Una Noche, Alrededor de las dos de la madrugada, una sensación de depresión y sofocamiento me despertó cuando dormía profundamente. Me sentía agobiado por una pesadilla en la cual nuestro planeta crujía bajo el peso de tantos cuerpos humanos; cada uno de los cuales trataba de sobrevivir en una masa de tierra cada vez más pequeña.
Fue una experiencia tan vívida que me volví a Dios en oración, simplemente para recobrar mi aplomo. ¿Qué haría el mundo con toda esa gente? El pensamiento que más me ayudó fue una combinación de dos aspectos específicos que destaca la Biblia. El primero es una promesa que Dios hace a Abraham. Leemos en el Génesis que Dios declara: “De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo”. Gén. 22:17. Y los Salmos dicen de Dios: “El cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres”. Salmo 147:4.
Dios mantuvo Su promesa a Abraham. Y el versículo en Salmos no dice que Dios sólo conoce a algunas estrellas por su nombre. El conoce a todas ellas. Este es un punto de vista muy diferente del que presenta a una muchedumbre de seres materiales, sin rostro ni voz, cuya única herencia es la mortalidad. ¿Cuál es la diferencia?
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