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Iglesias llenas de propósito y curación

Del número de marzo de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los “Llamados”. Este es el significado esencial de la palabra griega original traducida por “iglesia” en el Nuevo Testamento. Cristo Jesús literalmente llamó a sus estudiantes para que dejaran atrás su vida anterior y lo siguieran. Al aceptar ese llamando, sus seguidores se debían apartar de las expectativas materiales comunes de la vida y, ante los ojos del mundo, debían aparecer como algo muy distinto a lo que habían sido antes, como hombres y mujeres nuevos, con un propósito nuevo.

De maneras extraordinarias, estos hombres y mujeres nacidos de nuevo hasta iban a hacerse “como niños” a medida que se disponían, sin avergonzarse, a honrar a Dios como su Padre y a aceptar con humildad que Su voluntad dirigiera su vida. Se iban a convertir en pioneros espirituales en las fronteras recientemente abiertas del corazón, la mente y el espíritu. Se iban a transformar en discípulos y sanadores. De hecho, serian la Iglesia Cristiana.

Obviamente, este “llamado” nunca ha significado que los cristianos se fueran a separar de la humanidad o que mantuvieran el mundo a la distancia. Y si bien el cristianismo verdadero, sin duda, produce como consecuencia una confrontación espiritual y moral con la mundanalidad — hasta una clase de guerra con el craso materialismo, la ignorancia y el pecado— para ser la iglesia de Cristo es necesario abrazar a todos los hombres y mujeres con un amor desinteresado. La Iglesia, tanto entonces como ahora, encuentra su vida misma al atender a las necesidades de la humanidad, elevando al mundo mediante el poder divino de la oración, mostrando con convicción espiritual el camino perfecto de Dios hacia la salvación de todos.

Hoy día, este hecho de compartir el evangelio, o las buenas nuevas del amor salvador de Dios, se comprende mejor al compartir nuestra propia vida. Y es un evangelismo tan exento de egoísmos que debe continuar definiendo la misión sanadora fundamental de la Iglesia a medida que nos acercamos al siglo XXI. Esta misión no consiste en “conseguir” miembros sino en glorificar a Dios y amar a nuestro prójimo. Para el Científico Cristiano, sólo cuando nuestra iglesia está demostrando de manera activa y vital la totalidad del hombre como el reflejo espiritual de Dios, es que la iglesia, al igual que cada discípulo contemporáneo, cobra genuinamente vida y propósito.

Los Científicos Cristianos están muy familiarizados con la descripción de Iglesia que hace Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, el libro de texto de la Ciencia Cristiana. Primero ella escribe sobre la naturaleza espiritual de Iglesia: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”. A continuación ella define la manifestación correcta de Iglesia en la experiencia humana: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y eleva a la raza humana, despierta al entendimiento dormido de las creencias materiales para que comprenda las ideas espirituales y demuestra la Ciencia divina, y así echa fuera a los demonios, o al error, y sana a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 583.

Al considerar estas exigencias, a veces me he preguntado cuál sería la respuesta si le preguntáramos a un vecino su opinión sobre cómo la iglesia de la Ciencia Cristiana local coincide con esa descripción de Iglesia que se menciona en Ciencia y Salud. Y si encaráramos la respuesta con honestidad, tal vez reconoceríamos que es necesario corregir algunos aspectos de la demostración actual de iglesia. No obstante, creo que con frecuencia, al hacer un examen sincero, nos fortalece lo que Dios nos revela del verdadero propósito de la iglesia. Entonces, ¿acaso no tenemos la habilidad para empezar a cumplir ese propósito más plenamente?

Cuando alguien se interesa por la Ciencia Cristiana por primera vez y capta la visión de cómo ésta puede transformar nuestra vida entera, no es difícil que se fortalezca nuestro amor por la iglesia y por servirla. Por ejemplo, la oficina de la Secretaria recibió una carta procedente de Africa en la que se relataba una curación y cómo ésta cambió completamente la vida de la persona después de tan sólo la primera semana de estudiar la Ciencia Cristiana. Contaba cómo había asistido a la iglesia tanto el domingo como el miércoles y había ido a la Sala de Lectura todos los días. Siete visitas total, escribió, al final de esa primera semana. Iba todos los días, sin importarle que la iglesia estuviera a dieciséis kilómetros de distancia y que no hubiera medios de transporte. Iba caminando. Recorría treinta y dos kilómetros en total, diariamente.

