Leemos mucho sobre la corrupción en los gobiernos, en los negocios, sin mencionar ejemplos de personas con comportamiento deshonesto.
, anfitrión de las transmisiones por onda corta de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, y trataron este problema durante una transmisión, brindando algunas soluciones. La Sra. Rivas es practicista de la Ciencia Cristiana y reside en Boston, Estados Unidos.Lo que sigue a continuación son algunos extractos del programa.
Enrique Smeke: El tema de la honradez se trata de variadas formas en la Biblia, con historias, parábolas y admoniciones. Por ejemplo, Pablo en la Segunda Epístola a los Corintios, dice que es necesario ser honesto en los asuntos privados y públicos, refiriéndose al hecho de que uno debe hacer las cosas honestamente, no solamente delante del Señor, sino también delante de sus conciudadanos. Y él también asocia esta disposición del carácter, esta cualidad, con la provisión. En la Primera Epístola a los Tesalonicenses, nos dice que podemos conducirnos honradamente y aún obtener lo que necesitamos. Heloísa, ¿te gustaría comentar que has visto en las enseñanzas de Cristo Jesús que nos puede ayudar en este tema de la honradez?
Heloísa Rivas: Sí, por supuesto, Enrique. En su libro Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”.Ciencia y Salud, págs. 476–477. Aquí vemos que Jesús, cuando miraba a un mortal o a un pecador, lo veía como Dios lo hizo; lo veía con los ojos del Cristo, que redime; veía su verdadera naturaleza perfecta. El hombre fue hecho a la imagen de Dios; por lo tanto, el verdadero hombre perfecto es espiritual. Es inocente y tiene su honradez innata y natural. Jesús veía a las personas de esta manera, y esa manera correcta de verlos ayudaba a redimirlos. Los sanó y elevó a su estado natural del ser, honrado y recto.
Smeke: ¿Y cómo has visto a través de tu estudio de la Ciencia que esta honradez es sacada a luz?
Rivas: Bueno, es interesante la pregunta. En un mundo donde hay hambre, discordias, envidias, ambición desmedida, ¿dónde está la honradez innata del hombre? Los Diez Mandamientos, que aparecen en el libro de Exodo en el Antiguo Testamento de la Biblia, son realmente un código de conducta que afecta a toda la sociedad humana. De una u otra manera, todas las civilizaciones son gobernadas por este código. Dos de los mandamientos tienen que ver con el tema que estamos hablando hoy. Ex. 20:15, 17. “No hurtarás”: cualquier sociedad reconoce que tomar lo que pertenece a otro no está bien. Y otro mandamiento que es igualmente importante, pero no tan evidente como el hecho de robar, dice: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.
Naturalmente, acá en lenguaje bíblico se habla del buey, del siervo, de la criada, porque esto constituía la riqueza de un hombre en la época en que esto se escribió. Hoy, estar celoso por el coche, la casa o las joyas de alguien, o cometer un acto deshonesto en los negocios por envidia para tomar ventaja de otro: todo eso está comprendido en ese mandamiento. No debemos desear lo que pertenece a otro, porque el reconocimiento de que Dios es Amor y brinda a todos todo el bien, nos satisface y nos trae lo que es necesario sin que nos haga hurtar o codiciar lo que no nos pertenece. El acto de codiciar es una agonía; no trae felicidad a nadie.
Smeke: Quizás esto nos lleva a algo que Cristo Jesús nos dijo acerca de hacer a los demás lo que quisiéramos que hicieran con nosotros.
Rivas: Exactamente. Jesús nos dejó algo muy precioso, que se llama “la Regla de Oro”. Se encuentra en el Evangelio según Mateo, capítulo 7, versículo 12. Jesús dijo: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Este es un precepto que cualquiera lo puede comprender e identificarse con él. A nadie le gusta que lo traten mal. El respeto a la felicidad del otro, no hacerle a los demás lo que uno no quiere que le hagan a uno mismo, es un concepto válido que es muy fácil de reconocer. Las personas que violan los mandamientos o el precepto de la Regla de Oro, lo que logran es encontrarse en un infierno, una agonía, porque un comportamiento errado no brinda felicidad.
