Adaptado de una parte de una conferencia de la Ciencia Cristiana con el mismo título, que diera 20 de noviembre de 1992 en Miami, Florida.
elCuando El Huracan Andrew se estaba acercando a la costa sur de Florida, muchas personas estuvieron orando. Mi esposa y yo de hecho lo hicimos. Nuestras oraciones, sin embargo, no fueron una súplica a Dios sino un esfuerzo para entender más la presencia de Dios que ya estaba con cada uno de nosotros, cuidando y brindando lo necesario a todos los que parecían estar bajo una amenaza. Oramos para reconocer que el verdadero poder descansa sólo en Dios, el bien.
A pesar de nuestras oraciones, el huracán llegó y su paso fue devastador. Algunas personas murieron, 85.000 quedaron sin hogar, entre muchos otros daños. No hay duda de que muchos de aquellos que perdieron sus casas o que sufrieron severos daños habían estado orando de todo corazón, como lo hicimos nosotros. Entonces uno puede ser tentado a pensar que la oración fracasó. Por otro lado, otros oraron y sus casas y negocios se salvaron. Entonces ¿qué es lo que todo esto quiere decir? ¿Acaso la oración no tiene sentido? ¿Acaso Dios tiene preferidos, quizás arbitrariamente? ¿O es que Dios tiene algo que ver con tales desastres?
Cierto lenguaje legal todavía clasifica a los desastres naturales, tales como huracanes, terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones, incendios, como “hechos de Dios”. Y mucha gente acepta que los desastres son la voluntad de Dios. Yo no puedo, ni nunca podré, aceptar esta idea. Pero leemos en la Biblia: “Por Jehová de los ejércitos será visitada con truenos, con terremotos y con gran ruido, con torbellino y tempestad, y llama de fuego consumidor”. Isa. 29:6. Y, “[Yo] hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto”. Isa. 45:7. ¡Esto puede parecer como una autoridad Bíblica que habla de un Dios vengativo!
Por otro lado, la Biblia también dice: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:31. Y, “Muy limpio eres [Dios] de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio”. Hab. 1:13. Y ésta es una aseveración para el área desvastada: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque Jehová... me ha enviado... a vendar a los quebrantados de corazón... a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza... manto de alegría en lugar del espíritu angustiado... Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas”. Isa. 61:1, 3, 4.
¿Acaso este punto de vista de Dios no contradice lo que parecen decir los otros versículos? ¿Cómo hacer para reconciliarlos? Si los tomamos de una manera literal, tal vez a ciegas, estos pasajes son realmente contradictorios. Necesitamos un punto de vista diferente.
Por ejemplo, un día mientras estaba sentado en la habitación de un hotel, levanté la vista del trabajo que estaba haciendo y me sentí confundido. No me había dado cuenta antes que el respaldo de la silla del escritorio estaba asimétrico debido a que un lado del respaldo terminaba con un larga protuberancia y la otra parte no. ¿Por qué esta deformación? Mientras buscaba la solución, moví la cabeza. De pronto algo cambió en la silla; no estaba más esa protuberancia. ¡Era la manija de la puerta que estaba detrás! Pero desde ese ángulo en particular parecía exactamente como si hubiera sido parte de la silla. No tuve que cambiar la silla para cambiar la deformación. Sólo el ángulo desde donde miraba.
Hay un libro que cambia nuestra perspectiva de una manera que nos hace ver la coherencia que hay en el mensaje inspirado de la Biblia. Ese libro es Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Su autora, Mary Baker Eddy, fue una profunda pensadora espiritual. No pudo reconciliar al duro y vengativo Dios sobre el cual había oído desde el púlpito, con el sentido que ella tenía de un Dios bueno, universal, imparcial, el Amor divino.
Ella misma sufrió tragedias, privaciones, pobreza, enfermedades crónicas, y aun la amenaza de la muerte, y exploró varios métodos médicos y otros tipos de curación ninguno de los cuales le brindó más que un alivio temporal. Desde su niñez estuvo investigando las Escrituras para entender a Dios con mayor profundidad. Finalmente encontró curación para sí misma sobre una base puramente espiritual. Y encontró un punto de vista profundamente consecuente de Dios.
Más tarde escribió en Ciencia y Salud: “En Isaías leemos: ‘Hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto’; pero el profeta quiso decir que la ley divina agita a la creencia en el mal hasta el fondo, al traerla a la superficie y reducirla a su denominador común, la nada”.Ciencia y Salud, pág. 540. Y en otro lugar del mismo libro, después de mencionar tales cosas como terremotos, vientos y olas, relámpagos e incendios, explica: “Las manifestaciones del mal, que contrahacen la justicia divina, se llaman en las Escrituras ‘la ira de Jehová’. En realidad, demuestran la autodestrucción del error o materia e indican lo contrario de la materia, la fuerza y permanencia del Espíritu”.Ibid., pág. 293.
