Al Mirar Por la ventana de la cocina, vi humo en el horizonte detrás de una montaña. Antes de que hubiera tenido tiempo para llamar al oficial del cuerpo de bomberos, el teléfono sonó. El oficial nos estaba llamando para preguntar si Tony, nuestro empleado, podría ir con los bomberos para ayudar a apagar el incendio.
Esa noche, cuando fui a acostarme, se veía en el cielo una luminosidad anaranjada. Durante toda la noche oré para afirmar que el poder y la presencia de Dios estaban exactamente en el lugar en donde parecía haber un incendio. Por la mañana supimos que todavía no se había podido controlar el fuego y que ochocientos acres ya habían sido consumidos por las llamas. Cuando Tony regresó de su noche de vigilia luchando contra el fuego, le pregunté si había algo que se podía hacer, y su respuesta fue: “Simplemente ore” (posiblemente más de desesperación que de esperanza).
Tuve que telefonear a mi esposo para alertarlo que esa noche él tenía que servir en el cuerpo de bomberos. La persona que me contestó me dijo que el informe acerca del tiempo presagiaba un día caluroso con fuertes vientos — una condición muy peligrosa. Yo sabía que esta persona era religiosa, así que le mencioné que al orar el Padre Nuestro decimos: “Hágase tu voluntad” (véase Mateo 6:10), y que ciertamente un fuego destructor no podía ser la voluntad de Dios. Ella estaba de acuerdo.
Como soy estudiante de la Ciencia Cristiana, busco siempre la solución a todos los problemas por medio de la oración. Yo había estado orando, pero sentía la necesidad de hacerlo más profundamente. Recordé que había orado hacía unos años cuando hubo un fuego muy cercano a nuestra finca. En ese entonces me sentía muy segura del poder protector de Dios. ¿Por qué sentía tanto temor ahora?
Entonces decidí estudiar la Lección Bíblica que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y comencé a sentirme más tranquila. Me aferré a las afirmaciones de la Biblia, como en Sofonías 3:17: “Jehová está en medio de ti”, y también en Ciencia y Salud: “Se necesita valor para declarar la verdad, porque cuanto más levante su voz la Verdad, tanto más alto gritará el error, hasta que su sonido inarticulado se pierda para siempre en el olvido” (pág. 97). Estas ideas calmaron mi angustia, y sentí esperanza.
A las dos de la mañana comenzó a llover, y llovió toda la noche, contradiciendo por completo el informe acerca del tiempo. A la mañana siguiente se había podido controlar el incendio, pero no se había extinguido y se decía que no estaríamos a salvo a menos que cayeran otras cinco o seis pulgadas de lluvia. Este comentario me hizo murmurar conmigo misma: “¿Acaso siempre habrá algunos que nunca están satisfechos?” Pero recapacité y me dije: “Nunca debemos estar satisfechos con nada menos que la perfección. La Ciencia Cristiana nos enseña que ‘la perfección es la base de la realidad’ ” (Ciencia y Salud, pág. 353). Comenzó a llover de nuevo y un día después el fuego había sido extinguido por completo.
Sé perfectamente que personalmente no tuve nada que ver con que la lluvia extinguiera el incendio, y que además había mucha gente orando. Pero aun si yo hubiera sido la única que habría estado orando, el agradecimiento y reconocimiento es todo para Dios, el único poder.
En ese entonces también me sentía perturbada con la pérdida de animales y árboles a consecuencia del incendio. Pero entonces recordé que la Vida es indivisible. La Vida es una. La Vida es Dios, y la vida espiritual nunca puede perderse. Esta es la perfección que es la realidad, a pesar de los cuadros materiales de la mente mortal.
He tenido muchas pruebas del cuidado y protección de Dios; curaciones específicas, como la de una espalda lastimada, alejamiento de una hijastra, ampolladuras, y el nacimiento armonioso y rápido de una criatura. Gracias a la oración, también he encontrado empleo, y estoy llena de gratitud. Mi familia ha confiado en la Ciencia Cristiana por cinco generaciones.
Rocky Hall, Nueva Gales del Sur
Australia