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Una iglesia basada en la revelación

Del número de enero de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Los Seguidores de Jesús comenzaron a predicar el evangelio, ellos se congregaban en casas o en lugares al aire libre porque no poseían templos. Su experiencia nos muestra que sea donde sea que estemos, es posible tener el verdadero concepto de Iglesia que Cristo Jesús nos dejó: una iglesia basada en la revelación.

Su iglesia, donde se pronunciaron los conceptos más bellos del cristianismo, fue a menudo a la intemperie, como cuando dio el Sermón del Monte. Esa iglesia no tenía ni paredes ni cortinas. En ella Jesús habló a miles de personas. No necesitó de un volumen amplificado electrónicamente para hacerse oír. Allí el Cristo se reveló a la consciencia humana trayendo el bálsamo de la curación al mundo.

Cristo Jesús reveló claramente su misión cuando preguntó a sus discípulos quién era él. Luego de que otros dieron su respuesta, Simón Pedro dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Entonces el Maestro, al oír la respuesta correcta, le dijo: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Mateo 16:16, 18.

En el libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana explica: “Antes de eso, el impetuoso discípulo había sido llamado sólo por sus nombres comunes. Simón Barjonás, o hijo de Jonás; pero ahora el Maestro le dio un nombre espiritual en estas palabras: ‘Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca [el significado de la palabra griega petros o piedra] edificaré mi iglesia y las puertas del Hades [el mundo de los muertos o el sepulcro] no prevalecerán contra ella’. En otras palabras, Jesús se proponía fundar su sociedad, no en el Pedro personal como mortal, sino en el poder de Dios que dio origen a la afirmación de Pedro acerca del Mesías verdadero”. Ciencia y Salud, págs. 137–138.

Con anterioridad tanto Juan el Bautista, como otros, ya habían reconocido que el Maestro era un enviado especial de Dios. Lo que Pedro hizo fue terminar con las conjeturas que relacionaban a Jesús con un mesías o salvador político. La verdad espiritual que Jesús enseñó sería el fundamento de una nueva religión. Ella mostraría a la gente cómo estar en comunión permanente con Dios, no a través de rituales o dogma, sino a través de la revelación del Mesías o Cristo en la consciencia humana. Ella nos ayudaría a comprender nuestra identidad espiritual como hijas de Dios.

Las enseñanzas del Maestro requieren de nosotros que abandonemos la creencia de que el hombre es material y aceptemos la espiritualidad del hombre como un hecho fundamental. Ellas requieren que confiemos totalmente en Dios. El total reconocimiento de que la confianza en lo Divino puede transformar y bendecir la experiencia humana, comenzó una revolución en los días de Jesús que aún hoy continúa.

Sin embargo, el significado de la palabra iglesia, después de muchos siglos, ha cambiado tanto que hoy en día se la relaciona más con edificios o instituciones donde se realizan rituales viejos y nuevos. Su relación con la unidad de Dios y el hombre que Jesús enseñó, es como si se hubiera apagado. Incluso aquellos de nosotros que somos miembros activos de la iglesia, nos podemos encontrar relacionándola con la organización humana, o con nuestros propios enfoques u opiniones. De esta forma no siempre comprendemos el verdadero concepto que nos debería fortalecer e inspirar. Es a través de la oración, a veces a través de luchas y lágrimas, que recuperamos nuestra visión de lo que la Iglesia realmente es. Yo lo sé, porque me pasó en una oportunidad.

Hace muchos años era el tesorero y miembro de la comisión directiva de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Como tal, una de las responsabilidades era presentar el balance anual a la comisión, y luego a nuestros miembros en la asamblea anual de la iglesia. En el balance se incluyen las existencias de literatura que se tienen en la Sala de Lectura, que es responsabilidad del Bibliotecario que trabaje allí. El día del inventario, fui a verificarlo. La Bibliotecaria con algunos ayudantes harían el trabajo. Como el tiempo pasaba y nadie aparecía, entonces, decidí comenzar yo mismo con la tarea.