Espíritu, por supuesto, es un nombre bíblico de Dios que indica que Su naturaleza es una presencia que todo lo ocupa, absolutamente inmaterial, totalmente bueno.
Desde este iluminado punto de vista, la Sra. Eddy encontró en la Biblia que la ley es consecuente, la ley divina imparcial y universal del bien irreversible. Y esta ley del bien — como la entendemos y creemos — actúa como una ley de restauración de la armonía y normalidad en cualquier situación en que haya pérdida o devastación. Al volvernos a la ley divina, no ignoramos el mal sino que ayudamos a que se manifieste su falsedad. No tratamos de explicar una falsedad sino que la reconocemos tal cual es: una mentira.
Esa es la manera en que Cristo Jesús definió el mal: “es mentiroso, y padre de mentira”.8 Jesús no explicó el mal ni trató de justificarlo. Simplemente se liberaba del mal, ya sea que se manifestara como enfermedad, contagio, depravación moral, malicia, tormenta, hambre o aun muerte. Y todo lo hizo solamente a través de la oración, la oración para comprender la verdadera naturaleza de Dios como todo lo bueno, y la verdadera naturaleza del hombre como la semejanza misma de Dios y, por lo tanto, completamente espiritual y bueno.
Jesús vivió muy cerca de Dios, ejerció un mayor dominio sobre las fuerzas destructivas, entre ellas tormentas, y oró mucho más eficazmente que cualquier otro que haya caminado sobre la tierra. Y aun así terminó clavado en una cruz, luego sepultado en una tumba. ¿Acaso esto pareció una gloriosa victoria? ¿Significó esto que sus oraciones fracasaron? A sus discípulos les pareció como una derrota completa. Una tragedia. Pero por supuesto esto no fue el final. La crucifixión resultó en resurrección y la resurrección resultó en ascensión.
La resurrección de Jesús tiene un mensaje para todos nosotros. El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, define el término resurrección, en su sentido espiritual, de esta manera: “Espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de inmortalidad, o existencia espiritual; la creencia material sometiéndose a la comprensión espiritual”. Juan 8:44.
He hablado con personas que han sufrido pérdidas devastadoras, y todas han manifestado cierta medida de resurrección. Las cosas materiales se han vuelto menos importantes. Han obtenido un mayor sentido de la sustancia verdadera y espiritual.
Una mujer cuya casa fue totalmente destruida ha encontrado en toda esta experiencia la confirmación de lo que la Sra. Eddy descubrió cuando escribió: “Hace mucho tiempo aprendí que el mundo no podía ni privarme de algo ni darme algo, y ahora tengo una sola ambición y un solo gozo”.Ciencia y Salud, pág. 593. También mi amiga está descubriendo que al buscar a Dios, cualquier desastre o pérdida puede convertirse en una bendición.
Una de las bendiciones que mucha gente ha observado es un mayor sentido de afecto y cuidado por los demás en toda la comunidad. Además, están todos aquellos que han entrado en acción para ayudar de una manera inteligente con muchos de los pasos de la reconstrucción. No obstante, es importante ayudar a asegurar que estas cualidades de bondad y servicio inteligente estarán siempre activas para brindar un esplendor permanente a la comunidad.
¿Cómo podemos asegurar esta permanencia? Al reconocer que tales cualidades, aunque expresadas humanamente, en realidad tienen una base divina. Son una evidencia de la influencia de Dios. Ilustran la manifestación del Cristo en el ser de cada uno. Y al estar basada en Dios, esta bondad es permanente. Nunca puede ser corroída o desgastada, interrumpida o contaminada, disminuida o suprimida. Tal bondad nunca puede ser derribada, disipada o consumida por el fuego. Es indestructible porque es la permanente expresión del bien permanente que es Dios.
Esta comprensión nos ayuda a lidiar con las características opuestas que a menudo aparecen: la impaciencia con los retrasos, el enojo, la frustración, la obstrucción burocrática, la avaricia, la compasión de sí mismo, la desesperanza, etc. Si los reconocemos como errores, no hechos, como mentiras que pretenden que la bondad de Dios está ausente o anulada, podemos aprender a separar tales características de nuestro concepto de las personas que parecen estar dominadas por ellas, nosotros mismos inclusive. Esto nos permite sanar estos errores, liberarnos de ellos a través del entendimiento de que no tienen valor ni sustancia; que no tienen lugar en la bondad del hombre de Dios, en su realidad, mi realidad, la realidad de todos.
