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La Ciencia Cristiana me...

Del número de enero de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana me encontró sumida en la más profunda desesperación. Estaba bajo el cuidado de un ginecólogo después de haber agotado toda posible ayuda de varios hechiceros. Me habían diagnosticado una infección en el útero, y después de tres operaciones sin resultados positivos, los médicos dijeron que la enfermedad era incurable y que era necesario extirpar ese órgano para aliviar mi sufrimiento. Yo me sentía sumamente confundida y asustada, y había perdido toda esperanza.

Una querida amiga me habló de la Ciencia Cristiana y me regaló un ejemplar del Cristiana Science Sentinel y del libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Comencé a leer el libro y encontré mucha inspiración en el capítulo “La oración”. A los pocos días desapareció el dolor insoportable que sentía en el útero, y al finalizar el mes, durante el período menstrual eliminé diez centímetros de fibra sintética utilizada para suturar las haridas después de cada operación. Ese fue el fin de este problema.

También deseo expresar mi gratitud porque como resultado de mi estudio de la Ciencia Cristiana, mi esposo y yo no llegamos a divorciarnos. Antes reñíamos todos los días y había ocasiones en que no nos hablábamos por períodos de hasta cuatro meses, a pesar de estar viviendo bajo el mismo techo. Pero al comprender que el mal no forma parte del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, como lo declara el libro del Génesis, pude expresar más tolerancia, paciencia, perdón y amor hacia mi esposo. La Ciencia Cristiana me ayudó a verme a mí misma y a él desde un punto de vista diferente, como hijos espirituales de Dios; y percibí que nuestra relación individual con El siempre permanece intacta. Por lo tanto, nuestra unión no podía quebrantarse porque estaba basada en la permanencia de Dios. Comencé a apreciar en mi esposo buenas cualidades que no había visto antes, y aprendí a amarlo y a valorarlo. Ahora nuestra vida en familia es armoniosa y afectuosa.

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