionario del gobierno o alguna circunstancia. Es evidente que la ira se ha difundido, expresándose en conflictos raciales, violencia en las calles o en facciones de la comunidad renuentes a cooperar con el orden público.

Si bien la ira podría considerarse como una reacción natural, e incluso terapéutica, contra la injusticia, no ofrece, en realidad, ninguna solución genuina. El estado de pensamiento frustrado e incitado sólo tiende a empañar la razón, e impedir la percepción de soluciones posibles y de pasos que guíen en la dirección correcta.

No hay nada realmente nuevo en cuanto a esta manera de pensar que se basa en la carnalidad que genera odio y conflicto, ni sobre el atemorizante punto de vista acerca de la vida que ve al hombre como una víctima perpetua, sujeta a fuerzas que están fuera de su control. Cualesquiera que sean las nuevas formas de los problemas de hoy en día, su denominador común es el mismo que siempre ha sido. San Pablo lo describe como los designios de la carne, él dijo a los romanos que son “enemistad contra Dios”. Rom. 8:7. Afortunadamente, hay un remedio, y es tan poderoso hoy en día como lo fue en tiempos de la Biblia. Probablemente se resuma mejor en el consejo que San Pablo dio a los filipenses: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Filip. 2:5.

Jesús demostró que no tenemos porqué ser víctimas indefensas y que la percepción de la presencia y el amor de Dios pueden revelarnos un cuadro muy diferente de las cosas del que podríamos haber estado viendo. La tendencia del pensamiento humano es la de estar resentido por la injusticia y de transformarla en un poder externo insuperable. Pero el Mostrador del camino habló de amar a nuestros enemigos, de cultivar la humildad y la pureza, de entrar en nuestro “aposento” de oración silenciosa en busca de curación. Sus enseñanzas contrarrestan la agresividad de la voluntad y reacción humanas con la instrucción, en esencia, de que debemos someternos humildemente al gobierno del único Dios: dejar que la Mente divina sea nuestra única Mente.

La humildad y el amor que Jesús nos alentó a que expresáramos no son respuestas débiles e ingenuas a las múltiples tendencias del mundo moderno. Por el contrario, son respuestas que nos ponen en armonía con la Mente única, con el poder divino que no ha creado la injusticia, sino que la elimina del universo de Dios. Al esforzarnos por expresar esas cualidades vemos que la niebla del temor y del enojo desaparecen y podemos ayudar a que se desvanezca para los demás.

Al aprender lo que significa tener la Mente que estaba también en Cristo Jesús, no sólo reflejamos más de la naturaleza divina, sino que discernimos más de la realidad espiritual del creador y la creación. Empezamos a comprender que la manera en que las cosas parecen ser, no es la manera en que Dios realmente las hizo. El Amor infinito no hizo un universo de mortales sujetos al engaño y al enojo. Como dice la Biblia, el Amor creó al hombre a su imagen, para que expresara su naturaleza perfecta. Por lo tanto, el hombre es en realidad la semejanza espiritual y satisfecha de Dios, sostenida por Su justicia y amor. La verdad es que en el universo espiritual de Dios no hay mentes en lucha; todas las identidades expresan a la Mente única.

No obstante, es evidente que no sólo hay que creer en esta realidad sino también demostrarla. Esta realidad se tiene que manifestar en la práctica como resultado de la oración y de nuestro propio deseo de someternos a los impulsos del Amor. Y esto incluye el esforzarnos por considerar a los otros como son en verdad, más allá de lo que nos dicen las apariencias. La Sra. Eddy dijo en su Mensaje a La Iglesia Madre para 1902: “Los actores del mundo cambian las escenas del mundo; y el telón de la vida humana debiera levantarse a la realidad, sobre aquello que va más allá del tiempo; sobre el deber cumplido y la vida perfeccionada, donde la alegría es real e inmarchitable”. Mensaje para 1902, pág. 17.

Los medios de comunicación pueden hablar de la creciente injusticia e ira reinantes; pero la intuición espiritual y la oración nos revelan que el Amor gobierna al hombre. Cultivar este punto de vista y vivir más el amor que viene de Dios, es hacer mucho para eliminar las tendencias destructivas de la mente carnal y cambiar para bien las circunstancias en el mundo.

Así que, si todo tu cuerpo
está lleno de luz, no
teniendo parte alguna de
tinieblas, será todo
luminoso, como cuando una
lámpara te alumbra con
su resplandor.

Lucas 11:36

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