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Temprano Una Tarde recibí...

Del número de octubre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Temprano Una Tarde recibí una llamada de la escuela de mi hija, informándome que había ocurrido un accidente en el patio de recreo. Nuestra hija estaba subiendo la escalera de unos juegos cuando perdió pie y cayó, golpeándose una pierna contra el peldaño más bajo antes de caer al suelo. Me dijeron que se había herido y que tenía dificultad para caminar.

Como Científicos Cristianos, estamos acostumbrados a resolver los problemas, físicos y de todo tipo, por medio de la oración a Dios. Las autoridades de la escuela estaban al tanto de que nuestra familia se apoyaba en la Ciencia Cristiana y no habían solicitado asistencia médica.

Fui inmediatamente a la escuela. Mientras manejaba, reconocí en mi oración el hecho de que Dios es el Padre siempre presente de cada uno de Sus hijos. Sentí la necesidad de entender que nuestra hija había sido creada a imagen y semejanza de Dios. También oré para entender más claramente que su Padre celestial estaba siempre cuidando de ella en todo momento, y que todas sus actividades estaban gobernadas por el Principio divino; por lo tanto, ella nunca podía estar fuera del cuidado de Dios.

Cuando llegué a la escuela, nuestra hija estaba llorando y dolorida. Un miembro de la administración expresó su preocupación de que tuviera heridas internas. Llevé a la niña a un lugar silencioso en el corredor donde podíamos hablar; era importante que yo le asegurara que Dios no la había olvidado y que El la amaba, y nosotros también. Nuestra conversación pasó luego a las actividades del día, y a medida que hablábamos sobre los juegos a que había estado jugando en el patio de recreo, dejó de llorar. Mientras ella hablaba, yo continuaba orando para saber cuál era el mejor lugar para ella. No había duda en mi mente de que se produciría la curación; la oración nunca nos había fallado.

Entonces nuestra hija dijo que estaba lista para volver a su clase. Aunque todavía caminaba con dificultad, había dejado de sangrar y pareció apropiado que la dejara continuar con su actividad escolar de la tarde. Caminé con ella hasta la clase y encontré que estaban preparados para hacer su descanso de la tarde. Después de asegurar al personal administrativo que se le estaba brindando atención a nuestra hija, volví a casa para continuar orando.

Me trastornaba el dolor que mi hija obviamente sentía. Y las imágenes mentales de mi hija cayéndose y golpeando la barra de acero volvían a mi pensamiento constantemente.

Me volví a Dios en busca de alguna idea sanadora que me librara de esa imagen. Casi de inmediato me vino un pensamiento angelical de Dios. Súbitamente fui consciente de que Dios, el Principio divino que gobierna Su propio universo, es también el Amor divino. El Amor divino no es frío, duro ni inflexible.

Este mensaje sanador me ayudó a ver que todo lo que Dios crea refleja las cualidades espirituales que El expresa. Me pareció perfectamente claro que, ya que nuestra hija no podía nunca estar fuera del bondadoso cuidado e infinita protección de Dios, nada material podía producirle daño.

Esta oración me libró totalmente de sentir temor por la condición de la niña. Hizo cesar las obsesivas imágenes del accidente. De hecho, tuve la certeza de que se había producido la curación.

Poco después, nuestra hija salió del ómnibus escolar y pasó corriendo a mi lado persiguiendo a otra niña. Mientras corría por la vereda, se volvió y me gritó: “Sabes, ¡hoy tuve una curación!” Y era cierto. Simplemente no quedaba corte, herida, marca, irritación, ninguna evidencia del accidente. Estaba perfecta. También descubrí que, desde este incidente, el personal de la escuela ha mostrado un gran respeto por nuestra dedicación a la Ciencia Cristiana.

Hace poco, mientras estudiaba, encontré una frase en el libro de texto de la Ciencia Cristiana que me recordó esa experiencia de curación. Dice así: “Jesús ayudó a reconciliar al hombre con Dios dando al hombre un concepto más verdadero del Amor, el Principio divino de las enseñanzas de Jesús, y ese concepto más verdadero del Amor redime al hombre de la ley de la materia, del pecado y de la muerte, por la ley del Espíritu — la ley del Amor divino” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, pág. 19).

Estoy agradecida por ese sentido más verdadero de la naturaleza de Dios, como Principio y Amor, que obtuve por medio de la oración. Y estoy también contenta por el completo sentido de paz que me vino cuando supe que mi oración había sido escuchada y que nuestra hija estaba sana.



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