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El poder reformador de las Escrituras

Esta serie ilustrada que se publica en el Heraldo trata sobre la dramática historia de cómo se desarrollaron las Escrituras en el mundo a lo largo de miles de años. Se concentra en los grandes reformadores que escribieron y tradujeron la Biblia. Muchos dieron su vida para hacer que la Biblia y su influencia reformadora estuviera al alcance de todos los hombres y mujeres. Esta es la continuación de la historia de Jerónimo, erudito y traductor de la Biblia; publicamos la primera parte el mes pasado.

Jerónimo presenta la Biblia hebrea al mundo occidental

Segunda parte

Del número de octubre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El año siguiente, Jerónimo y sus seguidores se dedicaron a recorrer los lugares arqueológicos donde se desarrollaron los sucesos registrados en la Biblia, en particular Palestina y Egipto. En Alejandría, Jerónimo estudió con Dídimo, un erudito de la Biblia. Su intención al hacerlo fue alcanzar una perspectiva más clara del pensamiento hebreo y aprender lo más posible acerca de los tres métodos fundamentales para interpretar la Biblia: aquellos que utilizaron los eruditos de Alejandría, los de Antioquía y los de la tradición rabínica hebrea.

Finalmente, Jerónimo, junto con Paula y su grupo religioso de seguidoras, se establecieron en Belén, el lugar de nacimiento de Jesús. Pronto ellos edificaron, con ayuda económica de Paula, un monasterio doble, tanto para hombres como para mujeres, así como también un hospedaje para peregrinos visitantes. Ellos estaban resueltos a que nunca más volviera a ocurrir que “no [hubiera] lugar para ellos en el mesón” en Belén, como sucedió en la época del nacimiento de Jesús.

Durante los treinta y cuatro años que permaneció en Belén, Jerónimo casi a diario impartió instrucción espiritual a los monjes y a sus otros seguidores. Con frecuencia él hablaba en homilías, tal como la que escribió sobre el Salmo 91, donde él interpreta la línea “el Señor.. . es mi refugio”, de esta manera: “Mi refugio, mi Dios.. . Tu sólo eres refugio; hay muchos heridos, pero sólo Tú eres médico”.

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Más en este número / octubre de 1994

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