En El Año 1970 unos muchachos desconocidos dejaron El Heraldo de la Ciencia Cristiana en mi casa. En aquel entonces yo sufría de los nervios y tenía un problema en la columna. También sufría de infecciones dentales y, a menudo, gripes y resfríos; en fin mi salud era muy precaria.
Yo vivía con ese Heraldo; lo leía y leía, y me traía mucha luz. Después me di cuenta de que el Heraldo traía la dirección de una iglesia de la Ciencia Cristiana y fui a conocerla. Desde entonces, nunca he dejado de asistir a sus servicios religiosos, pues me hice miembro. Luego me afilié a La Iglesia Madre en Boston, y tomé instrucción en clase Primaria de la Ciencia Cristiana, al año siguiente.
Desde que recibí ese Heraldo tan inesperado y empecé a entenderlo en alguna medida, nunca más tomé medicina pues sané de todas las dolencias que mencioné sólo con la Ciencia Cristiana. Algunas veces estas curaciones se han producido como resultado de mis propias oraciones, y otras con la ayuda de un practicista autorizado. Todos los aspectos de mi vida han mejorado y he podido ayudar a muchos miembros de mi familia, especialmente a mis nietos.
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