Adaptado de una parte de una conferencia de la Ciencia Cristiana con el mismo título, que diera 20 de noviembre de 1992 en Miami, Florida.
elCuando El Huracan Andrew se estaba acercando a la costa sur de Florida, muchas personas estuvieron orando. Mi esposa y yo de hecho lo hicimos. Nuestras oraciones, sin embargo, no fueron una súplica a Dios sino un esfuerzo para entender más la presencia de Dios que ya estaba con cada uno de nosotros, cuidando y brindando lo necesario a todos los que parecían estar bajo una amenaza. Oramos para reconocer que el verdadero poder descansa sólo en Dios, el bien.
A pesar de nuestras oraciones, el huracán llegó y su paso fue devastador. Algunas personas murieron, 85.000 quedaron sin hogar, entre muchos otros daños. No hay duda de que muchos de aquellos que perdieron sus casas o que sufrieron severos daños habían estado orando de todo corazón, como lo hicimos nosotros. Entonces uno puede ser tentado a pensar que la oración fracasó. Por otro lado, otros oraron y sus casas y negocios se salvaron. Entonces ¿qué es lo que todo esto quiere decir? ¿Acaso la oración no tiene sentido? ¿Acaso Dios tiene preferidos, quizás arbitrariamente? ¿O es que Dios tiene algo que ver con tales desastres?
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