Esté alerta entonces para reconocer que la bondad, dondequiera que se encuentre, está respaldada por la totalidad del poder de Dios, y para identificar el mal, por más agresivo que sea, como una mentira sin ningún respaldo. Esto ayudará a perpetuar todo lo que sea bueno y a aniquilar todo lo que se oponga la bien. Esta es la ley de Dios, de la renovación en acción. Este es un aspecto de la resurrección.
Ahora, ¿cómo podemos tratar algunas de las necesidades específicas de renovación que se tienen como consecuencia de cualquier desastre? Quizás el caso más devastador aparte de la pérdida de familiares o amigos, sería la completa pérdida de la casa y de todas nuestras posesiones. ¿Cómo salir adelante?
Un hombre cuya casa fue destruida me dijo cuánto valoró lo que estuvo aprendiendo sobre la diferencia entre una casa y un hogar. Una casa puede ser robada, dañada, destruida; un hogar jamás, si entendemos lo que realmente es un hogar.
El hogar es donde moramos mentalmente. Está siempre con nosotros. En el sentido más verdadero, el hogar son cualidades de la semejanza de Dios que mantenemos en la consciencia, cualidades tales como armonía, alegría, amor, cuidado, paciencia, belleza, orden, vitalidad, actividad, inteligencia, generosidad, valentía, salud, creatividad, espiritualidad, paz. Estas cualidades no son materiales, por lo tanto no son destructibles. Ellas derivan de Dios, y por eso son permanentes. Cuanto más las hospedamos en nuestra consciencia, morando en ellas, tanto más penetran en todos los aspectos de nuestra vida. Y entonces inevitablemente encontramos o construimos un lugar donde poner nuestro hogar. Puede ser una casa o un departamento, o a veces la habitación de un hotel, una tienda de campaña, un camión, una lancha, o aun un saco de dormir debajo de un cielo estrellado. El hogar está dondequiera que nos encontremos.
La Biblia nos eleva al más alto sentido de hogar cuando el salmista habla de morar “bajo la sombra del Omnipotente”.Esc. Mis., pág. 281. Y el Salmo 23 concluye: “...en la casa de Jehová moraré por largos días” Salmo 91:1., pasaje que la Sra. Eddy interpreta espiritualmente como morando por siempre en “la [consciencia] del [Amor]” Salmo 23:6., el Amor divino que es Dios. La mejor manera de mantener el hogar es la oración constante que nos eleva dentro de esa consciencia de Amor y nos guarda allí.
He hablado con gente cuyas casas fueron protegidas de la amenaza de pérdida, pero me han dicho cómo han tenido que luchar con el sentido de culpa. “¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho para merecer esto? Yo no soy mejor que mi vecino o mi amigo cuya casa fue destruida”. Tal vez sea así. Pero como dije anteriormente, el mal nunca tiene lógica. Nunca tiene sentido. Y no encontraremos una respuesta ahondando más y más dentro del “porqué” del mal, sino aprendiendo más sobre la verdadera naturaleza de Dios y Su creación.
Debido a que estamos absolutamente convencidos de que el jueves viene antes del viernes, nunca seríamos tentados a preguntar porqué el viernes está antes del jueves, aun si alguien lo hubiera escrito de esa manera. Lo reconocemos como un simple error que nunca es verdadero ni real. Lo mismo ocurre con la cuestión de la aparente realidad del mal. Esta es siempre una apariencia, nunca una realidad.
Por más real o devastador que pueda parecernos el mal desde el punto de vista material de las cosas, cuando lo juzgamos desde el punto de vista espiritual — el estado de consciencia al que alude Jesús como, “el reino de Dios” — el mal puede ser reconocido como una apariencia, no como una realidad. Entonces ya no tenemos la tentación de preguntar “¿por qué?”, y seguimos esforzándonos para ganar dominio sobre el aparente dominio del mal.
Simplemente porque las personas que han orado han experimentado diferentes resultados, esto no significa que la oración sea ineficaz. Más bien ilustra cómo la respuesta a la oración se ajusta a una variedad de necesidades y circunstancias humanas. Al mismo tiempo nos recuerda a todos que necesitamos orar mejor, crecer en nuestro entendimiento espiritual, para alcanzar algo de la eficacia consecuente de las sanadoras oraciones que hacía Jesús.
No obstante, respecto a las personas con que yo he hablado después de desastres tales como huracanes o incendios, sé que las oraciones de aquellos cuyas casas fueron destruidas los han ayudado mucho para hacer los ajustes necesarios y para mantenerse animados. Y a aquellos cuyas casas fueron salvadas han podido, a través de la oración, elevarse por encima del sentimiento de culpa con que han tenido que luchar por un tiempo y comprender que ahora están en posición de ayudar a las personas que tienen problemas más grandes por resolver.
