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Sanemos con amor

Del número de julio de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Gratitud Cumplio una parte importante en una curación física que tuve como resultado de usar lo que conocía de la Ciencia Cristiana. A medida que me regocijaba por haber tenido la curación y por todo el bien que Dios me da, comencé a reflexionar acerca de la naturaleza del Amor divino, Dios.

Me sentía tan feliz de sentir en qué medida el Amor divino aprecia a su hijo amado — Su idea espiritual— que sentí que había llegado a la cumbre de la felicidad. El Amor me había dado una vislumbre de la omnipotencia de Dios. Pero entonces comencé a razonar que Dios debe amar a todos Sus hijos tanto como me ama a mí, y eso no me hizo sentir tan feliz. Pensaba en varias personas que no se llevaban bien conmigo, y ¿cómo era posible que Dios también los amara a ellos?

¿Acaso no es interesante el comprender que el amor universal de Dios nos hace reconsiderar el amor que sentimos por nuestro prójimo? Aunque nos sintamos inspirados al descubrir nuestra verdadera naturaleza por ser la idea espiritual de Dios — bajo Su gobierno, alimentados por Su cuidado— nuestra inspiración se nublará si pensamos que Dios no quiere a otras personas, o que éstas son capaces de ser poco amables con los demás.

Tenemos el ejemplo de Cristo Jesús que nos ayudará a ser más fraternales con las otras personas. Todos los sucesos de la vida de Jesús — su paciente enseñanza, sus innumerables curaciones de enfermos y pecadores, su disposición para sufrir en la cruz— indican el poder del amor espiritual. Si queremos seguir sus pasos, debemos amarnos los unos a los otros. La Biblia habla acerca de la unidad que debemos sentir como hijos de Dios. Por ejemplo, en Efesios leemos: “Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”. Efes. 4:24, 25.

Era evidente que tenía algo importante que aprender si pensaba que había personas que no me querían y que yo no las quería. Me dije: “Estos son celos. Yo no puedo disfrutar del amor infinito de Dios con sólo unos pocos amigos. Toda la creación es en verdad tan perfecta como el creador, y merece que se la ame”.

Mi siguiente paso fue ver quién es verdaderamente el hombre como la expresión de la Mente única e infinita, Dios. Al comenzar definiendo qué es Dios, podemos razonar acerca de nuestra propia naturaleza como Su linaje. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”.Ciencia y Salud, pág. 468. No tendría sentido pensar que millones de seres físicos con personalidades variadas son la manifestación de la Mente infinita. Pero para mí sí tuvo sentido ver que el hombre es espiritual, que expresa inteligencia, amor, bondad y todas las cualidades espirituales que pertenecen a Dios.

Nuestro amor puede ser fuerte y compasivo, puesto que está fundado sobre el amor que Dios siente por nosotros. Si nos resulta difícil amar, podemos recordar que es natural amar porque el Amor nos ha creado. Aunque el razonamiento humano encuentre excusas para sentir animosidad y sentirse ofendido en ciertos casos, las situaciones en realidad no se pueden evaluar mediante la percepción mortal. Sólo el amor que se basa en la Verdad, Dios, puede ver a la gente y a los sucesos desde un punto de vista sanador.

En mi caso, yo estaba bien dispuesta a perdonar y a olvidar cualquier mal que se me hubiera hecho, pero luego comencé a reflexionar acerca de cómo era posible que existieran el antagonismo y el mal cuando Dios es Amor y nosotros somos Su amorosa imagen y semejanza. Pude encontrar un artículo por la Sra. Eddy que me aclaró esta situación y que dice: “¿Puedes ver a un enemigo, a menos que primero le hayas dado forma y luego contemples el objeto de tu propia concepción? ¿Qué es lo que te daña? ¿Puede lo alto, o lo profundo, o cualquier otra cosa creada separarte del Amor que es el bien omnipresente — que bendice infinitamente a uno y a todos?” Luego en el artículo la Sra. Eddy llega a la importante conclusión: “¡‘Ama a tus enemigos’ es idéntico a ‘No tienes enemigos’!” Esc. Mis., págs. 8–9.

Es la errada percepción humana la que hace que los enemigos y el mal parezcan reales. Pero el amor espiritual percibe el universo que el Amor divino crea y gobierna correctamente, donde el sentido material cree y ve el opuesto del bien. Sanar a través del amor significa ver y actuar con amor. El hacerlo nos ayuda a conocer la supremacía absoluta del Amor divino. Podemos sentir la presencia cercana del Amor, que destruye toda creencia de que el mal es real y poderoso. En mi curación, el hecho de aprender acerca del Amor infinito hizo desaparecer el sufrimiento físico y emocional que había estado sintiendo y me hizo sentir la dulce confianza de que el reino del Amor divino está eternamente entre nosotros.

La curación con amor siempre es un camino lleno de bendiciones. La maravilla del mismo es sentir el poder del Amor transformador hasta en los rincones más olvidados de nuestra vida. El Amor nos purifica y redime y nunca se le puede impedir que haga su trabajo sagrado.

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