Una Tarde, Cuando me encontraba en mi lugar de trabajo, un espantoso estruendo sacudió el centro de la ciudad. Al acercarnos a la ventana de la oficina, pudimos ver una espesa columna de humo negro. El desconcierto y después el pánico se extendieron por todas partes. Pocos minutos después, los medios de comunicación dieron la noticia de que terroristas desconocidos habían hecho estallar una poderosa bomba en la embajada de un país extranjero. El edificio quedó totalmente destruido. Viviendas particulares, oficinas, un jardín de infantes, un hogar de ancianos, una iglesia y automóviles resultaron seriamente dañados. Hubo muchos heridos y muertos.
Hechos como éste ocurren a diario en todas partes del mundo. A veces la violencia parece ser la norma. Es triste que este estado de cosas no sea novedad para nadie. Los embates del mal, aunque tomando distintas formas en distintas ocasiones, han acosado continuamente a la humanidad a través de los siglos. Posiblemente usted mismo se haya sentido impotente y desprotegido en alguna ocasión. Yo sé que más de una vez me he preguntado: “¿Cómo puedo protegerme de las diversas manifestaciones del mal?” “¿Cómo puedo contribuir a eliminar la violencia que parece dominar al mundo?” Algunas veces he sentido que es imposible; ¿qué puedo hacer yo? Pero aun cuando nuestro sentido limitado y temeroso sugiere que no hay opciones, hay una solución sanadora.
En la Biblia encontramos muchos relatos que nos dicen cómo hombres y mujeres, y aun pueblos enteros, hallaron protección y soluciones a tales problemas recurriendo humildemente a Dios. Al confiar en el amor de Dios, encontraron respuesta a sus oraciones y fueron guiados a tomar medidas inteligentes y prácticas para proteger su vida y ayudar a vencer los ataques del mal. Algunas personas creen que esto fue posible en tiempos bíblicos, cuando Dios parecía estar muy cerca; pero ellos se preguntan cómo puede la oración protegernos y llevarnos a encontrar soluciones eficaces a los graves problemas de hoy.
La Ciencia Cristiana proporciona al mundo la manera práctica de poner fin a la discordia de todo tipo. Para el estudiante de esta Ciencia, la promesa que hizo Cristo Jesús: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”, Juan 14:16. se ha cumplido en el descubrimiento de la Ciencia Cristiana que hizo la Sra. Eddy. Su obra Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras nos enseña que en la Biblia encontramos la respuesta a todas las necesidades humanas. Ciencia y Salud identifica ciertos términos sinónimos, expresados o indicados en las Escrituras, que definen la naturaleza de Dios: Vida, Verdad, Amor, Espíritu, Alma, Principio, Mente. En armonía con las Escrituras, describe al hombre como la verdadera manifestación, la imagen o reflejo, de esta naturaleza divina. Esta descripción nos permite ver que el hombre y el universo no son lo que parecen ser: materiales, limitados y finitos, sujetos a leyes malignas y a la desintegración. Al contrario, como la imagen misma de su creador, Dios, el hombre es espiritual, perfecto, armonioso y eterno. El estudio de estos dos libros, la Biblia y Ciencia y Salud, junto con la oración consagrada y la práctica de lo que se aprende, nos prepara para enfrentar y vencer los desafíos que presenta la vida.
Si comprendemos que Dios es Amor y nos damos cuenta de que el Amor es omnipresente y está expresado por el hombre, veremos mayores evidencias de las cualidades asociadas con el Amor, como belleza, paz, humildad, misericordia, paciencia, dulzura, fortaleza. Encontraremos más paz y la seguridad del cuidado protector de Dios.
El entendimiento que tenía Cristo Jesús de la supremacía del Amor, y su pura expresión de las cualidades del Amor, le permitieron derrotar el mal en todas sus formas. Revestidos con estas cualidades, reconociendo que son parte de nuestra verdadera naturaleza individual, y de la de los demás, nosotros también podemos encontrar protección y obtener la victoria sobre todo lo que parezca ser maligno y destructivo. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: "En todo momento, y bajo toda circunstancia, vence con el bien el mal. Conócete a ti mismo, y Dios proveerá la sabiduría y la ocasión para una victoria sobre el mal. Si estás revestido de la panoplia del Amor, el odio humano no puede tocarte".Ciencia y Salud, pág. 571.
He podido comprobar esto en mi propia experiencia. Una noche acababa de regresar con mi familia a nuestro hogar con el automóvil, cuando dos personas armadas se acercaron y nos obligaron a entrar a la casa con el objeto de robarnos. Después de registrar la casa y amenazarnos con las armas, llegó un tercer hombre, apurando a sus compañeros a salir enseguida, pues se había encendido la luz en una casa vecina y temía que los descubrieran. El temor me paralizó y no podía ni siquiera pensar. Los hombres se fueron rápidamente llevándose algunas cosas de poco valor. Solo recuerdo la voz de mi esposa diciéndoles: "¡Dios los acompañe!"
