EL VIAJE A BELEN
El año siguiente, Jerónimo y sus seguidores se dedicaron a recorrer los lugares arqueológicos donde se desarrollaron los sucesos registrados en la Biblia, en particular Palestina y Egipto. En Alejandría, Jerónimo estudió con Dídimo, un erudito de la Biblia. Su intención al hacerlo fue alcanzar una perspectiva más clara del pensamiento hebreo y aprender lo más posible acerca de los tres métodos fundamentales para interpretar la Biblia: aquellos que utilizaron los eruditos de Alejandría, los de Antioquía y los de la tradición rabínica hebrea.
Finalmente, Jerónimo, junto con Paula y su grupo religioso de seguidoras, se establecieron en Belén, el lugar de nacimiento de Jesús. Pronto ellos edificaron, con ayuda económica de Paula, un monasterio doble, tanto para hombres como para mujeres, así como también un hospedaje para peregrinos visitantes. Ellos estaban resueltos a que nunca más volviera a ocurrir que “no [hubiera] lugar para ellos en el mesón” en Belén, como sucedió en la época del nacimiento de Jesús.
Durante los treinta y cuatro años que permaneció en Belén, Jerónimo casi a diario impartió instrucción espiritual a los monjes y a sus otros seguidores. Con frecuencia él hablaba en homilías, tal como la que escribió sobre el Salmo 91, donde él interpreta la línea “el Señor.. . es mi refugio”, de esta manera: “Mi refugio, mi Dios.. . Tu sólo eres refugio; hay muchos heridos, pero sólo Tú eres médico”.
COMIENZA LA TRADUCCION DEL ANTIGUO TESTAMENTO
En el año 390 d.C., Jerónimo inspirado por Paula y su hija Eustaquia, emprendió su más grande desafío: la traducción del Antiguo Testamento hebreo al latín contemporáneo. Durante la última década, se había estado preparando intensamente para encargarse de esta ardua tarea.
Ahora Jerónimo estaba listo para anunciar públicamente que él no confiaba más en la Septuaginta, la versión de la Biblia que los cristianos siempre habían reverenciado y la versión en griego de la cual procedía la traducción al latín antiguo. Para la mayoría de los cristianos, entre ellos el teólogo Agustín de Hippo, repudiar la Septuaginta y los textos en latín antiguo a fin de favorecer el retorno de la “verdad hebrea”, parecía, lisa y llanamente, una blasfemia; era como negar la palabra de Dios.
Pero Jerónimo, convencido de que era correcto volver al hebreo antiguo, por ser la más fidedigna de todas las versiones, resistió la tormenta de protestas que él mismo había provocado y continuó con su nueva traducción del hebreo. Asimismo, adoptó una posición firme y más bien revolucionaria con respecto al canon hebreo, que excluía todos los libros apócrifos que muchos cristianos habían disfrutado durante siglos, libros sumamente populares como Judit y Tobías y la Sabiduría de Salomón. Jerónimo explicó que estaba cansado de tener que justificar ante los judíos eruditos de la Biblia que vivían en Palestina, la obstinada lealtad de la iglesia a un texto y a un canon que eran incorrectos en muchos sentidos.
Jerónimo tardó alrededor de quince años en terminar su monumental traducción. Los eruditos aún no se han puesto de acuerdo acerca de cuales fueron los libros con que comenzó. Algunos opinan que el primer libro fue Job, y otros opinan que fue Samuel o Reyes.
De todos modos, los primeros libros que Jerónimo produjo fueron, en realidad, revisiones del texto en latín antiguo. Su método de revisión fue el de comparar las palabras en latín antiguo con la Hexapla de Orígenes, compuesta de cuatro versiones del antiguo texto hebreo. Su revisión del libro de Job resultó ser por completo diferente de la del latín antiguo. Era una quinta parte más largo y mucho más fiel al hebreo original. Las revisiones de Jerónimo de Proverbios, Eclesiastés, el Cantar de los Cantares de Salomón y Crónicas — que estuvieron entre los primeros libros que produjo — también difieren bastante de la versión en latín antiguo.
Pero cuando Jerónimo comenzó a trabajar sobre Isaías y los principales profetas, dejó de lado su práctica de efectuar una mera revisión del latín antiguo. Desde ese momento se abocó a realizar una traducción totalmente diferente, una que era muy precisa, lírica y de una belleza inolvidable. Cuando los críticos de Jerónimo desahogaban su odio contra él, lejos de amilanarse, parecía extraer de su interior una especie de fortaleza serena al hacer frente a su resistencia. Implacable en su tarea, perseveró en su misión. Un peregrino llamado Postumiano escribió sobre él: “El está siempre totalmente sumergido en su lectura y en sus libros. No descansa nunca, ni de día ni de noche. Está leyendo o escribiendo todo el tiempo”.