Cada victoria individual a través de la oración contribuye a sanar al mundo, porque elimina cierta fase de la creencia mortal que nos pretende limitar. Entonces no importa cuán grande o cuán lejos o cuán devastador un problema de la comunidad o del mundo pueda parecer, siempre podemos hacer una significativa contribución a través de la oración y a través de nuestras propias pruebas del poder de Dios. Y podemos saber que la oración es eficaz porque es la expresión de la ley universal y omnipresente, la ley de la restauración de Dios, y permite que esa ley cambie la consciencia humana y, por lo tanto, cambie la experiencia humana.
Es por eso que nunca necesitamos sentirnos impotentes ante un huracán o un incendio, ante terremotos o inundaciones. Jesús calmó la tormenta orando. También nosotros podemos trabajar para prevenir desastres de todo tipo a través de la oración. Nuestro mundo, que parece tan físico, es en realidad mucho más mental de lo que comprendemos. Nuestra experiencia del mundo es subjetiva; nuestra experiencia manifiesta lo que estamos admitiendo dentro de nuestro pensamiento. Algunos de los huracanes más destructivos son mentales: arranques de enojo, mal genio, odio, revancha, prejuicio, malicia, temor.
Cada vez que somos tentados a derrotar a alguien con un arranque de mal genio, pero lo calmamos silenciosamente, y reconocemos el control de Dios, calmamos un huracán. Cada vez que somos tentados a tener bravatas de mal genio, odio, prejuicio, pero nos detenemos y dejamos que la paciencia, la compasión y la sensatez tomen el mando, calmamos un huracán. Cada vez que el temor nos abate con una enfermedad o dolencia, pero decimos “no” a ello y damos paso a la paz y al poder del Amor divino, calmamos un huracán. Y nos levantaremos sanados, de la misma manera que sucedió con la suegra del discípulo Pedro, cuando ella estaba enferma con fiebre. La Biblia nos dice que “se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente la dejó la fiebre, y ella les servía”. Véase Ciencia y Salud, pág. 578. Sin un período de recuperación. Sin efectos secundarios. Allí para poder servir inmediatamente.
Tal es el poder del Cristo como Jesús lo expresó. Y está presente hoy también para que usted y yo lo expresemos. Este es el poder del Cristo que calma las tormentas en el pensamiento y en la vida de cada uno de nosotros. Y cada una de estas victorias contribuye a prevenir que haya disturbios populares dentro de las comunidades. A medida que cada persona y las comunidades dominen estas tempestades mentales, se irá produciendo cada vez más un clima mental — realmente un clima mental espiritual —, en el cual las tempestades físicas resultarán cada vez menos posibles. Y lo mismo se aplica a los otros desastres, como los terremotos, las sequías, las inundaciones, los incendios, aun los accidentes y el crimen.
Todo concepto de que tales desastres pueden ser la voluntad de Dios, o que tienen algo que ver con Dios, se debe originar en una mala interpretación de la verdadera naturaleza de Dios. Dios es infinito, el bien indestructible, un poder y una presencia que siempre están con nosotros, operando a través de la ley espiritual, la cual está siempre disponible para elevarnos fuera de los efectos de los desastres, la pérdida, la aflicción, la enfermedad, el crimen, la pobreza, el desamparo, alejarnos de lo que nos prive de la armonía y la normalidad.
Si no sentimos esta presencia de Dios, quizás es como si estuviéramos parados afuera a la luz del sol con nuestros ojos cerrados y quejándonos de ver solo la oscuridad. ¡La luz del sol no tiene la culpa! Todo lo que tenemos que hacer es abrir nuestros ojos. Del mismo modo tenemos que abrir nuestro pensamiento para percibir a Dios. Y esa apertura del pensamiento es oración que nos hace receptivos a la transformación y al efecto de restauración de la ley de Dios en nuestra consciencia y, por lo tanto, en toda nuestra experiencia.
Dijimos que la trágica crucifixión de Jesús lo llevó al triunfo de la resurrección, y que, como resultado de huracanes y devastación se pueden producir — y se están produciendo — muchas experiencias de resurrección. Si vemos a la resurrección como la espiritualización del pensamiento, comprendemos que está ocurriendo a diario. Y va a proporcionar los medios para enfrentar todos los desafíos que resultan de los desastres y la reconstrucción.
Y hablamos de la necesidad de calmar las tempestades mentales en nosotros mismos y en nuestras comunidades. Este es el mejor método para la prevención de los desastres.
Si usted se compromete diariamente con la extinción de los desastres y con la resurrección, estará contribuyendo en forma magnífica a construir y reconstruir un modelo de comunidad que todo el mundo respetará. Y será digno de recibir esta gran promesa del libro de Isaías: “Jehová te pastoreará siempre...Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar”. Marcos 1:31.