La Economia. No es que pensemos en ella constantemente. Pero para todos nosotros es una preocupación latente. Uno de los títulos de un diario nos dice que uno de los principales fabricantes de autos está tratando de poner en práctica un programa para abaratar los costos. Otro dice que la economía todavía está endeble pero quizás esté repuntando. Leemos sobre despidos, la caída vertiginosa del valor de la propiedad y que los sueldos cada vez rinden menos.
En las calles céntricas de la ciudad vemos señales dolorosas que nos recuerdan que los tiempos son duros. Hombres y mujeres demacrados llevando sus cosas personales en bolsas de plástico, durmiendo en los umbrales, pidiendo unos centavos para comprar algo para comer.
Si hay algo que podemos aprender de todo esto es que una economía tan cambiante no puede cooperar con nuestros planes. ¿Significa esto que deberíamos evitar todo tipo de compromisos financieros, como sería comenzar un negocio, casarnos, formar una familia, comprar una casa, o aun firmar un contrato? ¿Acaso debemos poner nuestra vida en un compás de espera, hasta ver lo que nos depara el futuro: el año próximo, el mes próximo o aun mañana?
En su Sermón del Monte, Cristo Jesús responde de alguna manera a estas preguntas. El dijo: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán”. Mateo 6:34.
Pero él puso bien en claro que una fe ciega en que las cosas saldrán bien por alguna razón, no es suficiente. Nuestra fe tiene que descansar sobre una prioridad inteligente, poniendo a Dios primero en nuestra vida. Jesús dijo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas“. Mateo 6:33.
En Dios, el Amor divino, tenemos nuestra fuente infinita del bien que nunca nos abandona. Como la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”.Ciencia y Salud, pág. 494.
La fe en este Amor divino nos separa del temor y la inercia que nos impiden avanzar productivamente. Nos da el valor para tomar decisiones correctas con respecto al matrimonio, el hogar o la profesión, y seguir adelante a pesar de lo que puedan decir los eruditos en economía.
Esa fue la manera en que se presentaron las cosas para una pareja joven que yo conozco. Mientras el esposo cursaba la carrera de derecho, las entradas de que disponían para vivir venían totalmente de los magros ingresos de la esposa. Juntaban todos los cupones que ofrecían algún descuento sobre artículos de almacén, y se alojaban en un apartamento tan pequeño que la cama, al doblarse en dos, les servía de mesa de comedor, nunca comían fuera de la casa, y trabajaban sin descanso.
A pesar de estar tan ocupados, antes de casarse ellos habían decidido que Dios ocuparía un lugar muy especial en su vida en común. Para la esposa, esto significaba (entre otras cosas) ir todos los domingos a una iglesia de la Ciencia Cristiana, aun en momentos en que hacerlo parecía que no era lo más conveniente. Para su alegría, poco después de casarse su marido tomó la misma decisión, a pesar de que hacía años que él no concurría a la iglesia con regularidad.
Unos meses antes de la graduación, el esposo envió, literalmente, cientos de solicitudes a puestos jurídicos en todo el país. De todas partes recibió la misma respuesta: “Sus calificaciones son muy buenas, y nos dio mucho gusto conocerlo. Lamentablemente, la situación económica actual es mala y los tiempos son duros. Lo sentimos, pero la respuesta es no”.
Podríamos decir que fue en ese momento que la pareja enfrentó su momento de verdad. En otras palabras, tuvieron que decidir si continuaban poniendo a Dios primero, aun cuando no parecía que los estaba ayudando a encontrar el trabajo que el marido precisaba con tanta desesperación.
Para ser honestos, en ese momento, ellos tuvieron que hacerse un examen de conciencia muy profundo. Pero básicamente, se mantuvieron fieles a su sencilla fe de que el Amor divino les daría todo lo necesario. Ellos no sabían cómo sucedería esto. Pero sabían que no deseaban estar en la posición de hacer un trato con Dios. De decirle a El: “Está bien. Danos un buen empleo, y seguirás siendo el número uno en nuestra vida”.
En realidad, ellos resolvieron profundizar su compromiso con el Amor divino, y no esperar hasta que las circunstancias materiales les dijeran que era el momento de consagrar su vida por entero al servicio de Dios. Se dieron cuenta de que la fe verdadera no depende para nada de las condiciones materiales. Depende de lo que sentimos en nuestro corazón con respecto a la supremacía de Dios, no de lo que vemos con nuestros ojos. O como lo expresa un escritor del Nuevo Testamento: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebr. 11:1. La esposa comenzó a asistir todas las semanas a las reuniones de testimonios vespertinas de los miércoles, y a dedicar más tiempo a trabajar por su iglesia. Y cuando se sentía ansiosa sobre el futuro, le pedía a una practicista de la Ciencia Cristiana que orara con ella, para ayudarla a reavivar su fe en Dios. Y a través de la oración y el estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, no sólo se fortaleció su fe, sino que además se profundizó su entendimiento espiritual de la relación del hombre con Dios. Ella comprendió con mayor claridad que la ley del bien continuo de Dios estaba operando sin falta bendiciendo imparcialmente a todos Sus hijos, incluso a ella y a su esposo.
Una de las ideas sobre las que hablaron ella y la practicista fue esta: Por ser, en verdad, los hijos espirituales y completos de un Dios espiritual y completo, ella y su esposo estaban sostenidos — no por dinero, empleos o leyes de la economía— sino por las ideas espirituales que Dios les iba dando a cada instante. Ellas estaban seguras de que las inspiradas verdades de Su bondad y de Su amor siempre presente, se manifestarían naturalmente en recursos tangibles que responderían a sus necesidades. La Sra. Eddy describe esto en Escritos Misceláneos cuando dice: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria”.Esc. Mis., pág. 307.
La pareja jamás hubiera podido planear lo que sucedió después. El marido vio el anuncio de un empleo mientras estaba de visita en otro estado, y se presentó al puesto. Luego, cuando la empresa le pidió que pagara su viaje en avión para tener una entrevista, él resolvió hacerlo, en contra de los consejos de los demás. Una semana después de la entrevista, se enteró de que el empleo era suyo. Y todo lo concerniente al nuevo empleo resultó ser bueno: la ubicación, el sueldo, los colegas.
Los indicadores económicos pueden subir o bajar, pero nuestras perspectivas de felicidad y realización no tienen porqué subir y bajar con ellos. Nuestro entendimiento de Dios nos afirma en la seguridad de la roca sólida y constante.. . aun en tiempos difíciles.