A medida que las horas pasaban, y nadie aparecía para ayudar, muchos pensamientos negativos y desalentadores me vinieron. Lamenté la falta de interés de interés de miembros y su apatía colaborar. Yo me preguntaba por qué tenía que hacer el trabajo de otros. ¿A alguien le interesaba mi esfuerzo? Las largas horas de trabajo administrativo no lucían mucho ante los otros miembros. Luego sentí disgusto y aflicción con “mi actividad de la iglesia”. Parecía que estaba perdiendo mi precioso tiempo allí, en la Sala de Lectura, en vez de atender algunas de mis importantes actividades profesionales. Me vinieron muchos pensamientos de este tipo.

Entonces algo aconteció. La señora a cargo de la sala de venta de literatura entró acompañada de una mujer de otra ciudad. Esta mujer quería comprar un ejemplar del libro Ciencia y Salud. Mientras estaba allí con nosotros, nos relató algunas experiencias y la enorme diferencia que la Ciencia Cristiana había hecho en su vida. También nos contó que dado que Ciencia y Salud la había sanado, ella había venido porque un amigo se encontraba en una gran necesidad. Se retiró de la Sala de Lectura muy agradecida.

A medida que escuchaba a esta mujer, que amaba tanto Ciencia y Salud, para ofrecerlo a un amigo, me di cuenta de que Dios me estaba dando una lección acerca de lo que realmente es la Iglesia.

“Es increíble”, pensé, “que pueda estar en el edificio de la iglesia y estar tan ciego de no ver la verdadera iglesia, la iglesia basada en la revelación del Cristo”. Me preguntaba: “¿Cómo pude estar tan ciego a la realidad espiritual?" Entonces di gracias al Padre, pues El me había revelado la base espiritual, la base real del trabajo de Iglesia. También comprendí mejor el significado de lo que la Sra. Eddy dijo cuando ella escribió en Ciencia y Salud: “Jesús estableció su iglesia y mantuvo su misión sobre la base espiritual de la curación mediante el Cristo”. Ibid., pág. 136.

Pensé que cada uno debe hacer su trabajo con un espíritu de humildad. Entonces comencé a dar gracias por todos los miembros de la iglesia. Fue un momento sagrado.

Esta experiencia me enseñó varias lecciones sobre la iglesia y cómo estar alerta a su propósito y fundamento espirituales. Primero, comprendí que no hay que pensar desde la importancia del ego humano; de lo que “nosotros” estamos haciendo y cómo creemos que los “otros” deberían comportarse. Juzgar a los demás no nos ayuda, ni a ellos ni a nosotros. En vez de eso, debemos amarlos.

Vivimos nuestra Iglesia, en su verdadero sentido, cuando realmente estamos dispuestos a lavar los pies de nuestros compañeros de iglesia con humildad. Este desarrollo espiritual, más que depender de la voluntad humana, nos capacita a nosotros y a la iglesia crecer.

¿Cuántas veces el sensualismo, el temor, la ambición desmedida, la lástima de uno mismo, el desaliento, la voluntad propia, cubren con su velo de errores la puerta abierta de las revelaciones? Como niños pequeños podemos volvernos a nuestro Padre-Madre Dios en oración, para que sean abiertos nuestros ojos, y seamos purificados en el bautismo espiritual. Entonces veremos que esta iglesia trae curación y salvación, sin necesidad de rituales, sino de compasión y amor abnegado.

Podemos expresar las cualidades asociadas con la iglesia en un monte, o en un valle, en una choza o en un gran templo, en un desierto o en un océano. A medida que hagamos esto, nosotros demostraremos la universalidad y el triunfo de la Iglesia, estemos donde estemos.

Nota de los Redactores: El Sr. Grieco es un colaborador editorial de El Heraldo de la Ciencia Cristiana.

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