Mi esposa y yo tuvimos que orar mucho para superar la fuerte impresión que este hecho nos dejó y los sentimientos que nos acosaban constantemente: indignación, impotencia y, sobre todo, un gran temor. Todas las noches, al bajar del ómnibus de regreso de mi trabajo, debía transitar por calles mal iluminadas y temía que este incidente volviera a repetirse. Oraba a Dios fervientemente para combatir mi angustia y temor.
Una noche, caminando por esas calles oscuras, oré nuevamente a Dios con toda devoción. De pronto me hallé pensando casi inadvertidamente: "¡Amalos!" ¡Qué maravillosa sensación de paz y seguridad sentí en ese momento! Dios estaba respondiendo a mi oración. Me di cuenta de que podía amar y perdonar a los hombres que nos habían robado. Sentí que el reconocerlos a ellos y a mí mismo en nuestra verdadera y completa individualidad espiritual como los hijos amados de Dios, revestidos de las más elevadas cualidades del Cristo, la Verdad divina, traería curación. Había encontrado la verdadera manera de protegerme a mí mismo y a los demás: ¡amando!
Pero todo esto no habría de terminar ahí. Tiempo después, me pidieron que formara parte de un comité que tendría la sagrada misión de llevar la palabra de Dios a las cárceles. Mi alegría fue indescriptible. Sentí que podía hacerlo. Más aún, deseaba hacerlo de todo corazón. Supe que ésta era también una respuesta más a mis oraciones. Dios puso delante de mí la posibilidad de trabajar activa y concretamente en bien de la humanidad. Desalojé de mi corazón los sentimientos de temor, impotencia e indignación y en su lugar tomaron posesión la compasión, el perdón y la felicidad de ayudar a mi prójimo. Junto con otros amigos llevé a cabo esta sagrada tarea durante varios años. Las experiencias que viví dentro de los establecimientos carcelarios que visité, fueron muy intensas. A veces fueron muy hermosas y otras veces muy difíciles pero siempre guiadas por el Amor de Dios. Hubo evidencia de una influencia positiva en la vida de los presos, que con anterioridad habían seguido el camino equivocado.
La regeneración siempre es posible. Quien recurre con sinceridad y humildad a Dios, puede lograr su perdón y comenzar así a llevar a cabo su salvación. En la Biblia encontramos esta promesa: “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien... Si quisieres y oyereis, comeréis el bien de la tierra”. Isa. 1:16, 17, 19. Naturalmente que se necesitan cualidades como bondad, honestidad y perseverancia. Pero estas cualidades son naturales para cada uno de nosotros porque la verdadera naturaleza del hombre es semejante a Dios.
Un prisionero que concurría a las reuniones de la Ciencia Cristiana de la cárcel en nuestro país, compartió esta experiencia. Un día mientras jugaba un partido de fútbol con algunos de sus compañeros durante las horas de descanso, tuvo una violenta discusión con uno de ellos. Las cosas se pusieron muy tensas. Hasta se amenazaron de muerte. El nos aclaró que muchas veces, esas amenazas se cumplen. El hizo el esfuerzo de alejarse del lugar y se refugió en su celda. Allí tomó su Biblia y Ciencia y Salud tratando de calmarse. Luego oró. Pensó que él era el amado hijo de Dios y que su compañero también lo era, por lo tanto el enojo tenía que disolverse. Cuando reconoció esto comprendió que no le era posible mantener esa enojosa situación. El lo perdonó. Poco después oyó golpes en la puerta de su celda. La abrió, y con gran sorpresa de su parte, vio a su compañero parado allí. Con mucha humildad el hombre le pidió que lo perdonara por lo que había hecho. Ambos se estrecharon en un fuerte abrazo de amistad. ¡Qué maravilla! Deseaba su redención, se había esforzado por ello, y en ese momento se dio cuenta de que había comenzado a lograrla.
Un hecho como éste, logrado en un ambiente aparentemente hostil, es otra prueba de que todas las cosas son posibles para Dios. Dios es Amor, y ante este Amor, los fríos muros de la impiedad caen en pedazos. Las rejas del odio que a veces intentan mantenernos prisioneros, se disuelven. Las sombras de la tristeza y la desesperanza, se desvanecen ante el resplandor del Cristo, cuando permitimos que esa luz ilumine nuestra consciencia.
Es mucho lo que podemos hacer para ayudar a eliminar el mal de nuestro mundo. Podemos empezar por volvernos humildemente a Dios en oración, no sólo esforzándonos por comprender el Amor todopoderoso, sino expresando más y más la naturaleza divina en todo lo que hacemos. Con la Biblia como nuestra guía, encontraremos mayor protección en nuestra vida y ayudaremos a aligerar el camino para otros también.