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Durante Una Epoca de recesión...

Del número de julio de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante Una Epoca de recesión económica, después de que a mi esposo le pidieron que tomara una jubilación anticipada, nuestra familia empezó un pequeño negocio. Con el tiempo, nos pareció prudente comprar el edificio que habíamos estado alquilando con el fin de proteger nuestra inversión. Nuestro negocio había demostrado que daba ganancias por temporadas, y nos vimos forzados a orar más con el entendimiento que entonces teníamos de la Ciencia Cristiana. La compra incluía un edificio contiguo y era realmente un reto, ya que para ello teníamos que vender nuestra casa y convertir el edificio más grande en un pequeño hospedaje, que nosotros íbamos a administrar. Después de orar con devoción y de escuchar a Dios en busca de dirección, el siguiente mensaje de Dios a Moisés me llegó fuertemente al pensamiento: “Di a los hijos de Israel que marchen” (Exodo).

A pesar de esta inspiración, descubrimos que el costo de la remodelación sería casi el doble del estimado original. Nuestra casa no se había vendido, nuestro dinero estaba escaseando, y teníamos que hacer grandes pagos hipotecarios todos los meses. Durante noches de desvelo, nos preguntábamos: “¿Qué hemos hecho?” Pero esas noches también nos traían oraciones que nos consolaban y nos daban fortaleza. Tratábamos de obedecer esta declaración del libro Escritos Misceláneos, escrito por Mary Baker Eddy: “Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis”. Nos esforzamos por dejar todo el proyecto en “el altar de Dios”, como quien dice, y comprender que la sustancia que necesitábamos se encontraría en el Espíritu, Dios, y no en los esfuerzos humanos. El no pedir “para el mañana” muchas veces constituía una gran lucha, ya que la situación parecía abrumadora. Y para empeorar la situación, algunos miembros de nuestra familia estaban enfermos; los síntomas eran alarmantes y la oración aún no los había sanado por completo.

Un día, cuando trabajaba como representante de anuncios del diario The Christian Science Monitor, entré en una tienda muy acogedora, confiada de que iba a vender un anuncio porque la esposa del dueño me había pedido que fuera. Me sorprendió ver al esposo, puesto que él administraba otro negocio a cuarenta kilómetros de distancia, y nunca antes lo había visto en la tienda. No tomó el anuncio porque estaban buscando otro lugar para sus negocios y por esta razón no podían dar una dirección permanente. Parecían estar bastante preocupados por su incierta situación. Un sentimiento de compasión eclipsó mi desaliento en no poder lograr la venta del anuncio, y me encontré diciendo: “Estoy segura de que hay un lugar perfecto para esta tienda tan acogedora”. Me dirigía a la puerta cuando el dueño me llamó diciendo: “Sabe, nos gusta mucho su edificio. Es exactamente lo que habríamos edificado si hubiésemos encontrado terreno en ese lugar. Me supongo que no consideraría rentarnos el edificio a nosotros, ¿verdad?” ¡Parecía un milagro!

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