Smeke: Y quizás esto nos lleve a la pregunta: ¿Acaso Dios castiga al hombre con el infierno?
Rivas: El infierno no es un lugar donde uno va en el futuro, después de la muerte, para pagar los pecados que cometió en la tierra. Uno no necesita esperar el más allá para corregirse. Cada uno de nosotros puede hacerlo aquí y ahora y salir del infierno. Es perfectamente posible dejar de pecar, dejar ahora de comportarse mal, no importa hasta que punto la persona haya cometido un error o un pecado o un delito. No hay ningún error tan grave que no pueda ser redimido. Basta con dejar de actuar mal, reconocer lo que es equivocado y cambiar la conducta de uno, reformarse, regenerarse. El amor de Dios es capaz de redimirnos de cualquier tipo de error, pero el arrepentimiento, la reforma y la regeneración son importantes y necesarios.
Smeke: Claro que sí. Y esto me hace pensar en la historia de Zaqueo en la Biblia. Véase Lucas 19:2–10. Aparece en el libro de Lucas en el Nuevo Testamento. Zaqueo era un hombre rico y era el jefe de los que recaudaban los impuestos. La Biblia dice que era jefe de los publicanos y que era rico. Resulta que Zaqueo estaba muy interesado en ver a Cristo Jesús y, debido a que era pequeño de estatura, se subió a un árbol para poder ver al Maestro. Cuando Cristo Jesús lo vio, le dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa”. La Biblia continúa: “Entonces él descendió aprisa, y lo recibió gozoso”.
Es interesante que cuando se presenta Zaqueo enfrente de Jesús, se arrepiente y dice: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”. Evidentemente Zaqueo, en su afán de reunir los impuestos, no había sido siempre honesto, y se evidencia esto aquí, porque dice que devuelve cuadruplicado los bienes que había tomado deshonestamente. Esta cantidad no era casual. En el libro de Exodos, en el Antiguo Testamento dice que la restitución de aquel que roba debe ser cuatro veces aquello que ha robado. Dice, por ejemplo, en Exodo 22:1: “Cuando alguno hurtare buey u oveja y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagara cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas”. Zaqueo tenía un sentido de culpa, pero también quería restituir lo que había tomado.
Rivas: Lo que le sucedió a Zaqueo fue una forma de regeneración que lo llevó a hacer algo para compensar el error que había cometido antes. Creo que, en cualquier punto en que se encuentre una persona en su conducta equivocada, el comprender que ha hecho algo malo lo lleva a hacer algo productivo y correcto, que le va a dar los bienes que necesita sin necesidad de violar esos Mandamientos de que hablamos antes. De cierta manera, es lo que le pasó a Zaqueo.
Smeke: Y esta historia termina cuando Jesús le dice a Zaqueo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Es interesante que Cristo Jesús no condenó a este hombre; lo perdonó. El perdón fue inmediato con el cambio de pensamiento de Zaqueo. La lección para nosotros es que necesitamos darnos cuesta de nuestro problema, y volvernos a Dios. El perdón viene junto con la reforma.
Rivas: Sí, por supuesto. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Nuestra ignorancia respecto a Dios, el Principio divino, es lo que produce la aparente discordia, y comprenderlo a El correctamente restaura la armonía”. Ciencia y Salud, pág. 390. Es posible restaurar la armonía y brindar luz a la honradez innata del hombre. Lo único que se necesita es tener el deseo de conocer a Dios, y esto es lo que brinda luz a nuestra honradez innata como hijos de Dios, hechos a semejanza de nuestro Padre celestial.
“Les Escribo Para contarles acerca de todas las cosas buenas que me han sucedido gracias al libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Desde que recibí el libro en 1990, siempre me ha aliviado del dolor, y ha hecho lo mismo por otras personas también. Sané de una hernia, una persona que sufría de cáncer en la rodilla recuperó la salud, y otra persona, que tenía dolores en la pelvis debido a una fractura que había tenido cuando era niño, también sanó totalmente. Siempre escucho sus programas los sábados y domingos”.
— Koudougou, Burkina Faso
Correspondencia de un oyente de El Heraldo de la Ciencia Cristiana — onda corta