EL DESAFIO FINAL
A principios del año 404 y cuando Jerónimo estaba a punto de alcanzar su meta de terminar la traducción del Antiguo Testamento, sufrió un duro golpe con la muerte de Paula. Durante casi veinte años ambos habían trabajado juntos hombro a hombro, ocupándose de las necesidades espirituales de la comunidad ascética, primero en Roma y luego en Belén. Jerónimo se sintió tan abatido que no pudo trabajar durante meses.
Pero Eustaquia, la hija de Paula, pronto estuvo en condiciones de ocupar el lugar de su madre al frente del claustro de mujeres y como confidente de Jerónimo. Y del mismo modo en que Jerónimo había dedicado muchas de sus obras más destacadas a Paula, ahora dedicaba la mayor parte de los logros que le quedaban a Eustaquia. Con su apoyo, Jerónimo continuó su tarea hasta completar su traducción en el año 405–6.
La obra de Jerónimo produjo un Antiguo Testamento que no sólo es fiel al original hebreo sino que también refleja los ritmos melódicos y el estilo hebreos. El creía en la traducción palabra-por-palabra, pero no temía apartarse del original para darle un sentido más claro a un pasaje. Sentía que era más importante comunicar el significado o esencia de un pasaje que transmitir un sentido literal. En honor a lo que él llamó “gracia” o “eufonía”, Jerónimo con frecuencia sustituía sus propios términos, en especial cuando en el hebreo se repetía una palabra o frase varias veces. El propio estilo clásico del latín de Jerónimo se manifestó, inevitablemente, en sus palabras. De hecho, los eruditos han notado que algunos pasajes de su Biblia se parecían más a Virgilio, el poeta del latín, que a los profetas hebreos.
La traducción de la Biblia que hizo Jerónimo ha tenido sus críticas a través de los años. Algunos han afirmado que agregó al texto demasiado de su propia fraseología y se tomó demasiadas libertades con el hebreo original. Otros han indicado que agregó al Antiguo Testamento un punto de vista cristiano demasiado definido. Pero la mayoría de los lectores han admirado el estilo de Jerónimo que siempre destacó el contenido en vez de la forma, y que comunicó la verdad de la Biblia con palabras simples y claras, de modo que cualquiera, aun las personas del vulgo o los faltos de instrucción, podían entender. Y debido a que esta versión de la Biblia fue tan rápidamente entendida por todos los que concurrían a la iglesia, de diferentes estratos sociales y cuyo idioma era el latín, fue conocida como la Biblia del pueblo o Biblia “Vulgata”.
Después que Jerónimo terminó su traducción del Antiguo Testamento en el año 406 — y en realidad, mientras aún estaba trabajando en ella — escribió también varios comentarios. El mejor de éstos se refiere específicamente a los libros de Nahum, Habacuc, Daniel, Isaías, Ezequiel, Jeremías y Salmos. En cada uno de estos comentarios, Jerónimo se volvió tanto al texto hebreo como a la Septuaginta como base de su exposición de las Escrituras. Este método de exégesis envió un claro mensaje a los cristianos: es imposible entender el Antiguo Testamento sin consultar el hebreo original y es imposible entender el Nuevo Testamento sin ser un estudiante concienzudo del Antiguo Testamento.
EPILOGO
En algún momento (probablemente después de la muerte de Jerónimo), las magníficas traducciones del Antiguo Testamento que él completó en Belén fueron unidas con su anterior Salterio y su revisión de los Evangelios. El resto del Nuevo Testamento — una revisión del texto del latín antiguo — fue probablemente el trabajo de otro traductor. Todo este material se reunió en una Biblia completa, la Vulgata, que sirvió a la cristiandad como la versión fundamental de las Escrituras durante los siguientes mil años.
El Antiguo Testamento de Jerónimo fue un texto que podía soportar el escrutinio más crítico de los judíos eruditos de la Biblia. Su fidelidad al texto hebreo original y al canon, así como su innegable belleza, le dieron, por primera vez, verdadera credibilidad al Antiguo Testamento, en opinión de los cristianos de Occidente.
En la etapa final de su larga vida, Jerónimo fue en muchos aspectos, un hombre acabado, entristecido por la muerte reciente de Eustaquia, luchando contra la herejía dentro de la Iglesia y turbado por la inminente caída del Imperio Romano. Pero debe de haberse sentido profundamente satisfecho, porque él mejoró considerablemente el entendimiento que tenían los cristianos de la verdad bíblica. A través de su traducción y de su ardiente defensa del Antiguo Testamento, Jerónimo impidió que los cristianos de Occidente perdieran su conexión con la Biblia hebrea.