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Al pensar en cómo la Ciencia Cristiana...

Del número de enero de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Al pensar en cómo la Ciencia Cristiana me ha bendecido por más de cincuenta años, me doy cuenta de que nunca envié a esa publicación testimonios escritos acerca de algunas de algunas de las curaciones que he presenciado.

Nuestra familia comenzó a estudiar la Ciencia Cristiana por medio de mi madre. Ella no se sentía satisfecha con las enseñanzas de otras religiones, de modo que después de muchos esfuerzos e indagaciones, fue guiada a pedirle ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana. Su insistente búsqueda de la verdad la llevó a realizar un estudio más inspirado de la Biblia conjuntamente con los escritos de Mary Baker Eddy. Fue entonces que comencé a asistir a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, siendo un niño pequeño.

Cuando mi hermano era adolescente se cayó de una ventana sobre un camino pedregoso. Mi padre insistió en que un médico lo examinara, aunque en realidad no le administraron ningún medicamento. Mi hermano estuvo inconsciente durante cuatro días. Un practicista de la Ciencia Cristiana oró por él con tan buen resultado que al quinto día se levantó perfectamente bien, y al sexto día pudo interpretar un activo papel en una obra de teatro. Nada más fue necesario para convencer a mi padre de la eficacia de la oración por medio de la Ciencia Cristiana.

Mi esposa y yo hemos confiado en nuestro entendimiento de Dios y de la verdadera relación del hombre con Dios, para satisfacer todas las necesidades en la crianza de cinco niños. Pero lo más importante fue que el estudio continuo de la Ciencia Cristiana ha satisfecho nuestros esfuerzos por conocer nuestra verdadera identidad espiritual. El aferrarnos firmemente a esta comprensión y a lo que entendemos de la omnipresencia y guía de Dios es para nosotros la roca en la que nos hemos afirmado a través de los años en nuestra experiencia como padres de familia, con sus desafíos y oportunidades.

La única vez en que me vi obligado a consultar a un médico fue cuando me diagnosticaron fractura de costillas y dislocación de la clavícula, como consecuencia de una caída mientras guiaba a un grupo de Niños Exploradores. Un practicista y yo oramos para obtener curación y no fue necesario tomar ninguna medicina. A la semana volví a mi trabajo. El editor de la revista del grupo de los Exploradores comentó este suceso como la curación de huesos rotos más rápida que había visto.

Cuando he necesitado cambiar de trabajo, la oración me ha guiado a encontrar un nuevo empleo bien remunerado. En una época en que me sentí injustamente tratado en mi oficina, esta promesa del Salmista fue de gran fortaleza: “Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro” (Salmo 89:14). Se llegó a una solución justa y equitativa que no sólo me bendijo a mí sino también a los demás.

Mi gratitud no tiene límites, especialmente por la búsqueda incesante de mi madre. Sus esfuerzos me colocaron con firmeza en el camino correcto y me llevaron a estudiar por mí mismo esta Ciencia del cristianismo y a aplicarla en mi vida diaria.


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