Fue Hacia El final de mi adolescencia cuando una amiga de mi madre le dio a conocer el libro de texto de la Ciencia Cristiana. El libro llegó a nuestro hogar como una luz que resplandecía en medio de la oscuridad del temor, porque en ese entonces mi madre estaba sufriendo de una seria enfermedad, diagnosticada como úlceras intestinales que podían tener consecuencias fatales. Mi madre estudió el libro y tiempo después sanó por medio de sus oraciones y las de un practicista de la Ciencia Cristiana. Durante muchos años llevó una vida muy activa y llegó a ser practicista pública de la Ciencia Cristiana.
El progreso de mi madre me hizo reflexionar acerca de la Ciencia Cristiana y comencé a leer Ciencia y Salud solo por curiosidad. Después de que mi madre comenzó a asistir a los servicios de la iglesia y a relatarme algunos de los testimonios de curaciones que oía, comencé a estudiar la Lección Bíblica semanal. Este estudio me llevó a ver en la Biblia una guía práctica para la vida diaria. No había estado familiarizada con ella porque nuestra familia, que vivía en la India, pertenecía a una religión antigua, monoteísta, no cristiana, que no utiliza la Biblia.
Poco tiempo después de haber comenzado el estudio de la Ciencia Cristiana, me convencí de que era la religión que deseaba, porque pude comprobar el efecto sanador de sus enseñanzas en mi vida diaria. También comencé a asistir a los servicios religiosos de la iglesia. La religión de nuestra familia era muy estricta respecto a convertirse a otra religión. Una vez que alguien se convertía, era privado de cumplir con las obligaciones sociales que incluyeran ceremonias religiosas, o de disfrutar de ciertos privilegios reservados para la comunidad. Pero mi madre y yo queríamos dar nuestro prójimo, para ayudar a nuestro prójimo, afiliándonos a la iglesia. Pocos años después nos hicimos miembros de la Sociedad local de la Ciencia Cristiana (que ahora es una iglesia), y más tarde nos hicimos miembros de La Iglesia Madre.
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