Las cosas a veces pueden parecer muy distintas en países “desarrollados” y donde las Iglesias de Cristo, Científico, han estado establecidas cómodamente por muchos años. Con frecuencia, entonces, no es una cuestión de ser activas sino de ser reactivadas, de cómo estar viva otra vez con un propósito renovado. Se trata de sentir nuevamente el gozo original de unirse a la iglesia, de ver cómo la iglesia puede realmente hacer una diferencia. (Pienso en nuestro amigo africano ahora cuando me subo a mi automóvil para recorrer unos nueve kilómetros y medio en doce minutos para ir a la iglesia local. ¿Acaso la dedicación de ese hombre no nos hace recordar nuestro propio sentimiento de ser “llamado” y de compartir con los demás el amor de Cristo que sentimos al principio cuando hicimos nuestro compromiso inicial con la iglesia?)

Una iglesia filial, establecida en Inglaterra en 1925, nos da un sólido ejemplo de genuina revitalización. Hace más de diez años la iglesia había menguado a lo que un miembro denomina: “casi nada”. Sólo había ocho miembros, pocos de los cuales eran activos, y no tenía un practicista de la Ciencia Cristiana que se dedicara por completo a la práctica pública.

Durante los años siguientes, la iglesia a menudo se vio frente a la tentación de simplemente darse por vencida. No obstante, un miembro nuevo había empezado a atesorar mucho la práctica pública sanadora durante ese tiempo. (Y después de todo, ¿se puede realmente tener una iglesia de la Ciencia Cristiana sin miembros que estén deseosos de practicarla?) Este miembro nuevo reconoció que, para ser una verdadera ayuda para su iglesia, no podía estar albergando en el pensamiento el concepto de una iglesia enferma más de lo que podría albergar el de un paciente enfermo cuando alguien le pedía ayuda para sanar.

Aunque durante ese período los pocos miembros enfrentaron muchos problemas agresivos en su propia vida, así como también en la vida de su iglesia, persistieron. No se dieron por vencidos. El nuevo miembro pasó a ser una practicista registrada en el Journal.

Luego, cuando una fuerte tormenta arremetió contra la iglesia, pareció necesario vender el edificio y construir otro. Todo este proceso realmente resultó en una bendición, gracias a la unidad de pensamiento y la oración de los miembros. Ellos crecieron constante y resueltamente en su amor por la comunidad y la comunidad lo notó y lo valoró. A la iglesia le fue adjudicado el Premio de la Sociedad Cívica en su ciudad en 1989.

Un miembro informa que el año pasado “las semillas de progreso han germinado realmente”. El número de miembros de la iglesia se triplicó, porque la curación siguió siendo el aspecto principal. Y han habido muchas curaciones, de cálculos biliares, apoplejía, tiroiditis, un tumor en la boca, un caso diagnosticado por los médicos de deterioro de la articulación femorotibial, un colapso nervioso, entre otras. Además, la Escuela Dominical y la Sala de Lectura han ido creciendo al mismo paso a medida que los miembros han comprendido que estas actividades son servicios verdaderamente establecidos para sus vecinos.

Durante la época de mayores desafíos, los miembros se habían dado cuenta de que si ellos no aprendían a vivir la verdadera Iglesia en su propia comunidad, en algún momento tendrían que aprender la lección en otra parte. Por eso la vivieron y su iglesia fue revitalizada.

Toda vez que el tema de revitalizar las iglesias se trata entre Científicos Cristianos, el diálogo siempre se vuelve al tema central de la demostración. Y pronto se hace evidente que ser “llamado” puede en verdad romper nuestra cómoda rutina. El discipulado jamás es “los negocios como siempre”. Sin la curación cristiana práctica que directamente incluye una congregación local que ofrece soluciones espirituales a los desafíos que enfrenta la comunidad y su gente, una iglesia puede parecer como un barco a la deriva en el océano, sin timón, mapa, brújula ni destino.

Es imperioso que cada iglesia comprenda su razón de existir. Para cumplir con su tarea las iglesias, tanto las grandes como las pequeñas, deben tener dirección, metas y una guía e impulso espirituales. Uno puede razonablemente concluir que una iglesia en realidad existe en respuesta a las oraciones de su comunidad para tener la presencia del Cristo sanador en su seno. Sólo en este contexto los miembros pueden llegar a apreciar en su totalidad el lugar que ocupa su propia iglesia en la comunidad y como parte de la comunidad. Entonces, también, una iglesia local está demoliendo todas las paredes que la separaban de sus vecinos. De hecho, se está convirtiendo verdaderamente en una iglesia sin muros, una iglesia viva y sanadora, que tiene un propósito genuino.

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